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Hacia el intercambio

(EDICIÓN BOGOTÁ) El tema del intercambio humanitario ha vuelto a salir a la palestra pública, pero sigue empantanado. No obstante, de manera paradójica, en lo que tiene que ver con las exigencias mutuas de las partes, nunca hemos estado más cerca del canje de prisioneros, pero, simultáneamente, las circunstancias políticas hoy son mucho más difíciles que hace un tiempo.

Efectivamente, si se comparan las exigencias que cada parte hacía hace tres
años, se puede constatar que ahora hay mucho más realismo en sus posiciones,
lo cual favorecería realizar un canje en condiciones que no signifiquen para
nadie una humillación, ni tampoco el logro de ventajas excesivas e
inaceptables.
Esto demuestra, de entrada, que ambas partes sí están interesadas en lograr
la liberación de sus respectivos prisioneros, a pesar de que la propaganda
de su oponente se encargue de repicar insistentemente lo contrario. Así, el
Gobierno ya no le exige a la guerrilla ni tregua, ni diálogos de paz, ni
salida del país de los guerrilleros liberados, ni liberación de todos los
secuestrados, ni compromiso de abandonar definitivamente el secuestro. Las
Farc, por su parte, ya no exigen detener el Plan Patriota, ni el despeje
indefinido de Cartagena del Chairá y San Vicente del Caguán.
Esto no es un asunto de poca cuantía, pues con una gran demostración de
realismo de lado y lado se han superado esos puntos sobre los cuales era
imposible llegar a un acuerdo. En estas muestras de buena voluntad tendría
que insistir sobremanera la Comisión Internacional de Acercamiento, que
sigilosa y anónimamente está trabajando en facilitar los contactos entre las
partes. La creación de esa Comisión ha sido una iniciativa muy afortunada
del Gobierno Nacional, cuyo éxito dependerá tanto de la confianza que logre
generar en unos y otros, como de su imaginación para encontrar salidas.
No obstante, la coyuntura electoral que empieza a vivir el país atenta
contra las posibilidades del intercambio, pues las susceptibilidades
políticas tienden a exacerbarse. Así, por ejemplo, por haber convocado la
Comisión Internacional, Raúl Reyes ha acusado al Gobierno de “hacer
política” con el drama de los secuestrados. Pero el Gobierno no se puede
condenar a la parálisis en la búsqueda de un acuerdo humanitario por temor a
recibir estas injustas acusaciones. Igual lo van a criticar si no hace nada.
Palo porque bogas y palo porque no bogas. Las Farc deberían mirar más bien
la viga en su propio ojo. Ellas sí que hacen política con el intercambio
humanitario: con él intentan erosionar la política de seguridad democrática,
ratificar su carácter político y afirmar su autoconcedido estatus de
beligerancia. No obstante, esta inevitable utilización política del
intercambio no es, obviamente, un argumento para no hacerlo.
Pero, por encima cualquier crítica, la prueba de fuego de la Comisión
Internacional será encontrar creativamente una fórmula para desmilitarizar
sin desmilitarizar, o despejar sin despejar, los municipios de Florida y
Pradera, para desatascar el camino hacia el intercambio humanitario. En esa
fórmula, ambas partes deben aparecer como ganadoras ante propios y terceros,
sin que la contraparte aparezca como perdedora.
Por lo pronto, hay que dejar de asimilar cualquier despeje temporal con el
despeje del Caguán. Una estricta verificación internacional, un tiempo muy
limitado, unas reglas de juego claras y unos objetivos bien definidos,
podrían ayudar a superar el síndrome del Caguán, que hoy impide avanzar
hacia el intercambio.
De todas formas, creo que una actitud más flexible del Gobierno para el
despeje temporal de esos dos municipios sería bien recibida por la opinión
pública, si se explica adecuadamente y se establecen las garantías
suficientes para evitar abusos. Es hora de tener una iniciativa más audaz y
encarar a las Farc sobre sus verdaderas intenciones en este tema.
alfredorangelsuarez@yahoo.com
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