Mucho podríamos hablar del pasado de EL TIEMPO, y mencionar a tantas personas cuyas inteligencia y consagración hicieron posible que el periódico nacido modestamente hace 80 años sea lo que es hoy. Desde la Dirección, pasando por el área administrativa, ilustres colombianos le infundieron una vitalidad y un estilo que hoy forman parte de la tradición colombiana. No vamos a citar nombres, para no caer en olvidos imperdonables. Su paso por las directivas dejó huella imborrable que sobrepasa el recuerdo y supera cualquier trivial comentario. A ellos se debe en gran parte la solidez intelectual y material de EL TIEMPO. A sus 80 años, cuando ya comienza a esbozarse en el futuro un siglo de permanencia vital, les dedicamos un recuerdo y una gratitud permanentes.
Incendios, censuras, cierres, pedreas, forman parte de la etapa difícil que ha vivido el periódico. Con orgullo podemos decir hoy que esas heridas no han dejado huella. Gracias al talante que ha regido a EL TIEMPO desde su fundación, éste se precia de una existencia ya larga donde las continuas batallas por el progreso y bienestar de Colombia se han librado con carácter, con estricto sentido de la moralidad, pero sin rencores, sin anhelos vengativos. Si a alguien se ha herido injustamente, ha sido sin intención malévola y talvez como producto de una profesión donde la pugna es normal. EL TIEMPO ha trabajado por Colombia, por el partido y por el ideario liberal. Por la democracia. Son las metas fijadas hace 80 años y que perdurarán hasta cuando se cierre el ciclo de una existencia que creemos permanente. Los colombianos queremos creer han aceptado el talante de EL TIEMPO. Muchos combaten sus puntos de vista y está bien que sea así. El destino y reto de los periódicos es someterse, como decía Eduardo Santos, a un diario plebiscito . El día que los lectores pierdan la confianza en su periódico, sea cual fuere, éste desaparece.
Pese a tantos y tan duros contratiempos EL TIEMPO seguirá su marcha y su lucha. El destino de la prensa colombiana, ha sido incierto, muchas veces hasta manchado de sangre. Pero nada nos detendrá. Hoy lo decimos con orgullo EL TIEMPO es el periódico más moderno y avanzado de América Latina. Celebrar estos 80 años es compartir con nuestros colegas una existencia meritoria. El periodismo colombiano no se ha dejado amedrentar. Pese a las amenazas de los asesinatos, al permanente temor a que vive sometido, se ha conservado libre y lo que es más importante honesto. En estas horas, cuando la tristeza no abandona el trabajo cotidiano, por el cautiverio de uno de sus directivos, podemos alzar los ojos y responderle a la opinión pública, sin falsa modestia, el haber cumplido sin amedrentamiento la línea trazada por Eduardo y Enrique Santos Montejo. Es la cuota que le ha tocado pagar a EL TIEMPO en este viacrucis colombiano. El padecimiento que hoy sufre se suma a los incendios, a las pedreas, a los cierres. Pero seguimos adelante. A quienes han contribuido a su progreso permanente, mil gracias. A los miles de lectores que diariamente lo apoyan, también mil gracias. Les prometemos avanzar. Nunca retroceder.