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PUERTO SAN SALVADOR QUEDÓ CON MÁS FANTASMAS QUE HABITANTES

Fermín, de escasos 4 años, no sabe qué pasó, pero tiene claro que desconocidos mataron a su papá Teodoro Bovelo y a su hermana Marelbis e hirieron a su mamá Mirta Gómez y a su hermano menor, de 8 meses.

Fermín, de escasos 4 años, no sabe qué pasó, pero tiene claro que desconocidos mataron a su papá Teodoro Bovelo y a su hermana Marelbis e hirieron a su mamá Mirta Gómez y a su hermano menor, de 8 meses.
Con voz entrecortada, recuerda que fue con sus padres y sus cuatro hermanos a una fiesta en la casa del Paisa (una de las dos atacadas) y se acostó en una cama junto a Marelbis, de 2 años. Al despertarse vio a su hermana quieta y con el vestido lleno de sangre.
"La toqué en el brazo. Estaba fría y no me respondió. Me di cuenta de que estaba muerta. Salté de la cama, había sangre en el piso y vi a varios muertos", dice de manera lenta y tranquila.
Fermín, su hermano Elkis, de 3 años; su abuela María Guillermina González, de 70; su tía y el esposo de ella, son los únicos civiles que permanecen en Puerto San Salvador (Tame), donde el 31 de diciembre 16 personas (entre ellas 6 menores), fueron asesinadas. Según el Ejército, por las Farc.
Descalzo, con una pantaloneta sucia y sin camisa, el niño cuenta que corrió hasta la casa de su abuela (a unos 200 metros), pero no encontró a nadie. Por eso se fue a donde sus padres y se acostó de nuevo.
Para entonces, más de 60 moradores del caserío habían pasado a nado o en canoa el río Casanare en busca de refugio. La abuela María Guillermina recuerda que sobre las 6 a.m. del primero de enero, cuando regresaron a ver qué había ocurrido, encontraron al niño solo en la casa.
"Con su hermano me preguntan si su mamá también va a morir. Yo les contesto que mañana vuelve, que estén tranquilos", dice la mujer, que no conoce el estado de su nuera, hospitalizada en Yopal.
Ella no estuvo en el sepelio de su hijo y su nieta. Se quedó en el desolado caserío con Fermín y Elkis; con María Amparo, una de sus hijas, y su yerno. Afirma que el sábado a las 3 p.m. no quedaban en el pueblo sino su familia y los soldados y que pasaron horas sentados en una banca, en silencio, tomando tinto hasta las 7 de la noche, cuando se fueron a dormir.
A hora y media en carro de Tame por una carretera destapada, las 16 casas del pueblo y una escuela -desparramadas en unos 300 metros a lado y lado de una calle polvorienta junto al río Casanare- ayer estaban vacías y sus puertas aseguradas con candado.
Un año viejo en una silla y atado a una columna aparece como el único testigo del ataque a una de las viviendas. Vainillas sobre el piso de tierra del patio, balas incrustadas en las paredes de madera de la cocina, unas chanclas pequeñas y manchas de sangre dan cuenta de lo que pasó.
"En la cocina mataron a tres personas, entre ellas a una niña", dice uno de los soldados de la Brigada 18 que llegaron desde la mañana del sábado.
Las latas de cerveza esparcidas por el patio dan fe de la fiesta. También una olla llena de sancocho, ya agrio, a un lado del fogón, y que al parecer ninguno de los asistentes alcanzó a probar. Aquí murieron siete personas.
A 80 metros está la otra casa. La sangre está más palpable, al igual que su olor. En esta edificación de paredes rosadas y ventanas azules, el sancocho quedó sobre el fogón, en una olla tiznada. Según testigos, desde una platanera, a menos de 10 metros, les dispararon. "La balacera duró como 15 minutos", cuenta un evangélico que a la hora del ataque, hacia las 10:30 p.m., estaba en culto a unas dos cuadras.
En una pared se cuentan 41 perforaciones de bala. También hay ojivas incrustadas en las columnas de la vivienda. Según el Ejército, son de fusil AK 47.
"El sábado vino el general Castellanos (Reinaldo, comandante del Ejército) y nos dijo que tranquilos, que no nos afanáramos, que la tropa permanecería aquí. Quiero confiar, pero si ellos se van, a nosotros también nos tocará", señala la abuela y aprovecha para pedirle al oficial que le devuelva el cuaderno que le prestó para que tomara apuntes.
"Me pidió una hoja pero me dio pena y le pasé el cuaderno. Después me di cuenta de que se le olvidó devolvérmelo. Ahí tengo las cuentas de mi tiendita y no sé quién me debe", se lamenta ella.
Marcha en Casanare
Desde las 8 a.m. de hoy se llevará a cabo una marcha en Aguazul (Casanare) en protesta por el asesinato de 22 personas en menos de 24 horas en Arauca y Casanare.
En Puerto San Salvador, vereda de Tame límite con Casanare, fueron masacrados 16 campesinos, la noche del 31 de diciembre; el sábado en la vereda Flor Amarillo (Tame), otras dos personas corrieron la misma suerte. Los dos hechos fueron atribuidos a las Farc.
Otras 4 personas -Antonio Díaz Niño, de 43 años, y sus tres hijos- fueron baleados el sábado en la vereda El Viso, de Maní (Casanare). El coronel Henry Torres, comandante de la Brigada XVI, dijo que se trata venganzas y lo atribuyó al bloque Centauros de las Autodefensas.
Ayer, tras rechazar los asesinatos, la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos les exige a los jefes paramilitares que hacen parte de la mesa de Santa Fe de Ralito "una explicación pública sobre este crimen de guerra".
Aunque el lunes el alcalde de Tame, Alfredo Guzmán, dijo que "la población no puede pagar las consecuencias de la extradición de un bandido", refiriéndose a la entrega de Simón Trinidad a E.U., luego re retractó.
Foto Danilo Sarmiento
Fermín (centro), la abuela María Guillermina y Elkis permanecen en Puerto Salvador. Dicen que si el Ejército se va, a ellos también les toca marcharse.
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