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RETOS DEL CUARTO PODER

No sería exagerado entregarles el título del antipersonaje del 2004 a los medios de comunicación. Desde la guerra de Irak, hasta las elecciones de Estados Unidos, se dijo que la prensa fue la gran perdedora. Y esos son apenas síntomas de una situación verdaderamente crítica.

Rodrigo Pardo
No sería exagerado entregarles el título del antipersonaje del 2004 a los medios de comunicación. Desde la guerra de Irak, hasta las elecciones de Estados Unidos, se dijo que la prensa fue la gran perdedora. Y esos son apenas síntomas de una situación verdaderamente crítica.
En el primer número del año de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet publica un impactante ensayo sobre el tema. Comienza por Francia, donde algunos de los más reconocidos títulos- Le Figaro, L Express, incluso el izquierdista Liberation- han sido afectados por la concentración de la propiedad y por la compra por parte de grandes pulpos conocidos por actividades en campos tan ajenos al periodismo como la producción y venta de aviones y armas.
Desde los años noventa, además, la circulación de periódicos en el mundo viene en descenso: dos por ciento anual, según Ramonet, y ya afecta a algunos de los periódicos más importantes del mundo. Las causas son conocidas: el auge de Internet, la competencia de la televisión y, más recientemente, el impresionante empuje de las publicaciones gratuitas.
Varios analistas coinciden en señalar que, además de los fenómenos mencionados, la crisis tiene que ver con una caída en la calidad de la prensa escrita. La credibilidad de los medios en Estados Unidos, según las encuestas, se ha desplomado. No es una coincidencia que en los últimos años un periódico como The New York Times haya tenido que despedir a su director y editor, Howell Raines y Gerald Boyd, porque publicaron notas de un redactor, Jayson Blair, basadas en hechos falsos. A mediados del 2004, este periódico (lo mismo que The Washington Post) les ofreció excusas a sus lectores por no haber analizado con mayor distancia las versiones oficiales que aseguraban la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
Y hace poco, dos reconocidos académicos, Howard Friel y Richard Falk, publicaron un libro (The Record of the Paper) con el propósito de demostrar que el famoso diario neoyorquino falla sistemáticamente en su cubrimiento sobre la política exterior, a causa de que en su concepción editorial ignora el derecho internacional. Ha habido otros lamentables fiascos recientes en medios muy reconocidos. El de Jack Nelly, periodista del diario de mayor circulación en Estados Unidos USA Today que inventaba sus historias. O el del legendario Dan Rather de CBS, quien se retirará el próximo 9 de marzo, día en que cumple 24 años de ejercicio del oficio , quien tuvo que rectificar la versión, difundida en plena campaña electoral, según la cual el presidente George W. Bush había utilizado palancas para eludir el servicio militar.
Joaquín Estefanía - actual director de la escuela de periodismo de El País- afirmó el año pasado en un seminario en Monterrey que hay una especie de globalización de los problemas del periodismo . Algunos de ellos son conocidos: las crisis económicas han achicado los espacios para las redacciones de los medios y han incrementado la intromisión de las gerencias. El poder político mantiene su intención de manipular la información. Las leyes se están haciendo más duras para castigar la falta de responsabilidad de los periodistas. El simple registro de los hechos se impone sobre la profundidad, la investigación y el análisis. Y hay otras causas, agrega Estefanía, más internas de las salas de redacción: la autocensura (para mantener versiones políticamente correctas) y el amarillismo (ataques a la intimidad de las personas, por ejemplo).
El otro gran interrogante tiene que ver con el tipo de información que desean las audiencias. Es sorprendente que una cadena de noticias sesgada y simplista, como Fox, tenga semejante crecimiento en Estados Unidos. O que TVcable, en Colombia, la ponga en reemplazo de CNN, que es mucho más seria, y nadie proteste.
No todo es negativo, desde luego. Hay esfuerzos valiosos, casos muy respetables, y éxitos reconocidos: el escándalo de las violaciones a los derechos humanos en Abu Ghraib, por ejemplo, lo destapó la prensa. Y por alguna razón el periodismo sigue siendo incómodo para los poderes, tanto institucionales como fácticos: según la ONG Reporteros sin Fronteras, el año pasado murieron 53 periodistas por razones del oficio, hubo 907 detenidos, 1.146 agredidos y 501 medios censurados. Pero los retos son altos y complejos y, sin un cambio de muchas cosas, el futuro del llamado cuarto poder mantendrá un pronóstico reservado.
rodpar@eltiempo.com.co
Rodrigo Pardo
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