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DE CÓMO CABE A VECES RECORDAR

Cuando los días van pasando pasan los días como trenes como nos lo dijera Eduardo Carranza en inolvidable mañana iluminada por la poesía y los años agolpan su pesadumbre sobre nuestra vida, es grato pensar en cuánto para nosotros ha valido ésta. Algunas veces, a manera de memorias hemos evocado ciertos episodios de ella. Lo importante es poder mirar hacia atrás el ineluctable pasado sin algo que nos amargue el espíritu. Porque si la vejez no trajera consigo la placidez del vivir, qué gozo fuera suficiente a consolarnos de la juventud perdida y de la vida gastada en luchas y desvelos? Mas si en el caso personal nuestro miramos al fugitivo ayer, nos consuela el alma la certeza moral de haber vivido la vida sin la pesadumbre de haber sembrado el mal. Mejor, según la norma aprendida de Lope de Vega: Quien ha llegado a edad ponga el sentido en dejar que quien venga atrás mancebo pase por el camino que has venido .

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Y es grato mirar atrás sin remordimiento de conciencia. Es decir, que el anciano tenga clara la suya, y la certeza moral de haber dejado grata huella. Y en nuestro caso lo vivido nos dice: tranquilo; hiciste más siembra de bien que cosecha de mal. Porque en verdad que la herencia que recibimos de los mayores los viejos como los nombraba nuestra adolescencia fue de conducta noble: a ellos los vimos en el alba de nuestra propia existencia, trabajar laboriosamente siempre dentro de esquemas de honestidad. Y como al agro consagraban su tarea ejemplar, ellos nos enseñaron a amar la tierra; la verdadera y aquella de nuestro nacimiento. Porque aquello de la Loma de los mayores no es frase hueca.
Y ya que de la infancia hemos hablado, volvamos pues a su recuerdo y al de nuestra juventud, ya que no se contrarían sino antes bien se acopla el esquema de los primeros años y el de los de la edad madura. Ante todo debemos dar gracias a quienes nos regalaron el privilegio de saber leer, en cuanto tal don nos ha permitido la gracia de asomarnos a las fuentes de la sabiduría y al inexhausto manantial de la belleza escrita. Porque tenía razón Gracián, cuando en su Criticón escribió: Gran gusto el de leer, empleo de personas que, si no las halla, las hace . Y es cierto, porque en los libros en veces nos hallamos y, si ello no ocurre, el libro nos forma, nos hace. De ahí nuestra gratitud no sólo hacia quienes nos enseñaron a leer, sino hacia quienes nos guiaron en la enseñanza de cuanto nos debiera ser grato leer, y de tal modo nos dieron manera de formar el espíritu. Y aquí de nuevo Gracián, cuando advierte: No hay regalo para un ingenio, como un libro nuevo cada día . Y ello máxime cuando nos agobian los años, y sólo en los libros hallamos consuelo para la vejez.
Lo de veras cierto al rememorar nuestro pasado, es poder repetir aquello con lo cual Neruda tituló sus memorias: Confieso que he vivido. Porque en verdad la suerte la voluntad de Dios al señalarnos como profesión vital el periodismo, nos ofreció la oportunidad de conocer la vida en todas sus manifestaciones, tanto en el campo de lo nacional, como en el internacional. Cuarenta y dos años y medio frente a la dirección de un gran Diario, fue ocasión propicia para conocer y vivir los acaecimientos de la patria y el mundo. Muchas veces, como interesados espectadores, y otras y no pocas como directos actores. A amigos que nos piden escribir sobre cuanto hemos visto y vivido, les hemos respondido cómo la senectud ha debilitado nuestra memoria y no nos es posible precisar fechas, las cuales fueron, inclusive, esencia de nuestro propio existir y, acaso, de ellos, involuntarios participantes. Sin embargo, quizá una que otra vez nos detengamos en el empeño de evocar sucesos del pasado. Y ello, porque es cierto lo del clásico: Los recuerdos embellecen la vida, mas sabiendo olvidar aquellos que no nos fueron gratos . Y de esto infortunadamente no faltan algunos puntos, los cuales no obstante, vale más dejarlos reposar sin rencor alguno, en el olvido, que todo lo restaña.
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