Todos los días, por lo menos entre semana, un canal de televisión por cable repite los capítulos de la serie Seinfield, que se terminó de producir hace varios años. Su protagonista es un cómico que vive de hacer stand up comedy en bares de Nueva York.
Aunque a veces es graciosa la mayoría de veces no pega y entonces el stand up comedy parece ser una de esas extravagancias que solo los gringos entienden y disfrutan. Al fin y al cabo solo ellos saben lo que es pelear con un taxista pakistaní, comprar las verduras en una tienda de coreanos, o lidiar con la empleada chicana.
Por eso, importar el stand up comedy a Colombia parecía una tarea temeraria. En primer lugar la cultura criolla del bar se asocia con la música a todo volumen y toneladas de alcohol, dos condiciones que no riman con el stand up comedy. Sospechaba que todo se iba a quedar en tristes espectáculos de cuenta chistes, llenos de palabras altisonantes, sexo, borrachitos machistas, antioqueños pasados de revoluciones y pastusos con la chispa atrasada.
Andrés López en su espectáculo, La pelota de letras, que se presenta en el Teatro Nacional, demuestra que el stand up comedy es posible y destruye cualquier prevención de tipo chauvinista. No se puede decir, por ejemplo: "Ah, una mala copia de Jerry Seinfield". No.
López derrumba todos los prejuicios. No es un cuenta chistes, no dice una sola grosería y no recurre al sexo. Entonces, cómo hace reír? Simple, su espectáculo es una forma de mirarse al espejo, de confrontar los absurdos de la cotidianidad, las nostalgias de otros tiempos y los héroes de infancia. El cuentero , como le decían en el programa La tele , logra hacer reír a su público dos horas y media. Un rato así, como en la propaganda de las tarjetas, no tiene precio. Tal vez, el único pero de La pelota de letras es que debería advertir que es un show no apto para mayores de 50 años, aunque, quién sabe?.
En todo caso, los que nacieron en la década del sesenta o posteriores, encuentran en la perorata de López plena sintonía. Marco, Heidi, Centella, el Hombre nuclear son el marco de referencia en el que se mueve La pelota de letras. López recorre la distancia que va del telebolito a la Playstation 2 y de Jimmy Salcedo a Shakira. Su carreta es la de la Colombia de entrecasa, no la de las noticias en los periódicos, sino la de todos los días, la de los transeúntes anónimos, los que hoy, por cuenta de las promociones de los celulares, "no tienen minutos".
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Andrés López presenta su show en La Castellana.