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ALINA COLGÓ EL HÁBITO Y SE GANÓ 9 HIJAS

Cuando en 1956 se ordenó como religiosa de la comunidad de San José de Tarbes en Toulouse (Francia), ignoraba que al otro lado del Atlántico, en Popayán, su tierra natal, Dios tenía otros planes para ella: ser mamá e incluso abuela.

Cuando en 1956 se ordenó como religiosa de la comunidad de San José de Tarbes en Toulouse (Francia), ignoraba que al otro lado del Atlántico, en Popayán, su tierra natal, Dios tenía otros planes para ella: ser mamá e incluso abuela.
Alina Mosquera Chaux, rubia y menuda, hija de una de las familias de rancia estirpe caucana y quien había cursado Artes Generales en la Universidad de Ontario en Canadá, se convirtió entonces en sor María Claudia para dedicarse a la educación de niños y adolescentes.
Sin embargo, la desnutrición y la pobreza que enfrentaban en 1971 algunos niños y niñas en Popayán, cuando en la ciudad no existía siquiera un hogar del Icbf, la atormentaban. Por eso, solicitó permiso a su congregación y creó el primer hogar para menores abandonados en el populoso barrio Alfonso López de la capital caucana.
"Los niños y niñas eran recluidos en ancianatos y no me parecía justo con ellos", recuerda ahora sentada en una de las bardas del jardín del colegio San José de Tarbes, donde es rectora.
En ese hogar llegó a convivir con 23 menores, que poco a poco fue entregando en adopción a familias extranjeras con ayuda del Icbf, que apenas iniciaba estos procesos en el país.
Para 1980 de los 23 ya solo quedaban en el hogar nueve niñas, ninguna de las cuales quería despegarse de su lado. Entonces, la madre María Claudia pensó en adoptarlas legalmente, algo que no podía hacer como religiosa. La disyuntiva fue difícil pero luego de mucho cavilar colgó los hábitos y se quedó con sus nueve hijas.
En 1983 la ex monja logró, en una especie de adopción sumaria , que de un solo tirón le adjudicaran a las nueve niñas con todas las de la ley. Así, Aleida, María Antonia, María José, Ana María, María Fernanda, Carolina, Alina, María Elvira y Cristina quedaron registradas con los apellidos Mosquera Iglesias. El segundo fue inventado por la madre, como un homenaje al mundo que abandonó.
Hoy todas sus hijas son mayores de 30 años; son profesionales y ninguna tomó el camino religioso. Una de ellas, Ana María, quien estudió enfermería murió sorpresivamente en 1990. "Sentí un dolor enorme, como sólo le puede doler a una madre", dice.
Pero en medio de la pesadumbre la vida le dio la oportunidad de conocer otra forma de maternidad: ser abuela. Hoy, tres muchachitos la llaman así: Esteban, de 10, Alejandra, de 6, e Isabela, de 5.
FOTO/O. Castaño
Alina Mosquera Chaux fue monja durante 24 años. En 1980 renunció para poder adoptar.
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