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SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA MAGNOLIA

Cuando uno está joven no piensa con la cabeza sino con los pies dice Magnolia*, quien recuerda que al llegar a la puerta de un convento (mientras huía de una muerte segura a manos de unos clientes) sólo pateó y pateó con toda la fuerza que le dieron los tragos que llevaba encima.

Cuando uno está joven no piensa con la cabeza sino con los pies dice Magnolia*, quien recuerda que al llegar a la puerta de un convento (mientras huía de una muerte segura a manos de unos clientes) sólo pateó y pateó con toda la fuerza que le dieron los tragos que llevaba encima.
Gritó y pidió auxilio a las religiosas, quienes en medio de la madrugada la atendieron y le suministraron un caldito para calmarle la borrachera de tanto licor apurado horas antes, y la angustia de 20 años de prostitución, que la aplastaron de golpe esa noche.
En griles como Dos tiempos , La madrileña y El iglú , todos del arrabal pereirano, Magnolia era casi una leyenda sexual. Era muy conocida también en los cafés que bordean el Parque La Libertad. Yo levantaba muertos rememora ella.
Arrancó en ese mundo a los 14 años, cuando empezó a acompañar hombres ricos que llegaban de Cartago y otros pueblos del norte del Valle. Una vez hasta terminó embarcada en una avioneta rumbo al Caquetá, donde se acostó con decenas de guerrilleros en un bar perdido en la selva conocido como Diabluras .
Muchos hombres pasaron por ella, pero por ninguno sintió nada especial. Al fin y al cabo, ella era puta por necesidad y sobre todo para poder responder por sus dos pequeñas hijas, Luisa* y Marcela*, nacidas en esos años azarosos.
No tenía más qué hacer -dice sin arrepentimientos-. Yo no fui al colegio y no sabía hacer nada. Me volé de la casa porque mi papá me maltrataba y me obligaba a conseguirle vicio. Me libré de eso con unas amigas que me llevaron a trabajar a los bares de La Libertad .
Mientras su vida sucumbía entre amanecidas, borracheras y camas por horas, las niñas quedaban al cuidado de la abuela. El dinero que Magnolia ganó alcanzó para matricularlas en el colegio, comprar una casa de dos plantas y mercado quincenal.
Fue todo un sacrificio -comenta- Las veía poco, pero tenía que ser así. Lo más importante era que ellas tuvieran lo que yo nunca pude tener. Y también evitar que se volvieran como yo .
Por eso nunca les ocultó lo que hacía.
La noche en que terminó pateando las puertas del convento, abrumada por 20 años de mala vida, decidió que iba a aceptar la cantaleta cordial de las monjas y hacer un intento por salirse de eso.
Volvió con las religiosas que le ofrecieron capacitación en talleres de máquina plana, confección de ropa interior y hasta un empleo como aseadora.
Hoy, a los 34 años, está aprendiendo a sumar y restar y se siente feliz, sobre todo por el respaldo y ayuda de sus dos niñas para cambiar de vida. Luisa, la mayor, quien cursa séptimo grado, les dirigió hace poco una carta a las directivas de la institución que acogió a Magnolia para agradecerles lo que han hecho por su mamá, que hoy hace tareas con ella y la acompaña a piscina los domingos.
* Nombres cambiados.
FOTO/Freddy Moreno EL TIEMPO
Magnolia era una leyenda sexual en los cafés del centro hasta la noche en que terminó pidiendo ayuda en un convento.
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