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ESTO NO ES SOLO UN JUEGO

Dos jóvenes de Medellín entutelaron a su mamá por ser adicta al juego y por considerar que su vicio les había llevado a la ruina.

Dos jóvenes de Medellín entutelaron a su mamá por ser adicta al juego y por considerar que su vicio les había llevado a la ruina.
El fallo de la Corte Constitucional favoreció a la madre porque no se encontró violación de derechos fundamentales. Pero dejó sobre el tapete el problema de la adicción al juego y sus consecuencias laborales, familiares, personales y sociales.
En Colombia, como en toda América Latina, los jugadores han crecido junto a la crisis económica, porque más de uno quiere salir de la ollai y ve en el juego su oportunidad: en el 2003, en el país se apostaron cerca de dos billones de pesos, según Etesa.
Gira la ruleta. Cae en Oscar, confeso adicto. El se la juega primero:
Comienza a sufrir cuatro días antes de que me llegue el sueldo. No duermo. Planeo las jugadas, la manera en que sacaré la carta ganadora. Paso las noches en blanco, con una ansiedad terrible. Mi esposa, antes de separarse de mí por esto, me preguntaba qué pasaba y yo no respondía. Para ella era un martirio saber que me llegaba plata y que yo me perdía hasta gastarla. Lo malo es que no hay medicamento que me borre esto a mis 50 años.
Comence desde niño, gracias a un tío que nos ponía a apostar de a cinco centavos. Luego me envicié con las máquinas de tienda, donde apostaba 200 pesos. Y en la calle, una vez perdí todo mi salario jugando a la bolita. No pude controlarme.
Pero lo que más me animó fueron los casinos. Me encantaron esas luces brillando. El Black Jack me absorbió porque ahí la gente apuesta contra uno. Si llegaba con 200 mil pesos, podía ganar hasta 400 mil. Pero uno siempre terminaba perdiendo. Y buscando excusas para jugar: si perdía, para recuperar; si ganaba, para ganar más. He llegado a jugar hasta tres días seguidos, tomando solo gaseosa. Quedo vuelto una piltrafa, peor que antes
Es el turno de la terapeuta. Ella pone las cartas sobre la mesa:
El suyo no es un caso aislado dice María del Pilar Jaime, directora de la Fundación Colombiana de Juego Patológico. Hay hogares destruidos por esta situación, una verdadera enfermedad, catalogada así por la Organización Mundial de la Salud (OMS) desde 1994 y en la que la genética tiene una gran responsabilidad. El problema actual es el manejo de esta adicción, que no se puede tratar igual a las del alcohol y la droga.
Oscar, por ejemplo, ha estado en clínicas de reposo, donde termina jugando con otros internos y reforzando su adicción. El tiempo libre, que para otros era distracción, para él significaba reforzar su problema.
Para Jaime, el manejo de la ludopatía debe ser personalizado e incluir a las familias de los pacientes. Aclara que el juego patológico es una de las adicciones del comportamiento, a las que pertenece la adicción a las compras, al sexo y al trabajo.
Oscar pone sus cartas más altas y divide sus motivos:
En las clínicas de reposo jugábamos lo que fuera: cartas o parqués, y apostábamos, así fueran monedas. Yo no juego por plata. Si quisiera ganar, compraría el Baloto. Y ni siquiera por el placer de jugar, porque lo mío es sadismo. Sino por vicio. Hace dos meses tuve una crisis, dejé el trabajo y me desaparecí de jueves a domingo. Me fui con la tarjeta débito y perdí todo. Mi hija me obligó a escoger entre ella o el juego. Me la jugué por ella. Ahora estoy en recuperación
Pero es alguien más quien tiene el as bajo la manga.
José Posada Villa, médico psiquiatra, asegura que los ludópatas se levantan pensando en jugar, viven para ganarles a las máquinas, se gastan el dinero que tienen y el que no tienen en ello, tienen problemas familiares, económicos, laborales y hasta legales, porque los embargan por las deudas, y terminan en la cárcel.
Es una adicción progresiva caracterizada porque crece la preocupación por el juego, una necesidad más frecuente de apostar dinero y una irritabilidad cuando intentan dejar de jugar. Eso causa perdida de control que los motiva a seguir jugando a pesar de las consecuencias negativasexplica.
Estadísticas de un estudio realizado en América Latina y datos de Etesa, la Empresa Territorial para la Salud, arrasan con la partida. En Colombia, en el 2003 se legalizaron 131 juegos de casino, 19.164 máquinas y 20.872 sillas de bingo. Rifas, chances, lotería, baloto, tragamonedas y casinos fueron los favoritos de los jugadores.
La realidad es muy cruda:vicio de jugar alcanzó en los últimos años proporciones alarmantes debido al incremento de la pobrezadice la Asociación de Psiquiatría de América Latina. Incluso, según esta organización, con los 100.000 millones de dólares que devora el juego cada 12 meses en esta región, en ocho años se podría pagar toda la deuda externa del continente.
Pero una cosa es jugar por diversión, y otra la adición, que crece entre los adolescentes. Informes realizados en Estados Unidos, Canadá, Oceanía y Europa confirman el incremento de jóvenes que se involucran en el juego por dinero. Entre el 4 y 8 por ciento de los menores tiene serios problemas y del 10 al 14 por ciento está en riesgo de adiccióndice Posada.
Colombia no es ajena al tema, según Jaime, quien atiende a un universitario de 17 años que perdió el semestre por su vicio al juego.
Los jugadores problema son de dos a cuatro veces mayores en adolescentes que en adultosdice. Los videojuegos incrementan la tendencia. Según el perfil del ludópata, los jóvenes con juego patológico son más sensibles, extrovertidos, ansiosos, tienen dificultad para conformarse con las normas sociales y experimentan problemas con la autodisciplina. Estos jóvenes, además, tienen mayor riesgo de intentos de suicidio. En fin, la adicción no es un problema que se pueda dejar al azar.
Foto 1: Jugar por diversión no es malo. Los casinos pueden ser un sitio de reunión y entretenimiento. EL problema es cuando se convierten en obsesión.
Foto 2: Un adicto al juego se levanta pensando en apostar. Debe buscar ayuda antes de tener problemas familiares; económicos o judiciales.
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