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BENEFACTORAS DE LOS INTERNITOS

En una casa aledaña a la Cárcel El Buen Pastor crecen muchos de los hijos de las internas mientras ellas cumplen sus penas.

En una casa aledaña a la Cárcel El Buen Pastor crecen muchos de los hijos de las internas mientras ellas cumplen sus penas.
El hogar El Pastorcito está adscrito al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) pero es administrado por las Voluntarias del Buen Pastor, cuya presidenta es Mariela Vanegas, una licenciada en educación que hace 35 años emprendió esta obra y todavía es la presidenta.
De alguna manera, ellas son como las madres sustitutas durante el tiempo en que los pequeños no están con sus verdaderas progenitoras.
El esposo de doña Mariela, Alejandro Mendoza, era el médico de la cárcel y de la comunidad de las hermanas del Buen Pastor. Como tal, le tocaba atender a las religiosas y a las presas. Sin embargo, veía con desconsuelo que los niños permanecían todo el día en los patios, en un ambiente poco propicio para su formación.
Entonces le propuso a la directora, la madre Leonor Duque, crear una guardería y ésta aceptó el traslado de las camacunas de las celdas a una pequeña casa vecina..
Era marzo de 1969. Doña Mariela asumió las riendas del hogar y poco a poco consiguió ayuda para acabar de dotar un kinder y una escuela, además de la zona de dormitorios. Seis años después, el Icbf les ofreció ayuda pero a condición de que abrieran el lugar a otros niños necesitados del barrio San Javier y que cerraran la parte escolar para concentrarse en el cuidado y la nutrición.
Las voluntarias, que entonces eran cuatro, no vieron problema porque al fin y al cabo su ideal era trabajar por los niños en general, con la ventaja de que de paso evitaban que los hijos de las reclusas crecieran estigmatizados y como metidos en un gueto. Hoy son 131 niños los del Hogar El Pastorcito y de ellos 20 son hijos de reclusas.
El hogar de los internitos
"Nunca ha habido discriminación, los padres de familia nunca se han sentido incómodos porque sus hijos compartan con los de las reclusas", asegura doña Mariela.
A su vez, los internitos -así llaman a los hijos de las reclusas- que alcanzan la edad escolar son ubicados en escuelas aledañas. Las empleadas de servicios generales los bañan y los visten, y luego las educadoras los llevan a estudiar y van por ellos al finalizar las clases. En la casa les supervisan el baño, les ayudan a vestirse y están pendientes de las tareas.
Los sábados son días de paseo, de ir al parque, a un circo o a un teatro, dependiendo de las invitaciones que lleguen. Los domingos van a los patios y pasan con sus madres casi desde que amanece hasta que anochece.
La parte triste de la historia surge cuando los niños cumplen los 6 años y pasan a un hogar de protección del Icbf, alejados de sus madres; cuando ellas salen y se van sin ellos o cuando, por el contrario, ellas reinciden y los pequeños vuelven a pasar otra temporada.
El papel de las voluntarias ha sido, por una parte, acompañar con el cuidado de los niños al equipo en el que hay profesionales y practicantes en áreas como sicología, trabajo social, nutrición, educación y comunicación.
Además, conseguir recursos gracias a los cuales han pasado de una pequeña vivienda a una edificación construida a remiendos, con salones, dormitorio y coliseo, comedor, buena cocina y hasta casa de muñecas.
Para eso las mantienen un costurero cuya ropa venden en sanalejos mensuales a la gente que sube a la cárcel, buscando benefactores y con fiestas a las que invitan a sus amigos y familiares cobrándoles la entrada.
Actualmente son 20 voluntarias y 2 voluntarios, distribuidos en comités con el fin de cumplir a cabalidad con su misión. El próximo 20 de mayo será la ceremonia de cumpleaños de las voluntarias.
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