Otrora, la única comunicación con tierra firme desde las islas donde se aposentaba Cartagena seguía el mismo trazado del actual puente de Heredia. Su defensa preocupó a las autoridades coloniales; se trataba del acceso al recinto amurallado, puesto que un foso natural de aguas profundas rodeaba el resto de la ciudad. La llamada Puerta de Tierra de la Media Luna por donde entraban los bastimentos se hizo acreedora, como es de suponer, a la esmerada atención de los ingenieros militares.
No muy entrado el siglo XVII, el viaducto de la Media Luna ya contaba con poderosos elementos disuasivos. Se le dotó en Getsemaní de una bien artillada batería cóncava de ahí el nombre de Media Luna y, a pocos metros, el primero de tres fosos de agua con sus puentes de madera. Más adelante, en el centro del viaducto se erguía un revellín, pequeño fuerte cuadrado con emplazamientos para piezas de bajo calibre. Controlaba a los transeúntes, obligados a pasar por un laberíntico callejón donde apenas cabía un carruaje. Frente al revellín corría el agua del segundo foso cruzado por un puente elevadizo. Cerca del continente se construyó una tenaza, obra sencilla formada por dos muros en ángulo saliente, vecino a la cual el tercer foso de agua corriente redondeaba el dispositivo de protección.
Esta perla de las fortificaciones cartageneras desapareció totalmente a finales del siglo XIX. El revellín cayó en 1883. Unos años más tarde se demolió la batería de la Media Luna, se rectificó el viaducto y se rellenaron los fosos. Al fin y al cabo, batería, revellín, tenaza y cortaduras habían sido ideados para impedir el paso y lo que ahora deseaba la pacífica ciudad, que se acercaba al Centenario de la Independencia, era facilitarlo. Todavía el camino colonial constituía el único acceso a la ciudad de Heredia.
El doctor Juan Manuel Zapatero, gran gurú de la fortificación abaluartada, afirma en su Historia de las fortificaciones de Cartagena de Indias, al lamentar la desaparición de la Media Luna, que solo algunos restos de la vieja tenaza son posibles de identificar..., y cortos muros del declivio, sosteniendo la pesada mole del puente moderno . En Las fortificaciones de Cartagena de Indias. Estudio asesor para su restauración reitera que en el reconocimiento practicado se ha podido apreciar que aún se conservan algunos testigos de la escarpa y del estribo del puente, en el tramo comprendido entre el segundo y tercer foso, en una longitud de 20 metros... Doy fe de que del lado derecho, saliendo de Cartagena, es todo lo que queda del viaducto de la Media Luna porque, a pie y en chalupa, acompañé al doctor Zapatero durante el reconocimiento. Del revellín, que tanto ha salido a relucir en las recientes y acaloradas discusiones como joya colonial por recuperar, no quedan ni rastros.
Ante esta incontrovertible evidencia, qué está sucediendo? Por qué tanta emotividad? A nadie se le ocurre pensar que el Consejo de Monumentos Nacionales intenta ultimar a mosquete la Carta de Venecia (documento de expertos restauradores acogido por la Unesco) con una reconstrucción del revellín. Más probablemente, el cisma lo ha generado una rancia tradición colonial: un pleito de competencias.
El señor alcalde de Cartagena opina que ha sido paciente y conciliatorio; a su juicio, en su momento acogió muchas de las sugerencias y las incorporó al diseño del puente. Frente a una obra de progreso que la ciudad necesita no tiene por qué atender observaciones extemporáneas y al parecer equivocadas históricamente de un centralismo desorbitado. El Consejo de Monumentos, por su parte, exasperado quizá por las depredaciones de que es víctima el Centro Amurallado de Cartagena, está decidido a hacer valer su autoridad como rector y protector del patrimonio arquitectónico. Ha encontrado eco porque la opinión que se preocupa por estas cosas expresa su frustración ante tanto balcón postizo y tanta demolición furtiva sin que las autoridades cartageneras y sus asesores actúen con suficiente energía.
Se podrá pronto cruzar el nuevo puente de Heredia porque en realidad no existe ya ni Media Luna, ni revellín fantasma, ni tenaza, ni fosos que lo impidan, pero no está de más el jalón de orejas y el interés del Consejo de Monumentos para que del otro lado del puente se mine el patrimonio cultural de la humanidad.