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UN PAPÁ FUERA DE SERIE

No tiene nada del papá normal. Es más, casi nunca está en casa, siempre está viajando, fuera del país, haciendo nuevos experimentos, dictando conferencias o en reuniones con premios nobeles de química o de medicina. Pero eso no quiere decir que no sea un padre amante de sus hijos. Por el contrario, los quiere con toda su alma; además, es amigo, confidente, siempre pendiente de ellos, pero sobre todo orgulloso, muy orgulloso de ellos, más que cualquier padre.

Redacción El Tiempojunio 17 de 1993, 12:00 A.M.

No importa el lugar del mundo donde esté, siempre se entera de como están y la comunicación jamás se pierde. De Colombia es lo que más lo persigue, los tiene en su mente y en su corazón.

Cuando los nombra, sus ojos se encienden y su tono de voz es la de un catedrático que quiere dejar en claro muy en claro lo que está diciendo. Así, en pocas palabras, se puede definir familiarmente a Manuel Elkin Patarroyo, el creador de la primera vacuna sintética del mundo, la vacuna contra la malaria que salvará a doscientos millones de personas en el mundo al año, la mayoría niños.

De Patarroyo se sabe todo en el campo científico, pero muy poco de su vida familiar. Colombia, su esposa y sus tres hijos lo siguen hasta en los más recónditos rincones. Ese es uno de los secretos por los cuales el científico es uno de los mejores embajadores del país. El es la imagen positiva de Colombia, la cara científica, que se complementa como un dulce hogar.

Detrás de él están todo el apoyo y la comprensión de una familia y de unos hijos que aceptaron, hace mucho tiempo, el sacrificio de perder un poco su compañía para compartirlo con la investigación.

Cuando está en Colombia la unión familiar crece mucho más, hacen cosas que generalmente no realizan y comparten con su papá todo el tiempo. El se deja llevar por su esposa, que de cierta manera impone sus condiciones y lo hace llegar tarde a ciertas citas porque le dio por mirar algunas vitrinas.

Contra ese poder no hay nada científico que lo pueda combatir. Quizá es porque María Cristina, su esposa, es una médica pediatra, tan brillante como él, y conoce como la palma de su mano esa faceta sensible y sencilla del investigador.

Claro que como papá las cosas no son muy distintas. Más bien, como dice el dicho, de tal palo tal astilla : Manuel Alfonso, el mayor, de 20 años, no se queda atrás. Le sigue muy de cerca los pasos a su papá como brillante investigador. A su edad es uno de los alumnos más sobresalientes de medicina. Está en quinto año y ya tiene planes concretos sobre su futuro.

Claro que María Cristina lleva ese mismo molde. Hoy tiene 16 años y está a punto de entrar a medicina. De cierta manera, ya ha recorrido mucho camino, ya que cuando su padre regresa de los viajes, la pregunta obvia de Cómo te fue papá? implica una charla científica sobre los adelantos de la vacuna contra la malaria, sus nuevas investigaciones y, por supuesto, le habla de las condecoraciones y reconocimientos que le hacen a nivel mundial y que a veces se ignoran en nuestro país.

Manuel Alfonso es muy pilo . El va a ser un médico muy grande. María Cristina va por el mismo camino, excelente estudiante , dice.

Carlos Gustavo, de 14 años, el tercero y el menor, fue el que cambió la medicina y la investigación por las letras y los poemas.

Es muy buen escritor, yo he visto y he leído sus escritos y son excelentes. Es un poeta muy bueno , agrega.

Y para ellos su papá es fuera de serie. Así, sin más palabras. Un hombre al que no le gusta la violencia, al que muchos científicos en el mundo le admiran su dignidad y su entereza para enfrentar los retos que se impone.

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Redacción El Tiempojunio 17 de 1993, 12:00 A.M.