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ESPECTRO DE LA AMADA

El lector que se enfrente a las páginas de En esas andaba cuando la vi, la primera novela publicada por Fernando Quiroz (Planeta), descubrirá con placer que el relato se presenta como un curioso acertijo y, finalizada la lectura, volverá al comienzo y encontrará que todo está anunciado en el epígrafe elegido. Allí volvemos a leer esta hermosa y al mismo tiempo cruel confesión: Las mujeres que tuve hasta hoy están muertas, y tanto más muertas cuando más las amé. A ninguna de ellas amé lo suficiente para que yo mismo muriera de algún modo en la muerte de ellas... .

El lector que se enfrente a las páginas de En esas andaba cuando la vi, la primera novela publicada por Fernando Quiroz (Planeta), descubrirá con placer que el relato se presenta como un curioso acertijo y, finalizada la lectura, volverá al comienzo y encontrará que todo está anunciado en el epígrafe elegido. Allí volvemos a leer esta hermosa y al mismo tiempo cruel confesión: Las mujeres que tuve hasta hoy están muertas, y tanto más muertas cuando más las amé. A ninguna de ellas amé lo suficiente para que yo mismo muriera de algún modo en la muerte de ellas... .
La novela de Quiroz pretende exorcizar el espectro de la mujer amada aunque definitivamente perdida, para lo cual el protagonista deambula en un itinerario urbano preciso, que oscila entre Bogotá y Buenos Aires. Y mientras intenta liberarse en la capital argentina de la opresiva memoria de una colombiana, allí comprueba que Proust tenía la razón cuando dijo que una mujer no es más que el tránsito hacia otra mujer . Y con esa nueva mujer el protagonista regresa a su país de origen solo para comprobar el peso de la decepción. De nuevo Buenos Aires atrae sus pasos y allí cree encontrar la mujer que inicialmente lo deslumbró, liberándolo del primer espectro. Lo que suceda a continuación es otra historia.
Con esta primera novela, Quiroz reivindica la tónica intimista que, tal vez por los fastos del realismo mágico o la violencia diaria de nuestro país, otros escritores han dejado de lado. El primerizo narrador ha elegido un camino difícil, plagado de todos los riesgos implícitos en una historia de amor, como el sentimentalismo y la cursilería o la petulancia viril. Pero Quiroz supera airoso todos estos escollos y, con humor y una no disimulada dosis de crueldad, le ofrece al lector la clave de su búsqueda: encontraría a La Maga?
El guiño cortazariano, en el dédalo de Buenos Aires y en los laberintos bogotanos, reafirma que el único propósito de sus viajes entre el Lado de Allá y el Lado de Acá no es otro que encontrar la justificación del amor, aunque intuye que siempre se estrellará en el fracaso. A Enrique VIII le preguntaron, después de mandar ejecutar a alguna de sus mujeres, por qué insistía tanto en casarse si el patíbulo iba a ser el final de sus grandes amores, y el rey contestó: Porque todavía mi optimismo es superior al fracaso . Esta respuesta parece regir los proyectos del improvisado pintor callejero de la novela de Quiroz, aunque también sirve para ilustrar la sensación vivida por todo escritor cuando se enfrenta al hecho consumado de su primer libro: antes de su aparición todo era expectativa, después todo será exigencia...
Y la exigencia que Quiroz puso en su trabajo radica en el afortunado resultado de una historia convincente y una prosa depurada, concisa, alejada del menor atisbo retórico. Al lado de recientes primeras novelas, como Después de todo, de Piedad Bonet, y Relato de Navidad en La Gran Vía, de Ricardo Silva, la novela de Quiroz confirma que, a pesar del infierno tan temido, la narrativa colombiana goza de excelente salud.
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