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EL NUEVO ROLLO DE VENEZUELA

Realizar de cuatro a cinco películas anuales, poseer varias productoras fuertes y contar con más de treinta directores de trayectoria no son características comunes de las cinematografías latinoamericanas. Pero este es el balance, a vuelo de pájaro, de la producción venezolana. En la Cinemateca Distrital y el Auditorio de la Antigua Calle del Agrado, desde ayer y hasta el 21 de junio, se exhibirá una muestra representativa del Nuevo Cine Venezolano, que desde hace algunos años viene quitándose de encima las etiquetas del subdesarrollo y el costumbrismo.

Pues, en el eterno dilema del cine tercermundista entre abrir una mirada a sus condiciones sociales lacerantes y la despreocupada visión ingenua y superficial, en Venezuela han surgido nuevas propuestas. Mas lúdicas, más estéticas y mucho más cinematográficas.
Esta muestra de diez largometrajes y diez cortometrajes que presentan la Cinemateca Distrital, la Fundación Patrimonio Fílmico en coordinación con la Cinemateca Nacional de Caracas, permitirá conocerlas.
Con otras preocupaciones, los realizadores, desde hace unos 10 años, comenzaron a filmar películas en las que se dan el lujo de no invitar mosquitos, campesinos ni flores , como lo afirma Leonardo Henríquez de su película Tierna es la noche, una vuelta fresca sobre el eterno tema del amor. A partir de otros ritmos narrativos, febriles, desconcertantes, esta fábula vanguardista en nada recuerda los absurdos sentimentales de las telenovelas de las que la televisión venezolana ha marcado la pauta.
Otra estética
No es que el cine venezolano dice el crítico Darío Rasquin exigiera belleza caprichosamente, o la desaparición de temas vulgares o repetitivos fuese una condición. Harto de nostalgias de camino, el público exigía un giro sin tener que renunciar a su cotidianidad e identidad, a ese reflejo mágico que representa el cine .
El derecho a una estética propia, al mundo de los sueños o, simplemente, a la calidez de una tarde de amor, aparte de las miserias y exotismos para la exportación, lo han ido logrando estos nuevos cineastas. Armando Arce se complace, por ejemplo, en animar figuras pictográficas indígenas de su país con una técnica artesanal que utiliza solo una pluma sencilla y tinta. Nada de grandilocuentes discursos sobre una manida identidad, sino esta sencilla evidencia sobre la vigencia del arte precolombino en nuestros días, de su presencia en el fondo de la memoria latinoamericana y en el lenguaje del arte de este siglo, el cine.
Pero esto no significa que las miradas venezolanas se hayan vuelto hacia abstracciones alejadas de los problemas candentes de su país. Ellos siguen en el centro, pero ahora existe una libertad artística para su tratamiento. Jericó, de Luis A. Lamata, es una nueva forma de hacer historia, de volverla sensaciones y ambientes, de comprenderla desde otras esferas, además de las estrictamente documentales. En esta trama de un fraile dominico del siglo XVI, el drama de la conquista americana por los españoles muestra una cara alucinante.
Las mujeres también han tenido su cuota en la creación de estas imágenes. Mónica Henríquez ha buscado en la memoria colectiva femenina el camino que las sacó del mundo doméstico a la vida pública y laboral durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Su recurso es una reconstrucción poética a través de las huellas que dejaron los sueños de Hollywood y las verdades bruscas del tango en la generación de las mujeres de los años 30 y 40. Miralda Vera, por su parte, en Señora Bolero, se vuelve al mundo interior femenino, a la maternidad y sueños de amor nunca satisfechos.
Estas películas y otra de cineastas tan reconocidos como Paul Leduc (Latino Bar), Oscar Lucien (Un sueño en el abismo) o Carlos Azpurúa (Disparen a matar), que rompió los record de exhibición en su país y fue nominada para el premio Goya de España) darán una perspectiva completa del estado del cine en el país vecino que tantos premios internacionales ha logrado.
Dejan además estas películas toda una lección sobre las formas de realización (Venezuela ha ensayado con éxito el sistema de coproducción, especialmente con Francia) y otros medios de expresión de una realidad latinoamericana que Colombia también comparte. Los directores Leonardo Henríquez, Oscar Lucien y Miralda Vera dictarán charlas y conferencias en apoyo de la muestra.
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