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LA MACHACA ME LA INVENTÉ YO

En los años 70 logró atraer hacia Colombia la atención del mundo cuando dijo, en Cromos, que había encontrado al criminal nazi Martin Bormann en plenas selvas del Putumayo. Casi al mes, descubrió la machaca, un insecto que mataba a quien picaba, si este no hacía el amor en las siguientes 24 horas. El país entero enloqueció con el cuento: salieron camisetas, llaveros, canciones y unguentos, y no había un pueblo donde no hubiera una fuente de soda, bus o motel que no llevara ese nombre: La Machaca .

En los años 70 logró atraer hacia Colombia la atención del mundo cuando dijo, en Cromos, que había encontrado al criminal nazi Martin Bormann en plenas selvas del Putumayo. Casi al mes, descubrió la machaca, un insecto que mataba a quien picaba, si este no hacía el amor en las siguientes 24 horas. El país entero enloqueció con el cuento: salieron camisetas, llaveros, canciones y unguentos, y no había un pueblo donde no hubiera una fuente de soda, bus o motel que no llevara ese nombre: La Machaca .
En enero de 1972 cubrió la toma guerrillera de San Pablo (Bolívar), por el entonces comandante del Eln, Fabio Vásquez para Cromos. Su relato pasó a la historia en la Antología de grandes reportajes colombianos, de Daniel Samper Pizano.
Luego de chiviar a todo el mundo y de alcanzar la celebridad en Cromos, Henry Holguín pasó por Vea, El Bogotano, regresó a su Cali natal, estuvo en Super, trabajó en Guayaquil (Ecuador) por algunos años. Volvió y su carrera continuó en periódicos y emisoras caleñas, hasta que el resto del país lo fue olvidando, durante los últimos 25 años.
Hace poco regresó a Cromos y la semana pasada lo nombraron director de Vea, revista donde intentará, de nuevo, revivir sus mejores épocas de exitoso reportero de crónica roja.
Fernán Martínez Mahecha, compañero de Holguín en El Pueblo de Cali, lo describe como un animal para husmear la noticia: Va a hacer un reportaje y trae cuatro. Va a cubrir una tragedia aérea y en el camino se encuentra una manada de garzas en un árbol, les hace tomar fotos y escribe tremenda nota: Descubrimos dónde ponen las garzas! .
Fue mentira
Pero, desde sus descachadas con las historias de Bormann, que no era más que un inocente anciano alemán radicado en la selva, y con el descubrimiento de la peligrosa mariposa, lo persiguió la fama inventor de fantasías periodísticas.
El admite que se inventó la historia de la machaca. Fue mentira de principio a fin. Era como para sacar la pata por lo del nazi y, sobre todo, por la competencia con Juan Gossaín, pero no pensé que fuera un éxito periodístico. A la semana siguiente, en las calles había hasta bailes sobre la machaca. Pero un científico demostró que el maldito bicho no picaba .
A Juan Harmann, el presunto criminal, el cronista le encontró 31 coincidencias. Entre ellas, la fecha y el lugar de nacimiento, que habían peleado en la Primera Guerra y que ambos tenían una cicatriz que les dejó una herida de bala debajo del ojo derecho.
Holguín hizo encerrar a Harmann en Pasto y la prensa de todo el mundo fue hasta allí. Pero cuando llegaron las huellas dactilares se comprobó que no era. Todos me querían matar. Yo aún insisto en que es él. Porque, qué carajos hace ese viejito allá en la selva escondido? De todas maneras, fui portada de varios periódicos internacionales que titularon: Este encontró a Bormann .
Los límites entre realidad y ficción nunca fueron problema para Holguín. Martínez Mahecha recuerda la vez, en Cali, que resultaron en medio de una balacera durante el asalto a una joyería. Se protegieron bajo un jeep y uno de los atracadores cayó herido a su lado, con un revólver en una mano y un montón de joyas en la otra. De repente, el hombre soltó el arma, el fruto del robo, los miró y blanqueó los ojos.
Tituló: Robé porque mi madre está enferma, dijo el atracador antes de morir . Martínez le dijo: De dónde sacás eso? Holguín le contestó: Quedate callado. El tipo dijo eso, vos no lo oíste porque estabas cagado del susto .
Holguín se justifica: El que busca lo fantástico por fuera de la realidad es que no tiene imaginación. No hay necesidad de inventarse nada , afirma.
Nacido en 1949, se inició en el periodismo a los 13 años en como reportero en la cadena Todelar, en 1966 se vinculó a RCN y 1968 a El Occidente.
De Todelar recuerda esta fenomenal metida de pata. Cubriendo un accidente de un avión de la FAC, concluyó su informe diciendo: El cadáver del piloto herido fue trasladado para hacerle la necropsia de rigor .
Gracias a su paso a la prensa, en El Occidente de Cali, fue a dar al periodismo judicial. Comenzó a reconocer la sangre, a quererla y sacar noticia de ella, como también a distinguir el olor de la muerte. Y se inauguró con una historia sensacional, a la que bautizó La bella Judith .
Una mujer me llamó y me dijo que de la casa de al lado salía un mal olor. Llegamos con el fotógrafo, saltamos una tapia y encontramos el cadáver de una bella mujer acuchillada 19 veces. Hicimos las fotos y cuando salimos le dijimos a la señora que nos se preocupara, que tan solo era un gato muerto. La historia la queríamos solo para nosotros, pero cuando la Policía supo que habíamos mentido, nos pusieron presos .
Enfermizo competidor
Si algo lo obsesiona es un sentido exacerbado por derrotar a la competencia. Cuando se enteraba de un muerto, volaba a hacer la nota, y si aún no habían hecho el levantamiento, se ofrecía a llevarlo a la morgue en el propio carro de El Occidente. Cuando el redactor de El País llegaba, el muerto ya no estaba.
Hoy los periodistas se llaman para darse las noticias por teléfono: Qué tenés vos . La competencia es la base de este asunto, pues porque todos publicaríamos las mismas noticias grises, frías y el mismo plano. Así se establece un mismo nivel de mediocridad, y eso se nota , opina.
Su concepto de rivalidad va más allá de los medios. En 1970, entró a Cromos y se encontró con Juan Gossaín, con el que se peleaban las seis primeras páginas de la revista.
Mandaba al diablo al que fuera. Y no llegó más arriba porque, definitivamente, le faltaba disciplina , dice Gossaín.
Y de tal manera que una vez, el hoy director de Radio Sucesos, lo golpeó y Holguín, como buen caleño barriobajero, lo persiguió por tres cuadras con un pico de vidrio en la mano. Aunque Gossaín era su jefe, no lo echó: se entendían -dice Holguín- porque se trataba de dos periodistas emocionales, explosivos y sensitivos.
Daniel Samper, su jefe en El Pueblo, de Cali, recuerda que tuvo muy buena relación profesional con él: Cualidad: no se varaba ante nada. Defecto: no se varaba ante nada. Quiero decir que a veces estaba dispuesto a saltarse algunas normas inevitables del periodismo con tal de traer la información. Había que tenerle el pie en el freno, no en el acelerador .
Muchas veces aplicó prácticas non santas, como hacerse pasar por un oficial de la Policía para detener a los testigos de un crimen e interrogarlos o, algo más tenebroso, armar como rompecabezas un cuerpo que había sido descuartizado en 17 partes para poderle hacer una foto.
Un generador de sensaciones. El mismo que hace cuatro años, junto con otros 91 reporteros, firmó un manifiesto que enviaron a la Sociedad Interamericana de Prensa, en el que proponían un tercer camino entre la prensa seria y la amarillista. Un sensacionalismo que no inventara ni utilizara a niños y enfermos.
Qué se necesita para ser buen reportero? Suerte, compañero. Reportero que salga a la calle y no encuentre que estén asaltando un banco, no va a pasar nada con él , afirma.
Siendo director de El Bogotano, una madrugada llegó la camioneta a buscarlo, pito y pito, pero Holguín no salió. Se abrazó con su esposa de ese entonces (tiene 4 matrimonios) y dijo que estaba aburrido de madrugar a las comisarias a ver apuñalados, que dejaba la crónica roja.
Mentía. Volvió y todavía está aquí.
FOTO/Milton Díaz EL TIEMPO
A los 53 años, Henry Holguín se le medirá al reto de convertir a Vea en algo más que una revista de destapes.
FOTO/Cortesía Cromos
1- Así era la Machaca, una inocente mariposa que Holguín convirtió en un mortal insecto afrodiciaco.
2- Bormann y Harmann, protagonistas de otra de las novelas de Holguín.
3- Haciendo reportería en Cali. La figura de Holguín recuerda al también caleño Andrés Caicedo, su amigo y con el que rumbeó en las épocas de los apartamentos de solteros, del amor libre y sin el riesgo del sida.
4- Holguín dice que los dos mejores cronistas de Colombia han sido Germán Castro Caicedo y Juan Gossaín.
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