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INFIERNO EN LA JUNGLA

La mañana del viernes 18 de enero, la misma en que la guerrilla voló el puente El Alcaraván y dinamitó las torres de energía del departamento del Meta, un comando jungla de 16 policías libró una batalla a sangre y fuego en Sierra Eco.

La mañana del viernes 18 de enero, la misma en que la guerrilla voló el puente El Alcaraván y dinamitó las torres de energía del departamento del Meta, un comando jungla de 16 policías libró una batalla a sangre y fuego en Sierra Eco.
Combatieron en medio de un mar de coca, en las selvas del Caquetá, en el suroriente de Curillo, a 32 millas de Villa Garzón (Huila). La pesadilla empezó cuando las Farc impactaron dos helicópteros, donación estadounidense al Plan Colombia, que además transportaba a tres estadounidenses expertos en operaciones de fumigación.
Puestos en tierra para cubrir la retirada de los estadounidenses, cuyo helicóptero se precipitó a tierra en el corazón de un enorme campamento guerrillero, los jungla pelearon durante horas. Cinco antinarcóticos dejaron su vida en la manigua y otros cuatro abandonaron el teatro de guerra en hombros de los siete compañeros que sobrevivieron a las Farc y que lo dieron todo por salvar a Cuervo II , el helicóptero más herido .
Lo que se vivió allí solo es comparable con las dantescas escenas de las películas sobre Vietnam, como Platoon, Prisioneros de guerra o la Misión del debernarran hoy los sobrevivientes, que esta semana fueron recibidos en la Dirección de la Policía como héroes de guerra.
EL TIEMPO reunió a los 11 héroes anónimos -liderados por un subteniente de 24 años- y reconstruyó, minuto a minuto, lo que ocurrió en tierra y aire.
Ese viernes 18, relatan, los hombres de antinarcóticos acantonados en la base militar Larandia (Caquetá) se levantaron a las 4:30 de la mañana para continuar con la operación Onix II , que habían iniciado el 18 de noviembre del año pasado y que hasta ahora ha permitido destruir más de 10 mil hectáreas de coca.
La misión de la mañana era destruir más de 600 hectáreas de coca que los satélites estadounidenses habían detectado en el suroriente de Curillo, bajo control de unos 300 guerrilleros del frente 49 de las Farc.
A las 7:30 -luego de encomendarse a Dios y dejar atrás las fotos de sus familias- 20 hombres de antinarcóticos y 3 estadounidenses abordaron una flotilla de 6 helicópteros Bell, UH-1H y Black Hawk y cuatro aviones de fumigación OV-10.
Regresaron a la base hora y media después, luego de haber destruido exitosamente las primeras 120 hectáreas de coca. Tanquearon y volvieron a la zona, pero esta vez a un punto más inhóspito: Sierra Eco, a orillas del caudaloso río Caquetá.
La operación transcurrió normalmente hasta que desde tierra los guerrilleros abrieron fuego contra el piloto de Cuervo I , helicóptero líder de la misión. Uno de los proyectiles se incrustó cerca al rotor de la aeronave y amenazó su estabilidad. Activé nuestro código secreto para reportar a toda la flotilla que nos estaban atacando .
El piloto -un mayor de la Policía curtido en lidiar con emergencias- verificó los tableros de su Cuervo y decidió iniciar la retirada.
Estaba virando hacia la base de Villa Garzón cuando observé que Cuervo II -helicóptero donde viajaban los estadounidenses- echaba humo y perdía altura vertiginosamente. Me quedé para apoyarlo .
Cuervo II aterrizó de emergencia en una pequeña cabecera de playa, que separa al río de la selva. Las ráfagas se sucedían tratando de hacer blanco", recuerda el piloto de Cuervo I , encargado de evacuar a los estadounidenses y a la tripulación del otro helicóptero que amenazaba con arder en medio de un espeso humo negro.
Cae primera escuadra
Desde el aire, las otras aeronaves acosadas por vientos cruzados y por la aguja en rojo del combustible- cubrían la retirada y ametrallaban la maraña. Operaron hasta las 10:30 de la mañana cuando arribó otra flotilla de cinco helicópteros. Transportaba un comando jungla de la Policía, una fuerza de combate y de asalto preparada por el SAS de Inglaterra incluso para sobrevivir por sus propios medios en la selva.
Debían desembarcar y proteger a cuatro técnicos, cuya tarea era rescatar a Cuervo II . La valoración de los daños, sin embargo, arrojó otra conclusión: era necesario regresar a Villa Garzón y conseguir una manguera del hidráulico.
El plomo arreciaba y los guerrilleros trataban de coparnos , recuerda otro de los sobrevivientes. Los jungla echaron mano de sus M-60, sus fusiles Galil y R-15, sus lanzagranadas M2-42 y sus cohetes M-72 y se atrincheraron entre la manigua para contestar el fuego enemigo.
Hubo un momento en que nos topamos a 15 metros con los guerrilleros. Y en ese solo envión nos llevamos la primera escuadra subversiva. Vi niños, mujeres y un hombre que portaba una boina negra de comandante , asegura otro antinarcóticos.
Las balas de los guerrilleros también cobraron la primera baja en las filas policiales: el patrullero encargado de la M-60. Sus compañeros dicen que solo se le entregó a la muerte cuando disparó el último cartucho.
Siguió su compañero de trinchera: un impacto en la cabeza! El enfermero de la misión, que arrastró consigo una maleta de primeros auxilios M-5, retiró el casco destrozado por la bala y lo vendó para evitar que se desangrara. Sin embargo, no resultó. También a él la muerte se lo llevó y, de paso, casi al enfermero.
Este trataba de activar nuevamente su fusil para frenar el acoso guerrillero del sur, del oriente y del occidente de la selva, cuando un proyectil le entró por su espalda y le atravesó un pulmón. Otro proyectil le hizo blanco en el brazo izquierdo. Yo solo repetía en voz baja: Virgencita que este no sea mi día . Y sé que estoy vivo de milagro .
Ya hacia el mediodía, la lucha se convirtió en una pesadilla casi cuerpo a cuerpo. Hubo un momento en que me encontré de frente con un guerrillero, pero le gané de mano y disparé primero , dice otro de los discípulos del SAS.
Arriba, los helicópteros -nuevamente acosados por la aguja en rojo del combustible- perdían comunicación con la patrulla en tierra, mientras los artilleros mantenían su dedo en el gatillo de las M-60 sin poder disparar. Avistaban chalupas que se desplazaban repletas de hombres, pero no tenían certeza sobre sus ocupantes. No pudimos abrir fuego, porque sacaban banderas blancas y no estábamos seguros de que fueran guerrilleros .
Hacia las 2:30 de la tarde todo estaba casi perdido. Cinco policías yacían entre la maleza y otros cuatro clamaban a sus compañeros que no los abandonaran. Las voces y los silbidos de los guerrilleros se escuchaban a pocos metros y trataban de confundirlos. Nos decían que tranquilos, que eran refuerzos del Ejército .
Nadie estaba para rendirse, y los guerrilleros, que lo entendieron, lanzaron una ofensiva final con granadas de mano y de mortero. Creamos un túnel de retirada hacia el norte de la jungla, único sitio desde donde no nos atacaban. Luego nos comunicamos con los helicópteros , enfatiza el joven comandante.
Ya con coordenadas precisas, las aeronaves arreciaron los ametrallamientos. Y se preparó la operación rescate con dos Black Hawk. El primero intentó desembarcar un comando elite del Ejército. Tocaba tierra cuando las ametralladoras se trabaron.
Los guerrilleros, que buscaban afanosamente impactar la cabeza del piloto, fracasaron en su intento. El hombre, que antes de subirse a su halcón negro siempre pone su mano derecha sobre el parabrisas de la aeronave, reza un Padre Nuestro y pide a Dios protección para él y para sus compañeros de misión, salió ileso.
Me dispararon docenas de balas, pero no me pasó nada . Sin embargo, nueve proyectiles perforaron el Black Hawk. Uno de ellos se metió por el parabrisas y se estrelló contra el pecho del copiloto. Sentí un impacto profundo que me tiró hacia atrás y me dije para mis adentros: me mataron . Busqué sangre, pero me di cuenta de que el proyectil había quedado incrustado en el chaleco de supervivencia .
El último herido
El desembarco era imposible, suicida. El piloto tomó altura y salió del área con la tropa ilesa. Y el turno fue para el segundo halcón negro. Eso se escucha como fritando maíz pira , relata hoy su piloto, un coronel al que han curtido 12 años de impactos contra las latas de su aeronave.
Con la guía de una bengala de humo activada por los jungla, el Black Hawk entró rompiendo con fuego nutrido de sus dos ametralladoras, mientras el resto de la flotilla seguía disparando a la selva.
Los sobrevivientes abandonaron sus trincheras disparando. Llevaban en sus hombros a tres de sus compañeros heridos. Los dejaron sobre el piso del halcón negro.
El fuego enemigo amenazaba con destruir la aeronave, las granadas hacían impacto a su alrededor. El coronel advertía que era hora de partir. Sin embargo faltaba un herido. Estaba atrincherado en algún lugar de la manigua.
De un momento a otro, cuando el helicóptero abandonaba tierra, el último sobreviviente apareció a 15 metros del halcón negro, cojeando y cayéndose entre la arena. Buscaba con desespero la aeronave. Como no podía caminar, decidí echarme a botes .
Otro jungla saltó del Black Hawk y lo ayudó a subir. El helicóptero levantó y abandonó el infierno. El auxiliador colgaba como una bandera humana. No hubo alternativa. Las demás aeronaves destruyeron el Cuervo II . Es la orden incluso estadounidense. Ningún helicóptero puede abandonarse a merced de la guerrilla.
Al día siguiente, sábado, la flotilla estaba de nuevo lista para regresar y parte de los jungla enfilados para rescatar los cinco cadáveres de los caídos. Sin embargo, desde Curillo, el alcalde telefoneó. Las Farc le habían llevado los cuerpos. 32 mil tiros no fueron suficientes para salvarlos, pero la operación Onix II continúa. Un jungla nunca muere. Va al cielo y se reagrupa , gritan los sobrevivientes.
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