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PRUEBA DEL BOMBÓN

Qué hace un niño cuando le muestran unos deliciosos bombones y le dicen que si espera 20 minutos puede comerse dos, y que puede coger sólo uno si no es capaz de esperar? El experimento es bien interesante porque muestra la autodisciplina y la habilidad de saber demorar la gratificación. El sicólogo Walter Mischel lo realizó en los años 60 y 70 con niños de 4 años de edad, en Stanford, y con un seguimiento de 14 años hasta la adolescencia.

Los resultados descubren una notable diferencia emocional, social y académica entre aquellos niños que de una vez fueron por el bombón y aquellos que supieron esperar con acciones como estas: jugar, cantar, conversar, cerrar los ojos o intentar dormir. Al final de la secundaria, esos niños fueron observados y las diferencias en la conducta eran evidentes: la mayoría de los que habían resistido la tentación eran adolescentes más competentes en el plano social, personalmente eficaces, seguros de sí mismos y capaces de enfrentar las frustraciones de la vida. No se derrumbaban ante los problemas, soportaban las presiones y afrontaban desafíos en lugar de renunciar; confiaban y eran confiables, tenían iniciativa y se comprometían.
Sin embargo, una buena parte de los que fueron de una vez por un bombón, 12 o 14 años más tarde tenían rasgos sicológicos preocupantes: tendían a ser poco sociables, tercos, indecisos y perturbados por las frustraciones. Con una mala autoestima, desconfiados y resentidos por no obtener lo suficiente, propensos a los celos y la envidia, irritables, bruscos, exigentes y provocadores.
La prueba del bombón nos dice si a un niño lo forman para tener disciplina, no hacer siempre lo que quiere sino lo que conviene y ser capaz de decir no, aunque haya tentaciones y presiones. Algo que aprende del ejemplo de sus padres y de un amor que fija límites, evita la sobreprotección y educa en el autodominio. En efecto, sin estos valores, lo que se crea es un grupo de indomables emperadores y de marionetas que se mueven al vaivén del facilismo y el hedonismo.
En la China los llaman los pequeños dragones , fruto de una generación de hijos únicos, arrogantes, exigentes y dominantes. Por eso, papás, no críen pequeños dragones , ya que los malos de hoy, de niños fueron de una vez por su bombón y, ahora, chupan droga, alcohol, el erario público o lo que sea. Y, claro, también se van detrás de cualquier bombón aunque estén casados. Pobrecitos!
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