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NAZARENOS

Resulta otra vez que el Presidente es culpable de todo. Contra la evidencia, funciona aún esta otra simulación nacional consistente en que, por cuatro años, el presidente de turno asume la desgracia, lo que diluye la torpeza acumulada de la conducción nacional y permite, luego, que otro más cargue con un desastre que solo la tontería, esa sí inmarcesible, atribuye a personas y no a políticas. Tal exculpación de la inercia no solo oculta la razón del mal, sino que la robustece, aunque se creyera que solo a una inteligencia colectiva rudimentaria le quepa que alguien, él solo, arruine o redima un país. Un superhombre apenas causaría el daño continuado de toda una dirigencia, del secuestro del Estado, de la venalidad administrativa, del monopolio del poder. Entre los recientes, ni Samper, ni Gaviria, ni Pastrana, ninguno, ni juntos, dan siquiera para eso.

JORGE RESTREPO
Sin excusar la responsabilidad del presidente. Tampoco la del actual, encarnación cuál mejor de la política que dañó la nación, sobre quien gravitan cuarenta años de impopularidad, a quien más que méritos, lo eligieron estafa samperista y ruina gavirista. No todos iguales: Barco y Betancur reconocieron la miseria y Betancur la insurgencia, hasta Pastrana, que, oportunista o no, hizo lo que tenía que hacerse hace rato, aunque con perversiones, como un afán personalista proclive a concesiones excesivas, a sometimiento a E.U., o a un desquite con el samperismo, que este estimula intentando reproducir polarizando la pacificación, al tiempo como oportunismo electoral y como resurrección bipartidista. Aunque la paz no puede ser ya nunca ni liberal ni conservadora. Otro hipotético frente nacional incluiría al bipartidismo, pero no podría ser bipartidista. Por fortuna. Inaguantable más frentenacionalismo con Samper, Gaviria y Pastrana.
Solo un bobo espera que este presidente u otro parecido corrija él tanta descomposición y se traga el truco viejo que, período tras período, hace creer, como ahora, que una señora expresiva, o la verbosidad serpista puedan cambiar lo que los puso donde están, proyectos ambos de nueva polarización artificial bipartidista electorera, perjudicial para la pacificación. Fuera de inmoral, sería suicida esta nueva suplantación de responsabilidades, imposible en sociedades con prensa, opinión, congreso, oposición, donde ni los partidos son exonerables de sus destrozos, ni se admite a la dirigencia nazarenos que los expíen. Es el sepelio del bipartidismo excluyente; lo refuerza su enésima exhibición de vagabundería parlamentaria. Detrás del presidente, el vacío doctrinario y moral conservador; enfrente, el mentiroso reencauche liberal mediante la colinchada oportunista a la izquierda europea.
JORGE RESTREPO
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