y su serie Pandillas, guerra y paz, que cumple un año en el aire, es bien interesante. Producido por una programadora pequeña, este seriado unitario ha dado la pelea. Y aunque no ha ganado la guerra (esta aún no ha terminado), son muchas las batallas que ha librado y de las que ha resultado vencedor.
De los 35 capítulos que se han emitido este año, por lo menos 15 han superado en las mediciones de audiencia a sus grandes enfrentados en el horario quizá más competido de la televisión colombiana (domingos, 8:30 p.m.). Su rating, que ha oscilado entre 15.5 y 23.3, ha logrado mantenerse estable con un promedio de 16 puntos y superar a otros seriados y enfrentados extranjeros. Solo con blockbusters (películas taquilleras) ha podido, en especial Caracol, vencerlo (mas o derrotarlo).
Su gran mérito ha sido retomar una realidad violenta, por lo que se le criticó en un principio, para convertirse en un espacio pedagógico sobre el problema de la delincuencia entre las pandillas de Ciudad Bolívar en Bogotá, una especie de regenerador para muchos jóvenes a quienes se les han ofrecido alternativas de vida diferentes a la violencia y el resentimiento. Y gran parte de este logro se debe a la oportunidad que le ha brindado a pandilleros reales de protagonizar su propia historia en la pantalla chica. Así se ha iniciado un proceso de sensibilización e identificación por parte, no solamente de los directamente involucrados en el conflicto, sino del televidente y de los organismos y autoridades que pueden contribuir a su solución.
Por otra parte, se debe hacer un reconocimiento a Telecolombia, una de las pocas programadoras de los canales públicos que se ha arriesgado, ha dado la pelea frente a los privados, apostándole al poder resocializador que tiene la televisión y que va más allá del simple entretenimiento.