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JUAN DEL MAR, COMERCIANTE ESPECIAL

Es un comerciante atípico. Incluso, no sería nada raro que no supiera lo que es Fenalco. Pero, por sobre todas estas consideraciones, es un joven comerciante exitoso.

Se llamaba Juan Iglesias Vergara. Pero se cambió de nombre --en una notaría y todo, y ahora es Juan del Mar Iglesias. Es dueño de dos restaurantes y una pizzería. Uno de los restaurantes tiene de nombre el suyo al revés: El mar de Juan . La pizzería es Pizzaluna . Y el otro restaurante se llama Fellini .
Comenzó hace dos años y ni él mismo se explica el éxito. Dice que todo obedece a lo que llama la fachada espiritual del negocio, que ni él mismo puede descifrar, pero que sabe que se siente y que lo sienten sus clientes.
Quizá lo más terrenal que se pueda decir de su secreto del éxito es que en el servicio al cliente, está la clave .
Cómo comenzó usted?
Hace dos años y medio regresé de vivir 24 meses en una de las islas del Rosario, donde me propuse construir una casa y aprendí a vivir de la manera más primitiva que pudiera. Es decir, comía lo que pescaba o cazaba. A mis padres, claro, no les gusta mucho mi forma de afrontar la vida. Pero es que un día me di cuenta que lo mío no era ser un vendedor de materias primas plásticas. No me gustaba lo que hacía. Me deprimía mucho. Hasta que me liberé de todo y empecé a explorar en busca de mi felicidad. Lo que hago ahora me encanta. Me encanta servir a la gente, ver que se sienten bien comiendo lo que le preparamos. Comencé con un restaurante en el sector de San Diego, con Fellini. Ni a mis amigos les dije lo del restaurante. Es más, ni un aviso en el periódico ni el directorio telefónico puse. La gente empezó a llegar y degustar lo que vendíamos, platos de pastas. Empecé con un cheff italiano Corrado Folgoni que era un loco total, pero a la vez muy cuerdo. Después vinieron la pizzería y el restaurante de comidas de mar.
Cómo es un día rutinario de trabajo?
Me acuesto muy tarde y por eso a las 10 de la mañana estoy en pie y a las 11 doy una ronda por los negocios. Llegó a hacer una inspección más que todo ocular. Ver cómo están las cosas y, sobre todo, cómo está el ánimo de mis trabajadores. Tengo 30 trabajadores y lo más importante es cómo están emocionalmente. Yo los conozco bien. Hasta en la forma de caminar sé si amanecieron bien o mal. Para mí el asunto emocional es importante porque si un trabajador no está emocionalmente bien, mucho menos podrá atender bien a la gente, a los clientes. Para mí el servicio es la clave, por eso enseño a mis empleados a ser humildes, para ser buenos servidores de los clientes. Creo que atender a la gente es un arte. Eso lo aprendí de mis padres que acostumbraba a atender a sus amigos y hombres de negocios en su casa de la isla del Rosario. Eso sí, voy al negocio y no toco nada de la plata porque el día que toque la plata la comida que ofrezco, sabrá a feo.
Por qué el negocio de los restaurantes?
Es que creo mucho en el ritual de la mesa. El hecho de sentarse a comer pone al ser humano en condición de vulnerabilidad. Mire: por eso no me gustan los celulares sobre la mesa. Cuando hay seis personas sentadas alrededor de una mesa, comiendo o dispuestas a comer, esa comunión se rompe cuando suena un celular y alguien tiene que atender una llamada telefónica. Es horrible.
Qué consejo le das a los comerciantes jóvenes que se abren paso como usted?
Uno solo: trabajar con mística. La mística se ha perdido. Yo siento que los soldados de ahora, por ejemplo, no marchan como antes, se me antoja que les falta mística. Cada uno debe sentirse bien en lo que está haciendo. Por ejemplo, un mesero que se siente bien trabajando como mesero será buen mesero ante los clientes.
Comerciante y loco
Tiene 29 años, soltero, estudió en Estados Unidos mercadeo y bellas artes. Toca con un grupo musical en sus restaurantes, es modelo de los comerciales de Cerveza Aguila y próximamente presentará un programa de concurso en televisión.
Es cartagenero y amante del mar. No en balde se cambió su nombre de pila por el de Juan del Mar. Fue el inicio de lo que llamó el cambio de su vida. Es decir, tiró atrás el modelo de joven bien afeitado, pelo corto y peinado, corbata, camisa manga larga y oficinas con aire acondicionado, por el dueño y administrador de restaurantes.
Ahora, según dice, hace lo que le gusta, aunque sus padres no lo miren con muy buenos ojos, pero eso sí le brindan todo el apoyo.
Es el segundo de tres hermanos: Alberto, que es médico y vive en Estados Unidos; y Carlos, que estudia literatura.
Su padre es Alberto Iglesias, un reconocido industrial de la ciudad, fundador de la empresa Polymer. Su madre es Ileana Vergara de Iglesias, hoy en día convertida en una de sus asesoras de cabecera en los negocios.
Para muchos, Juan del Mar no prometía mucho en su futuro profesional, pero él demostró que se puede ser un comerciante de éxito, sin sacrificar sus convicciones y sus ideas de enfrentar la vida y el mundo.
FOTO:
Juan del Mar hace lo que le gusta, y aunque sus padres no lo miran con muy buenos ojos, sí le brindan todo el apoyo.
Manuel Pedraza / TIEMPO CARIBE
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