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FINLANDIA: LLEGADA TARDÍA AL MODELO ESCANDINAVO

Dentro del modelo de desarrollo escandinavo, caracterizado por una especial dotación de recursos naturales, innovación e iniciativa privada, desarrollo del capital humano y comercio exterior, Finlandia fue el caso mas reciente y por ende tardío.

A diferencia de Dinamarca, Suecia y Noruega, antes de mediados del siglo XX Finlandia presentaba un nivel de desarrollo menor, siendo inferior su PIB per cápita en comparación con Suecia en un 25 por ciento. Para 1950 cerca de la mitad de su población se dedicaba a la agricultura, mientras que en Suecia ya no excedía el 21 por ciento; la concertación apareció luego de la Segunda Guerra Mundial; el Estado benefactor no llegó sino hasta la década de los sesenta y setenta.
Luego de 1950, Finlandia experimentó un periodo de reforma y crecimiento, cerrando la brecha con los países de la región y adoptando también al Estado benefactor como elemento central del modelo de desarrollo. La razón principal del rezago en términos de desarrollo es la tardía adopción de políticas tendientes a avanzar desde una industria basada en la agricultura hacia la industria manufacturera volcada hacia la competitividad internacional. Entonces fue posible avanzar hacia un Estado de bienestar.
Distribución y conflicto
En el siglo XIX, Finlandia era una economía pobre y poco desarrollada, y en 1870 era el más pobre de Europa Occidental. El sector agrícola, pese a su baja productividad por el escaso componente tecnológico, la adversidad del clima y la escasa fertilidad del suelo, representaba la mayor parte de la producción. A inicios del siglo XIX, la supremacía rusa sobre Finlandia se hizo evidente, dejando el carácter histórico de región periférica de Suecia. Se permitió la adopción de políticas económicas autónomas, y se llegó hacia mediados del siglo a un periodo de industrialización inicial. Así surgieron las primeras fábricas textiles, papeleras, siderúrgicas y forestales, siendo la última la más importante por el auge de la demanda de madera de parte de Inglaterra, Rusia y Alemania.
El auge exportador de la segunda mitad del siglo XIX permitió el crecimiento del mercado interno, pues las actividades de explotación forestal y agrícola prevalecían ante la protección industrial adoptada por Rusia y otras economías europeas, por la cual el desarrollo industrial se detuvo.
Al igual que Suecia y Dinamarca, Finlandia debió abandonar la producción de cereales ante la competitividad de Francia, Rusia y Estados Unidos, y tomó como opción la ganadería y la producción lechera, tal y como lo hizo Dinamarca. Para inicios del siglo XX, el 20 por ciento de las exportaciones de Finlandia estaba representadas por la mantequilla y otros derivados lácteos.
A diferencia de los otros países de la región, los beneficios del paso a la ganadería y la producción lechera se distribuyeron heterogéneamente, ya que la tierra estaba distribuida inequitativamente, siendo los grandes terratenientes poseedores de capital los verdaderamente beneficiados. Entre tanto existió un exceso de mano de obra en las zonas agrícolas que, al igual que en Suecia y Dinamarca, migró al extranjero pero en menor medida, generándose un gran proletariado rural. Por éstas razones, el paso de la agricultura a la industria fue más traumático y lento que en los demás países de la región.
El problema distributivo era bastante grave: sólo el 23 por ciento de las familias rurales poseía tierra, el 43 por ciento carecía totalmente de ellas y el 34 por ciento cultivaba en tierras arrendadas, siendo generalizada la pobreza, los bajos niveles de vida, el subempleo y el desempleo. Al iniciar el siglo XX el descontento enfrentó a los conservadores terratenientes con los socialdemócratas, que tomaron como base los programas de exigencias a favor de los obreros y trabajadores agrícolas sin tierras. La socialdemocracia, con el poder electoral de los trabajadores agrícolas logró dominar el Parlamento hacia 1916.
Luego de la caída del gobierno del Zar de Rusia y un periodo de guerra civil, del cual salió airoso el gobierno blanco con ayuda alemana, Finlandia adoptó una nueva constitución y la elección presidencial. La derecha política dominaba el sistema político finlandés, pero todavía en medio de graves fallas en la distribución de la propiedad y en las condiciones de vida de la población. Ante la amenaza de una revolución comunista apoyada por la Unión Soviética y los rojos, el gobierno de derecha optó por una reforma agraria.
Era evidente la necesidad de un cambio profundo de la estructura de propiedad ante la posibilidad de la radicalización del conflicto socioeconómico. Se llevaron a cabo dos procesos de reforma agraria (1918 y 1922), establecidas y administradas por la Coalición Nacional de los conservadores y la Unión Agraria. Se logró eliminar la amenaza de izquierda transformando el proletariado rural en agricultores independientes, para lo cual se permitió a los antiguos arrendatarios acceder con facilidad a la compra de tierras, al tiempo que se acabó con el inquilinaje.
En el segundo proceso de reforma agraria se permitió que cualquier persona con alguna capacitación agrícola accediera también a la tierra con propósitos de cultivo. Para 1940, las familias con tierra propia para el cultivo agrícola ascendían a más del 70 por ciento, pero los niveles de pobreza eran todavía bastante altos, y la necesidad de un sesgo rural en la política económica se hizo evidente.
Política con orientación rural
En primer lugar se protegió el sector agrícola, particularmente el cultivo de cereales, de las importaciones baratas de Rusia, Estados Unidos y Europa, para lo cual se implantaron aranceles que promediaban 20 por ciento hacia 1920 y llegaron al 100 por ciento luego de la Gran Depresión. También se adoptaron primas a la importación de materias primas para la producción, así como subsidios abiertos a las exportaciones. Se logró así aumentar las exportaciones, especialmente de productos lácteos y derivados de la ganadería, creció el mercado interno y las materias primas mantuvieron costos relativamente bajos. La agricultura tuvo una fuerte expansión, llegando a la autosuficiencia. Las importaciones que proveían el 61 por ciento del consumo a inicios de la Primera Guerra Mundial, descendieron a sólo el 10 por ciento en 1930.
Las políticas económicas con orientación rural surtieron el efecto esperado, pues se logró mejorar sustancialmente el nivel de vida de la población rural, y permitió un aumento en la capacidad productiva y exportadora del país. El sesgo rural no obstante, deprimió el avance de la industria, ya que significó una transferencia real de recursos hacia la agricultura, la cual creció en términos de área cultivable 30 por ciento entre 1920 y 1940. Pese a que el nivel de vida de la población mejoró, la dificultad de dar el paso hacia la industrialización no permitió acceder a un nivel de vida aún mayor, característico del paso del empleo agrícola al industrial urbano, donde la productividad era dos veces mayor.
Política Industrial
En el periodo entreguerras se dio inicio a la adopción de políticas industriales, siendo evidente su limitación al desarrollo de infraestructura, educación y políticas tributarias preferenciales. Luego de la Primera Guerra Mundial el Estado pasó a controlar varias empresas industriales, pero siempre bajo conceptos de rentabilidad y competencia con el exterior, posibles gracias a políticas comerciales y cambiarias adecuadas. A diferencia de la mayor parte de les economías europeas y escandinavas, Finlandia no volvió al patrón oro de antes de la guerra, y devalúo casi 80 por ciento su moneda, dando un fuerte impulso a sus exportaciones, principalmente de madera, papel y pulpa de papel, incluso en medio de la Gran Depresión. Los ingresos por exportación permitieron la adquisición de bienes de capital y la reconversión industrial, por lo que el crecimiento económico fue notable.
La tardía entrada de la industria y la alta participación de la agricultura significó el aumento de la brecha de productividad y nivel de vida en comparación con los países escandinavos y Europa en general. Esto, unido a los costos de la Segunda Guerra Mundial, hacía que Finlandia se alejara cada vez más de los estándares de las economías de la región. Los costos de las reparaciones exigidas por la Unión Soviética, estimados en un 5-6 por ciento del PIB de 1948, y el rechazo por parte de Finlandia del Plan Marshall, retardaron aún más el ya rezagado proceso de industrialización.
Luego de la década de los cincuenta se adoptaron importantes cambios en la política económica, dándole una clara dirección industrial y competitiva orientada al exterior. En la posguerra, el Estado encabezó el proceso de recuperación de la capacidad industrial para poder cumplir con las compensaciones de guerra, restringiendo la importación de bienes de consumo e impulsando la importación de materias primas y bienes de capital. Se logró entonces un rápido crecimiento económico y un mayor nivel de desarrollo, caracterizado por la disminución de la agricultura como participación en la producción (50 por ciento en 1950 a 10 por ciento en 1985), aumento de la productividad laboral de la industria en 5 por ciento anual entre 1946 y 1960 y el fortalecimiento del sector secundario y terciario, con lo cual la brecha de ingreso per cápita con respecto a Suecia y Dinamarca cayó a menos del 5 por ciento a finales de los ochenta. Paulatinamente decayó la importancia del sesgo rural de la política económica, siendo la industria y la ciudad el nuevo eje del desarrollo económico.
La asignación de recursos del Estado a la recuperación económica permitió un rápido crecimiento económico, siendo notable el empuje de la industria, especialmente la metalúrgica, y el retroceso de la agricultura; la participación de la industria en el PIB superó a la agrícola en 1949. Después de la Segunda Guerra Mundial el 90 por ciento de las exportaciones totales correspondía a la industria forestal y el 5 por ciento a la metalurgia, mientras que a mediados de los setenta la metalurgia ascendió al 30 por ciento, siendo también notable el desarrollo de la maquinaria para la industria del papel, electrónica y tecnología.
El programa de recuperación económica liderado por el Estado y presionado por las compensaciones de guerra con la Unión Soviética, permitió a Finlandia acceder de manera rápida y decisiva a la metalurgia como eje de la industrialización, la cual aprovechó el comercio bilateral y el inmenso mercado interno de su principal acreedor de guerra. Con el tiempo se logró abandonar el proteccionismo comercial, llevando a Finlandia a los estándares de liberalización propios de los países escandinavos y europeos, con lo cual las exportaciones industriales salieron paulatinamente de la esfera soviética hacia occidente..
Estado interventor y benefactor
La industria finlandesa ha sido fortalecida por el papel del Estado en la adopción de políticas macroeconómicas ventajosas, especialmente cambiarias, que permiten su continuo crecimiento y estabilidad ante los choques externos. Los objetivos claves de las políticas fueron el crecimiento, la inversión y la competitividad de las exportaciones, siendo éstas las bases de la distribución del ingreso, y no al contrario, como es el patrón del modelo de desarrollo escandinavo. Luego del rápido proceso de industrialización de la posguerra, hacia finales de los sesenta, el Estado benefactor y el corporativismo democrático aparecen en Finlandia, acercándola aún más a los demás países de la región en términos de desarrollo y nivel de vida.
El Estado benefactor surge en Finlandia luego de la coalición de agrarios y socialdemócratas después de la Segunda Guerra Mundial, con lo cual se impuso un modelo de cooperación y concertación, en el cual se equilibra la relación de fuerza entre el capital y el trabajo. De este modo el Estado finlandés, preocupado por la estabilidad y competitividad de su industria y sus exportaciones, así como de la estabilidad social y política, adopta el modelo de desarrollo escandinavo, el cual deriva en los ochenta en un sistema de previsión social, con un importante papel del Estado en la prestación de servicios de salud y educación, así como la negociación colectiva y la concertación de las políticas económicas al interior de las fuerzas vivas de la nación.
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