Todo ello por ese espíritu morboso que hay en cada uno de nosotros. Eso de querer ver confortablemente instalado en casita el comienzo de una guerra de verdad, es algo que despierta los instintos más irracionales en el mal llamado rey de la creación . Se querían ver incendios, aviones derribados, barcos que se hundían, bombardeos. Todo ello en vivo y en directo como tan tontamente dicen los de la TV. Fue la Gran Trasnochada. El trago y los comestibles desaparecieron. Como si la guerra, en vez de una maldición para la humanidad fuera un espectáculo para no perdérselo.
LA GRAN TRASNOCHADA
Hubo de todo: bebidas alcoholizadas, tamales, gaseosas, café, chocolate, picadas , según los gustos; el dinero disponible o el permiso del hígado. En muchos apartamentos se reunieron los vecinos en uno solo. Desde luego se compusieron el mundo y sus alrededores; se habló de política (naturalmente); del prójimo (desde luego); y no hubo quienes dejaran de hacer apuestas. De qué se trataba? Ni más ni menos que de ver por televisión, como si se tratara de un filme del agente 007, el comienzo de la tercera guerra mundial. Así como se lee. Mucho antes de la Hora 0, la medianoche entre el martes y el miércoles, ya los televisores tenían la audiencia completa. Se había acabado el papel , como dicen los empresarios taurinos; no había cupo para una aguja.
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