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UNA GUERRA MÁS CERCANA

Mientras el mundo sigue pendiente de la confrontación armada que no llega en el Medio Oriente (pero que podría estallar en cualquier momento), nuestra guerra interna se ha puesto al rojo vivo. La crisis del Golfo Pérsico ha opacado incluso la dimensión sin precedentes que hoy revisten los ataques de Farc y ELN. Nunca antes se había registrado una ofensiva terrorista de tal envergadura contra la infraestructura económica del país. Más de cien atentados en 35 días a lo largo y ancho del territorio nacional. Dinamitados puentes, torres de interconexión eléctrica, oleoductos y gasoductos, estaciones repetidoras, tramos de ferrocarril, aeropuertos, campamentos mineros y petroleros...

Además de las pérdidas humanas más de 150 muertos entre civiles, militares y guerrilleros, las económicas son incalculables. Basta recordar que solo los atentados del ELN contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas le han costado al país 634 millones de dólares.
La actual ofensiva aparece como una respuesta al ataque de las Fuerzas Armadas contra Casa Verde y confirma que, al igual que el ELN con el que actúa combinadamente, el sabotaje económico se ha convertido en la táctica predilecta de las Farc. Difícil de contener, además. Porque una vez que se domina la técnica dinamitera, poner bombas no resulta muy complicado.
Si las FF. AA. parecen desbordadas por la presente ofensiva es porque no hay mucho qué hacer frente a esta modalidad terrorista. Es físicamente imposible vigilar los 800 kilómetros de un oleoducto que atraviesa selvas, montañas y pantanos. Cómo proteger todos los puentes y torres eléctricas contra comandos de dos o tres personas que colocan cargas de dinamita en la noche?
La pregunta es si el Ejército había calculado todas las repercusiones posibles de su acción contra la sede central de las Farc. Si había evaluado bien la capacidad de riposta de esta organización, las diferentes modalidades que podía tomar, y si estaba preparado para contenerlas. Parece que no.
Si bien la ocupación de Casa Verde acabó con ese símbolo de un poder paralelo que se había instalado en La Uribe, con toda suerte de facilidades logísticas y de comunicación, lo cierto es que fuera de poner a sus jefes máximos a echar pata y cambiar de sede esta acción no parece haber afectado mayormente la capacidad operativa de los hombres de Tirofijo. Así lo están haciendo saber.
Qué pretenden ahora las Farc? Por un lado, cobrar el ataque a Casa Verde. Probar que están intactas. Demostrar toda la extensión de su poder ofensivo y destructor. Y obligar al Gobierno, por vía de las armas, a tener en cuenta sus peticiones.
En cierto sentido, las Farc se están jugando sus restos con esta ofensiva. Buscan producir tal daño y crear tal zozobra que la opinión se incline finalmente a una negociación en los términos planteados por ellas. Forzar, de acuerdo con su vieja estrategia, concesiones políticas a través de hechos militares. En este caso, la dinamita como argumento final.
Es nuevamente chantaje de las armas, en un país que lo ha padecido en todas sus formas. El del narcoterrorismo con sus bombas indiscriminadas y sus asesinatos y secuestros selectivos. Y el de la guerrilla marxista que utiliza métodos similares, y ahora se concentra en el sabotaje económico. Unos y otros hablan de paz, diálogo y derechos humanos, claro.
No se ve bien cuándo ni por dónde pueda romperse esta dialéctica infernal. El Gobierno ha sido enfático en que no habrá diálogo ni mucho menos participación en la Constituyente mientras no cesen sus acciones armadas y muestren intención real de desmovilizarse. Y como esto no se vislumbra, habrá que prepararse para seguir en las mismas. Hasta que las FF. AA. logren neutralizar la oleada terrorista. O hasta que la guerrilla entienda la futilidad política de destruir la propiedad pública y perjudicar a una población en cuyo nombre dicen actuar.
Para rematar, en este país de Ripley, la Cámara de Representantes, con el aval del Gobierno, acaba de integrar una comisión exploratoria otra más para hablar con las Farc. La reunión tendrá lugar en la nueva sede social de Tirofijo, que queda nada menos que en... La Uribe. Increíble, pero cierto.
Y mientras que con las Farc vuelven y juegan las comisiones de paz, los diálogos telefónicos y los viajes a La Uribe, la negociación con el EPL se ha visto entorpecida por la racha de deserciones y la falta de claridad de los guerrilleros rasos sobre los alcances del proceso.
Con el M-19 sucedió un fenómeno similar, aunque en el caso del EPL puede resultar más complicado de manejar. En todo caso, el Gobierno tiene listo el proyecto de indulto y está empeñado en firmar el 29 de enero el acuerdo definitivo con esta organización. O con lo que en esa fecha quede de ella.
Volviendo finalmente a la otra guerra la del Golfo, la última ironía es que nuestra guerra interna amenaza con impedir que Colombia pueda beneficiarse de los aumentos en el precio del petróleo. De esto se ha encargado el ELN, que con sus atentados al oleoducto tiene paralizada la exportación de crudo. Otro aporte patriótico que hay que agradecerles a los guerrilleros del cura Pérez.
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