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ASÍ CAYÓ BUENDÍA

Margarita*, una guerrillera de 14 años, había conocido a Edgar Salgado Aragón en agosto del 2001. En verdad nunca supo su nombre porque las Farc lo guardaban con el más absoluto recelo. Simplemente lo identificaban como Marco Aurelio Buendía .

El remoquete, sacado del personaje de un libro, inspiraba respeto para los nuevos reclutas. Margarita era uno de ellos. Había llegado nueve semanas atrás desde Vista Hermosa (Meta), reclutada por alias Jairo .
Los meses siguientes estuvo en entrenamiento bajo la supervisión de Buendía . Aprendió a disparar junto a 500 jóvenes más llegados de diferentes lugares del Meta, Caquetá, Guaviare y Huila.
En enero del 2002 salió en un bus interdepartamental entre La Macarena y Bogotá. De allí viajó, también en flota, a Pacho (Cundinamarca).
En la zona se reencontró con cerca de 182 guerrilleros que estuvieron con ella en la zona de distensión. Cuando nos repartieron, Marco Aurelio escogió como a 70. Desde ese día estuvimos prestándole seguridad , le relató a EL TIEMPO la niña ex combatiente, hoy desertora.
Al preguntarle por los gustos de su ex jefe , Margarita responde: escuchaba una música rarísima .
La música gregoriana que escuchaba Buendía nunca fue asimilada por sus subalternos. Una colección de discos compactos de los monjes de Silos, se halló entre los pertrechos del guerrillero cuando cayó abatido.
Hablaba muy poco con sus hombres, pero cuando entraba en confianza, paradójicamente les aconsejaba sobre los buenos valores y el alimento del espíritu. Sin embargo, no flaqueaba a la hora de ordenar ejecuciones.
Pero esa estabilidad empezó a desmoronarse el 8 de junio pasado, cuando el Presidente Uribe comisionó a los generales Reynaldo Castellanos, de la V División, y Alonso Ortíz, de la Fudra, para realizar la operación Libertad Uno . El objetivo: hacerle frente al secuestro y a los planes de las Farc de aislar a Bogotá.
El golpe final
Después de tres meses, los Batallones de Contraguerrilla 51, 53 y 54, de la Brigada Móvil No.3 , iniciaron la cacería del guerrillero. Buendía ordenó movimientos dentro del área para proteger a algunos de los jefes.
El 23 de octubre el Ejército lanzó la arremetida final. Sabíamos que no iban a pelear y decidimos activar cuatro cercos , añadió el oficial. El primero, el más próximo al objetivo; el segundo, en las cañadas Honduras, Samaná y Chorreras, en las montañas de Topaipí; el tercero, en la periferia, y el cuarto con unidades de reserva.
Cuando Buendía se percató de la operación, disgregó al grupo de 27 guerrilleros, de los que murieron cinco y desertaron tres menores inicialmente. El ascenso estaba plagado de explosivos: dos soldados perdieron sus piernas.
Organizamos un cerco de seis kilómetros cuadrados, pero ellos tenían ventaja en la parte alta , dice el militar.
Y mientras el Ejército avanzaba, los guerrilleros también sufrían la inclemencia del terreno: A la cuarta noche, dormimos amarrados a los árboles, para no rodar por los precipicios , recuerda Margarita.
Buendía logró burlar los tres primeros cercos, pero los militares no cedían. Entonces, angustiada, Margarita decide desertar. El jefe guerrillero seguía avanzando con 15 hombres de seguridad.
Para evitar una fuga, las compañías C y D del Batallón 51 los rodearon, en la madrugada del jueves 30 de octubre.
El soldado Lozano* recuerda que un hombre de pantalón negro, camiseta verde, camisa blanca y botas, lo prendió con su fusil ARM. Tenía la barba crecida y la piel quemada por el sol. Había caído con varios impactos en las piernas y el abdomen.
Su intuición de zorros guerreros les decía que era un comandante: el arma, el radio y sus pertenencias lo delataban. El CTI de la Fiscalía lo identificaría unas horas después.
Al lado de la música gregoriana, un CD ROM de historia universal y una enciclopedia resumida, cayeron también los hombres de su cordón de seguridad.
FOTO/Ejército
Esta foto de Marco Aurelio Buendía , hacía parte de uno de los álbunes personales del subversivo.
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