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Un ‘Niño’ travieso

Así como las lluvias dejaron un saldo de destrucción que resultó muy caro, la sequía también es nefasta.

Ricardo Ávila
A lo largo de la semana pasada, se produjeron varios reportes en Buenos Aires, Tokio y Pekín sobre el mismo tema. Todos coincidieron en corroborar una tendencia que había sido detectada hace unos meses, pero que ahora parece tener carácter irreversible. Esta consiste en el calentamiento de las aguas marinas en la zona de confluencia intertropical, en el océano Pacífico.
El elevamiento en la temperatura entrega serios indicios sobre la reaparición del fenómeno de ‘El Niño’, cuyo nombre se le debe a los pescadores de El Callao –cerca de Lima– que sentían un cambio en el régimen de lluvias en la época de diciembre, justo cuando se anunciaba la llegada del niño Dios. En esta oportunidad, las señales disponibles apuntan a una temporada de tiempo seco para buena parte de Colombia y de lluvias fuertes en el caso de Ecuador y Perú.
Si bien los conocedores señalan que la ‘criatura’ nacerá a finales del año y ganará fuerza durante el primer trimestre del 2013, desde ya se comienzan a ver indicios. El racionamiento que ha afectado la prestación del servicio de acueducto en Cali o las inundaciones que se vieron recientemente en Putumayo son síntomas de que hay una variación importante en los patrones, tras un par de años de lluvias por encima de lo normal.
Según las estadísticas del Ideam, el caudal del río Magdalena en Barrancabermeja, que el año pasado, a comienzos de agosto, era de 3,7 metros cúbicos de agua por segundo, ahora se encuentra en 2,4 metros. Dicho volumen es muy similar al del 2009, cuando también tuvo lugar una temporada de tiempo seco que causó trastornos en diferentes sectores. Ante ese precedente, las autoridades señalan que todo apunta a lo que se conoce como un ‘Niño’ moderado, que consiste en una pluviosidad sensiblemente menor que la media, pero sin llegar a niveles que podrían comprometer, por ejemplo, la generación de electricidad.
Bajo esa perspectiva, el impacto del fenómeno sería manejable. Con la debida prevención y anticipación, se deberían minimizar las pérdidas sobre la agricultura, el riesgo de incendios forestales y la provisión del servicio de agua potable en ciudades y pueblos. Ello explica las repetidas admoniciones que, desde hace unas semanas, vienen haciendo funcionarios de todo tipo, del presidente Santos hacia abajo. Continuamente, se reitera la importancia de ahorrar el líquido y se invita a los alcaldes y al público en general a tomar medidas adecuadas a tiempo.
Falta ver, por supuesto, si esas palabras no caen en el desierto, por irónico que suene. En un país en el que se conjuga poco el verbo ‘prevenir’, es muy probable que las reacciones tengan lugar cuando sea tarde. Pero la mayor fortaleza institucional, que tiene como base lo hecho durante la pasada ola invernal, debería ayudar a que exista un grado más alto de preparación.
Este es importante porque, si bien las inundaciones dejan un trágico saldo en materia de vidas perdidas, cultivos anegados e infraestructura destruida, la sequía también es nefasta. La ausencia de lluvias se siente inmediatamente en la agricultura y la ganadería, ya que los rendimientos obtenidos bajan, lo cual golpea la oferta de alimentos. De ahí a que el consumidor sienta en su bolsillo los efectos del clima no hay más que un paso, pues los precios suben con rapidez en tales circunstancias.
Y claro, está el espectro de los incendios forestales, que destruyen un patrimonio valioso y el daño de las áreas cultivables.
Tal escenario de destrozos vuelve a dejar en evidencia la necesidad de planear a tiempo, ante la presencia del cambio climático a raíz del calentamiento global. Diferentes análisis, comenzando por los de Naciones Unidas, ubican a Colombia dentro de las zonas de mayor riesgo.
Por lo tanto, no se trata de pensar solo en la temporada que viene, sino de entender que los extremos serán más usuales y, en consecuencia, hay que poner en marcha estrategias permanentes. Solo así podremos salir adelante, ya sea que haya sequía o que llueva, truene o relampaguee.
RICARDO ÁVILA PINTO
ricavi@portafolio.co
Ricardo Ávila
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