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Crecimiento con justicia social: la clave para una nueva era

Es urgente mejorar el tipo de resultados y ganancias provenientes del comercio y la inversión.

 
La economía mundial no debe estar dirigida por intereses financieros y una cultura de bonos, sino por las necesidades productivas de la economía real.
 
 
En el mundo hay más de 200 millones de desempleados. Entre ellos, 80 millones son jóvenes que buscan su primer trabajo.
Ambas cifras se ubican en máximos históricos, pero son sólo la punta del iceberg. Hay 1.500 millones de trabajadores vulnerables, alrededor de la mitad de la fuerza laboral mundial, mientras 1.200 millones de personas trabajan, pero sobreviven con menos de 2 dólares diarios.
El descontento alcanza niveles peligrosos. En tres cuartos de 82 países con datos, la mayoría de las personas se sienten más pesimistas sobre su calidad y nivel de vida a futuro. Estamos frente a una creciente frustración ante la falta de empleos y trabajo decente.
El modelo de crecimiento se ha vuelto económicamente ineficiente, socialmente inestable, políticamente insostenible y nocivo en términos medioambientales. Ha perdido legitimidad. La gente exige, y con razón, mayor justicia en todos los aspectos de su vida. Esto, sin duda, es una causa de las revueltas populares en el mundo árabe y de las protestas en varios países industrializados y otras regiones.
Sin embargo, a medida que la recuperación económica avanza, en muchos lados es como si la crisis jamás hubiese existido. Al aplicar las mismas políticas de antes se ignora un hecho fundamental: fueron precisamente este tipo de políticas las que por poco funden la economía global.
La inversión productiva mundial como porcentaje del PIB –la fuente de generación de empleo– se ha estancado. En cambio, la proporción de ganancias provenientes de operaciones financieras, cuya capacidad de creación de empleo es casi nula, aumenta. El crecimiento mundial de salarios se ha reducido a la mitad. La brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres se agranda. En medio de ambos se encuentra la clase media, estrujada.
El nivel de desigualdad que una sociedad es capaz de soportar tiene un límite.
Personalmente, y habiendo sido testigo de la devastación social creada por las medidas impuestas por el Fondo Monetario Internacional durante las crisis de los 80 y 90 en América Latina y Asia, me preocupa ver que Europa Gcuna de la cohesión social– aplica esas mismas políticas, con negativas consecuencias sociales y económicas.
¿Cómo sería un modelo de crecimiento eficiente y socialmente responsable?
Para empezar, la economía mundial no debe estar dirigida por intereses financieros y una cultura de bonos, sino por las necesidades productivas de la economía real.
Es urgente mejorar el tipo de resultados y ganancias provenientes del comercio y la inversión. Esto puede alcanzarse a través de una mejor integración entre políticas macroeconómicas, y políticas sociales y laborales. Por ejemplo, haciendo de la creación de empleo un objetivo macroeconómico.
Ello significaría aumentar la inversión productiva generadora de empleo; expandir la economía real y limitar las operaciones financieras improductivas; facilitar la contratación, especialmente en pequeñas empresas; proveer un piso de protección social para 80 por ciento de la población mundial que no tiene seguridad social; y facilitar la aplicación de derechos fundamentales en el trabajo.
Existen pruebas de que este enfoque funciona. Los países que han implementado una combinación de estas medidas salen de la crisis más rápido que aquellos que apostaron por viejas recetas. Los Líderes del G-20 quieren, con razón, promover un crecimiento fuerte, sostenible y equilibrado. Yo agregaría ‘igualitario’ a esta fórmula. La próxima cumbre del G20 bajo la presidencia francesa, es una oportunidad para avanzar.
Precisamos una nueva era de justicia social, la cual es un concepto que tiene su historia y sus logros, pero en las últimas décadas se nos quedo atrás. Llego la hora de rescatarlo.
En la 100° Conferencia Internacional del Trabajo que comienza hoy en Ginebra, los delegados de gobiernos, trabajadores y empleadores de más de 180 países discutirán sobre la mejor vía para llegar a esta meta.
En el mundo hay más de 200 millones de desempleados. Entre ellos, 80 millones son jóvenes que buscan su primer trabajo. Ambas cifras se ubican en máximos históricos, pero son sólo la punta del iceberg
Juan Somavia  
Director de la Organización Internacional del Trabajo. 
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