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Mentiras que todo ejecutivo exitoso tiene que decir

Cualquier señal de infelicidad o duda se toma como equivalente a admitir que uno no está capacitado para el cargo.

Hace como un año un amigo consiguió un gran puesto dirigiendo una empresa de mediano tamaño. Unas pocas semanas después de comenzar, almorcé con él y me dijo que estaba pasando por un malísimo momento. La mitad de su personal era mediocre, la cultura era soporífica y, aunque había concebido un plan para cambiar las cosas, no estaba nada seguro de si iba a funcionar.
La semana pasada nos reunimos otra vez y le pregunté cómo iba todo.
¡Estupendamente!, me dijo. Todo va bien.
Lo felicité por haber puesto las cosas en forma tan rápidamente. Me lanzó una mirada extraña y dijo que hasta ahora lo único que había cambiado era él mismo. Él se había dado cuenta de que lo primero que hay que hacer como jefe ejecutivo es aprender a mentir. O si no mentir exactamente, por lo menos nunca dar voz a cuatro verdades básicas.
La primera regla es nunca admitir que no estás disfrutando tu trabajo. Cuando estás a cargo no puedes decir que estás luchando o estresado o que tienes cualquier tipo de sentimiento negativo sobre el trabajo. En vez de ello, tienes que insistir en que el trabajo es estimulante y va bien y que tienes totalmente el control.
La segunda verdad que no se debe decir es que no te gusta alguien en la organización. “El director de mi junta es un idiota”, es algo que se piensa con frecuencia pero que nunca se puede decir. Mucho menos menospreciar a alguien que trabaja para ti.
Tercero, hablar mal de la empresa está totalmente fuera de lugar. Eres responsable por ella y por todos los que trabajan allí y tienes que ser su principal animador en todo momento, por poco natural que esto parezca.
Solamente hay dos ocasiones cuando es posible decir algo negativo: cuando uno puede echarle la culpa a su predecesor y cuando uno tiene algo bajo la manga para mejorar las cosas. Pero aún así es peligroso.
La cuarta cosa que un jefe ejecutivo nunca puede decir es: “Mi trabajo significa que a veces tengo que mentir y fingir”.
Hay sólo un criterio aceptable de lo que se necesita para ser un gran líder, y ese es que hay que ser honrado consigo mismo y con los otros en todo momento. Esto simplemente no es verdad. Un jefe ejecutivo puede sólo darse el lujo de ser honrado hasta cierto punto. De hecho, el alcance de la honradez es tan restringido que el puesto no es apropiado para alguien quien, como mi amigo, es demasiado adicto a decir lo que piensa.
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