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“La paz puede dar origen a un retorno de la confianza”

Estas fueron las palabras del director de Portafolio, Ricardo Ávila, en la ceremonia de entrega de los Premios Portafolio 2015

Reciban todos los presentes la más cordial bienvenida a esta cita anual en la que destacamos a personas y empresas que hacen la diferencia en Colombia. Justo cuando el viento de la desaceleración sopla en contra, los ejemplos que hoy reconocemos nos sirven para mirar la situación con más optimismo y entender que hay motivos para esperar un mañana mejor.
Quisiera saludar al Presidente de la República quien, a pesar de su agenda llena de compromisos, encuentra siempre el tiempo para acompañarnos. No hay duda de que los aquí reunidos quieren escuchar sus planteamientos que resultan fundamentales en medio de tantas incertidumbres.
Viene usted con la buena nueva del levantamiento del requisito de la visa para ingresar a las naciones que comparten el espacio Schengen, el cual demuestra que el mundo nos mira diferente. Podemos hablar con voz más firme en los escenarios internacionales, como quedó en evidencia durante la cumbre sobre cambio climático esta semana, cuyas conclusiones nos conciernen a todos.
Esta es una ocasión alegre que nos ayuda a dejar atrás los sinsabores de los últimos meses. Decir que 2015 no ha sido un año fácil es una manera simple de describir una realidad llena de complejidades. La fuerte caída en los precios del petróleo nos ha pasado su cuenta de cobro, tanto en materia de crecimiento económico, como de recaudos fiscales y devaluación del peso frente al dólar.
De manera complementaria, la inflación ha superado la meta fijada por el Banco de la República mientras el desempleo está por encima de los guarismos de años anteriores. Quizás la expresión más extrema del giro que hemos dado está en la cotización de las acciones en la Bolsa de Valores, cuyo índice más usado muestra una descolgada del 28 por ciento en lo que va de 2015. Esto nos convierte en el mercado de peor desempeño en la región y uno de los más golpeados del mundo, apenas por encima de Ucrania, si la medición se hace en dólares.
Aun así, vamos mejor que nuestros vecinos, comenzando por Venezuela cuya debacle parece no tener fin y en donde aparte de la escasez, la carestía y la inseguridad, sus ciudadanos soportan un régimen cuyo compromiso con la democracia será puesto a prueba en las elecciones de este domingo. Ecuador también requiere una cirugía de fondo, pues cada día que pasa la dolarización se ve más difícil de sostener. En ambos casos hemos pagado parte de los platos rotos, ya sea con el cierre de las fronteras o restricciones a nuestras exportaciones. 
Tampoco es similar nuestro caso al de Brasil, en donde la recesión se mezcla con la inestabilidad política y los escándalos de corrupción. Igualmente, las proyecciones existentes muestran que deberíamos superar a nuestros socios de la Alianza del Pacífico, aunque el próximo año ese podría no ser el caso.
No obstante, mirarse en el espejo de los otros es un error. Para que el mal de muchos no se convierta en consuelo de tontos, debemos preocuparnos más en mejorar nuestra dinámica productiva que en compararnos con los demás y especialmente dejar de creer cuentos que no son ciertos, como ese de que la economía colombiana supera en tamaño a la de Argentina, que es 40 por ciento más grande que la nuestra según el Fondo Monetario Internacional.
Por tal razón, aceptar las cosas como son nos servirá para encontrar soluciones realistas. En ese sentido, reconozco la mano firme del Ministerio de Hacienda que a punta de dolorosos recortes de gasto señala que tiene la voluntad de mantener la casa en orden al no dejar que el saldo en rojo en las cuentas públicas supere lo aconsejable.
No obstante, hay que ir más allá. Debemos darnos cuenta de que tenemos pendiente un gran número de reformas que llevan mucho en el tintero, las mismas que no se veían tan urgentes en los años de la bonanza. Ahora que quedamos en nuestra plata nos corresponde entender que hay que completar la tarea y dejar de ser como esos estudiantes que dejan para mañana lo que pueden hacer hoy.
Entre los pendientes hay que mencionar la reforma tributaria estructural, que el Gobierno llevaría a consideración del Congreso en marzo próximo. Faltando el informe final de la comisión de expertos, la opinión sigue preguntándose sobre los elementos que tendrá una propuesta que necesita compensar el faltante que deja el sector de hidrocarburos y repartir mejor las cargas, que son excesivas para la actividad empresarial.
De especial importancia es cerrarle la puerta a la evasión, al igual que meterle el diente al espinoso tema de los impuestos indirectos, diseñando mecanismos que protejan a los más pobres. Pero sobre todo, la gente quiere tener la certeza de que lo que pague será invertido en la atención de sus necesidades, pues la percepción de que todo se va en mermelada, y no de la dulce, va en aumento.
Menos urgente, pero no menos importante, es la reforma pensional. Cuando se observa que en el presupuesto nacional de 2016 hay 40 billones de pesos para este capítulo, pero que menos de una tercera parte de los mayores de 60 años reciben una mesada, es evidente que tenemos un problema serio. Las proyecciones sobre lo que puede suceder en el futuro son inquietantes y más cuando se tiene en cuenta que la edad promedio de los colombianos va en aumento.
Y cómo olvidar el nudo gordiano de la salud, que en la práctica se encuentra quebrada. Aquí sí que se puede usar la figura de que hemos utilizado curitas para contener la hemorragia sin que nos digamos la verdad, tan necesaria cuando uno va al doctor: el sistema actual es insostenible porque el régimen de beneficios con que contamos es uno de los más generosos del planeta.
Podría prolongarme mucho más, hablando de la ineficiencia de nuestra justicia y de la macrocefalia de nuestros órganos de control que ahora se volvieron instrumentos para justificar la megalomanía de quienes los dirigen. Podría hablar también de la mala calidad de la educación o de la inequidad que es y será siempre injustificable, como lo es igualmente el azote de la inseguridad.
Pero no lo voy a hacer, porque a mí me gusta ver el vaso medio lleno. Reconocer, por ejemplo, que por primera vez en nuestra historia el tamaño de la clase media supera al de la población pobre. Destacar que aun en medio de circunstancias adversas el país avanza y atrae inversiones. Celebrar que en las elecciones de octubre los votantes escogieron a buenos alcaldes en muchos lugares, comenzando por Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, lo cual augura mejores tiempos en esas ciudades en donde habita uno de cada tres compatriotas.
Una mención aparte merece la marcha de la locomotora de la infraestructura que viene ganando en velocidad. Por fin, contar con carreteras adecuadas no forma parte de un sueño lejano, pues el programa de concesiones de cuarta generación avanza sin mayores tropiezos, al igual que otros emprendimientos. Además, el horizonte que se abre con las asociaciones público privadas es inmenso, tanto en materia vial como de renovación urbana.
Aquí se demuestra que la combinación de buenas políticas y buena gerencia es la que produce resultados que no solo servirán para romper los cuellos de botella que nos impone la geografía, sino para generar empleo e impulsar a la industria. También es esta la comprobación de que si nos aplicamos a un problema, podemos resolverlo y que nada nos queda realmente grande cuando hay voluntad y liderazgo.
Vale la pena traer a colación el requisito de hacer las cosas bien, ahora que se ve más cercano el día de la firma de un acuerdo definitivo de paz con las Farc. Sin desconocer la complejidad de la negociación y la admirable labor cumplida por el equipo gubernamental en La Habana, no está de más recordar que la suscripción del documento último es apenas el fin del comienzo. Lo que viene de ahí en adelante será no menos desafiante, en particular porque involucra el esfuerzo de varios gobiernos sucesivos para cumplir con la palabra empeñada.
Más allá de las críticas de la oposición, inspiradas en más de una ocasión en revanchas personales y posturas sectarias, es imposible negar que toda Colombia gana si se apaga uno de los principales focos de violencia e ilegalidad que existen.
No puede haber duda de que seremos un país mejor pues, para utilizar una expresión que es apropiada en este auditorio, habremos hecho un buen negocio.
Y es que aparte de evitar el sacrificio futuro de miles de vidas, estaremos quitándole espacio al narcotráfico y a la destrucción de nuestra riqueza ecológica. Lo anterior sin contar las oportunidades que se abren en materia agrícola, pues nuestras grandes posibilidades de avanzar están ahí, en cultivar los millones de hectáreas que deberían devolvernos la autosuficiencia alimentaria y generar excedentes para exportar. Así empezaríamos a pagar la deuda histórica que tenemos con el campo, reduciendo la miseria que hoy lo caracteriza.
Dicho lo anterior, esta prioridad no es la única, así sea la más importante. Para millones de colombianos, sus urgencias son de otra índole y tienen que ver con la movilidad o la educación de sus hijos o, peor aún, con el miedo a perder el empleo o ser víctima de un atraco al regresar por la noche a su casa.
No ceder el terreno avanzado en la guerra contra la pobreza resulta fundamental, por lo cual hay que multiplicar esfuerzos, gastar adecuadamente el dinero escaso y permitir que la actividad privada florezca. En fin, como decía un grafiti bogotano en los ochenta, hay que recordar que “no solo de paz vive el hambre”.
Hace pocos días un suscriptor que tenemos en Cartagena me envió un mensaje que en su última frase recordaba cómo somos. Afirmaba el lector que a este país le sobran las iniciativas pero le faltan las ‘acabativas’. Agregaba además que nos obsesionamos con las problemáticas pero no con las ‘solucionáticas’. Por el bien de todos confío en que empecemos a entender que las tareas se hacen cuando se terminan, no cuando se anuncian que las vamos a hacer.
Quisiera concluir diciendo que yo espero que el año que viene sea mejor que el que termina. Aunque la mayoría de los analistas coincide en que vamos a crecer más lento, personalmente creo que andaremos más rápido, pues la recomposición de nuestra base productiva que se impone ante la devaluación del peso, empezará a mostrar resultados. Ese despertar, sumado a la dinámica de la construcción, la recuperación de Bogotá y el optimismo colectivo que acompañará la consecución de la paz, puede dar origen a un círculo virtuoso y a un retorno de la confianza.
Espero ver esos titulares positivos en Portafolio. Este año en el que confirmamos el liderazgo en el segmento en que nos movemos y en el cual fuimos reconocidos en Madrid como el mejor medio de prensa diaria en la región por el Premio de Periodismo Iberoamericano, nos trajo muchas satisfacciones. Sin embargo, ninguna se equipara con la que daría el contar que Colombia es una nación más justa, más próspera, más pacífica. Espero que con el concurso de todos ustedes podamos dar esa noticia cuanto antes.
Muchas gracias
Vea quiénes fueron los ganadores y algunos de los discursos que se escucharon en Premios Portafolio 2015
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