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Cartagena, ciudad de posibilidades en círculo de corrupción

Las perspectivas de desarrollo de Cartagena, como un polo turístico, logístico, industrial y cultural, se ven obstaculizadas por una tradición difícil de erradicar: la priorización del interés individual o de pequeños grupos sobre el de la comunidad.

Redacción El Tiempo
Una vez más las maravillosas posibilidades de Cartagena fueron destacadas en el foro ‘Construcción Colectiva de un Patrimonio de la Humanidad’, que tuvo lugar la semana pasada en esa ciudad. Los enormes activos de la urbe como polo turístico, logístico, industrial y cultural se proyectan a futuro con iniciativas como el complejo petroquímico alrededor de la refinería de Ecopetrol y los desarrollos en el norte, empezando en la Boquilla.

En el foro, acertadamente, se destacó como pivote del desarrollo de la ciudad, la superación del cuello de botella constituido por la debilidad del sistema educativo.

Lamentablemente, entre tanta belleza, no se enfatizó en un aspecto que explica el que la metrópoli permanezca atrapada en problemas gravísimos, y que está íntimamente ligado a la falta de capital humano e institucional: la corrupción, que se traduce en favoritismos, en la priorización del interés particular sobre el colectivo y en la indolencia para el manejo de los recursos.

Esta es una tradición de la que resulta muy difícil escapar y que se refleja en una secuencia que pasa por los zarpazos de Chambacú y de la playa de Karibana, así como los sobrecostos del Transcaribe. La administración saliente mostró que si bien esfuerzos como la repavimentación de vías y la culminación del Transcaribe comprueban que en Cartagena sí se pueden hacer grandes proyectos, se continúan presentando situaciones que muestran cómo a pesar de los avances, no se logra superar una tradición de ineficiencia e irracionalidad.

En un artículo publicado en la Revista Javeriana, ‘Cartagena, ¿patrimonio de la humanidad? ¿o de unos políticos?’, destaqué las dimensiones de estos descalabros después de referirme a lo complejo de la problemática de la ciudad tanto en sus raíces (pobreza, informalidad, pobres niveles de capital humano y social), como en sus en círculos viciosos de indolencia, tanto de los ciudadanos, como de la autoridad en las áreas ambiental (las basuras y el ruido nocturno de los rumbeaderos se unen el esperpento de la loma de Marbella), de seguridad y de movilidad (que incluye el horror de los mototaxis, intocables por sus nexos con intereses políticos). Este último aspecto es la ilustración paradigmática del caos en el cual viene sumida Cartagena, a pesar de esfuerzos como el del alcalde saliente.

No puede encontrarse mejor ilustración de lo que es el manejo de la red pública en Cartagena que los dos megaproyectos concebidos para resolver el gravísimo problema de la movilidad: Transcaribe y el anillo vial de Crespo, en el cual los materiales usados por el consorcio hacen temer por la estabilidad del túnel (una muerte anunciada que hizo parte de los argumentos en contra de hundir la calzada cerca al mar).

Y en la incompetencia en el manejo del tránsito continúa la tradición de caos, con la obstrucción de las vías arterias y el mal manejo de las vías existentes, como ocurre en el paso por Getsemaní de Manga hacia el Centro y Bocagrande, y de regreso hacia Manga y la Avenida Pedro de Heredia.

La nueva configuración parece obedecer a una estrategia novel para reducir los trancones, avanzar hacia una sola Cartagena y explotar turísticamente el activo Getsemaní.

En la primera dirección se trataría de que con los monumentales trancones que se están presentando, como resultado de la peculiar idea - que va en contravía del principio geométrico de que la línea recta que los une es el camino más corto entre dos puntos- de forzar a los conductores a alejarse de su destino dando una vuelta alrededor de Getsemaní, van a disminuir los trancones porque los conductores dejarán su carros en sus casas en la desesperación. En la dirección de avanzar hacia una sola Cartagena se trataría de importar el caos de la Avenida Pedro de Heredia a Manga y a Getsemaní. Y en la dirección de explotar el activo turístico de Getsemaní, de forzar a los conductores que lo atraviesan a hacer un tour circular, lo cual resulta agresivo para turistas y locales, y erosiona el valor de este activo.

Que se haya hecho un túnel no donde valía la pena hacerlo (en Marbella, para no destruir paisajísticamente el ingreso a la ciudad), y sí donde significó unos costos monumentales hundir innecesariamente una calzada, y que se tomen decisiones tan absurdas sobre el uso de la red vial, muestra que en realidad no se trata de irracionalidad en las decisiones, sino de corrupción, es decir, de sustitución de la racionalidad social por la oportunista individual o priorización del interés privado sobre el del colectivo. Una tradición de la cual ya en Cartagena resulta muy difícil escapar: ¿lo logrará la administración entrante?

Ricardo Chica

Consultor de desarrollo económico

Redacción El Tiempo
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