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Análisis/ Competitividad y precios bajos

Es hora de que el señor Presidente de la República recuerde a su equipo de gobierno, especialmente al económico, que el sector petrolero y el desarrollo que genera, está dentro de sus prioridades.

Redacción El Tiempo
La caída del precio internacional del petróleo (más del 50 por ciento), impactó negativamente la caja de las empresas petroleras. En Colombia ya se ha visto el efecto con el freno en seco de las inversiones en exploración. Pero esto no significa que debamos olvidarnos de nuestro potencial petrolero. Por supuesto, que la situación no es fácil: competir en un escenario de precios bajos es demandante, pero es posible y debemos hacerlo.
Hay que repasar nuestra historia petrolera reciente para ver si aprendemos de los éxitos y, muy importante, si no repetimos los mismos errores una y otra vez.
En la década de los 70, el país perdió su autosuficiencia petrolera por medidas desafortunadas. Con el propósito de impulsar las inversiones, se tomaron decisiones de política para mejorar la competitividad para atraerlas.
Afortunadamente, la implementación de la política inició con un alza sostenida del precio internacional y las inversiones exploratorias aumentaron significativamente.
Pero en los años 80, el precio internacional se desplomó en más del 60 por ciento, en un periodo de ocho años. A pesar de ello, la inversión petrolera siguió creciendo vigorosamente en Colombia: llegamos al récord de 74 pozos exploratorios perforados, apareció Caño Limón. Sin duda, las decisiones gubernamentales de política en el país son más determinantes de los niveles de inversión que la caída de los precios.
En los años 90 apareció Cusiana, y nos llenamos de optimismo. Pero esto no duró porque nos sentimos en ‘Arauca Saudita’. Detrás de cámaras se iba tejiendo el fin del auge: se aumentaron los impuestos, se volvieron más gravosos los contratos petroleros, el Eln incrementó su accionar terrorista; el país perdió competitividad. La inversión se marchitó en Colombia, y a finales de los años 90 las proyecciones mostraban que perderíamos la autosufiencia en el 2004.
Ad portas de perderla, el Congreso de la República y los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe tomaron acertadas decisiones de política petrolera, que generaron récords históricos en el 2012, con 131 pozos exploratorios perforados, y en el 2013, con el millón de barriles de producción. La economía nacional contaba con una gran locomotora que impulsaba su crecimiento y el precio del petróleo potenció el auge.
Pero, de nuevo, detrás de cámaras, el país se volvió difícil y costoso para operar para las empresas petroleras: los trámites y restricciones, asociadas a las licencias ambientales, demoran o limitan injustificadamente sus inversiones, las comunidades bloquean las operaciones, se disparó el accionar terrorista. A esto se suma el aumento en los impuestos y gravámenes contractuales petroleros de los últimos 10 años en el país.
El impacto es que lleva tres años de caída la perforación exploratoria y la inversión extranjera directa. Las proyecciones de crecimiento en la producción petrolera no se cumplieron, la curva se volvió plana y a partir del 2016 empieza a declinar. El año pasado, para colmo de males, se desplomó el precio del petróleo.
¿Qué hacer? Lo primero es entender que ‘el problema’ no es solo el precio, sino una sumatoria de factores. El sector empresarial está recobrando eficiencias perdidas, bajando costos, optimizando inversiones y activos productivos. Los ministros de Minas y Energía, Ambiente y del Interior están tomando medidas en la dirección correcta. Pero necesitan eco en su colegas de gabinete: es el momento de que el señor Presidente de la República recuerde a su equipo de gobierno, especialmente al económico, que este sector y el desarrollo que genera, está dentro de sus prioridades.
El auge que acabamos de vivir, indiscutiblemente demostró que ofrecer incentivos económicos a nuevas inversiones, no genera costos fiscales, por el contrario, multiplica los aportes del sector a la economía y a su estabilidad. Esto es particularmente necesario en un país costoso para operar, con problemas de logística e infraestructura petroleras, en un contexto mundial de precios bajos.
Tengamos presente que el posacuerdo seguramente arranca en abril del próximo año y vamos a necesitar recursos para enrutarnos hacia la paz. No existe ningún otro sector que, en los años próximos, pueda reemplazar al petrolero como motor del desarrollo económico y social del país.
Alejandro Martínez Villegas
Exviceministro de Minas y Energía.
 
Redacción El Tiempo
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