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Aniversario: Borges el memorioso

Rafael Baena
Hace 25 años murió en Suiza Jorge Luis Borges, que declaraba no ser un gran escritor aunque se comportara como tal. Argentino de nacimiento, era un ciudadano universal. Un libro de reciente aparición resume su pensamiento respecto a lo divino y lo humano.
Fue y sigue siendo un autor inclasificable. Con textos eficaces que en muchas ocasiones admiten múltiples niveles de lectura, su obra reviste un valor que lo convierte en uno de los mejores escritores que en el mundo han sido, capaz de llevar a sus lectores de la mano hasta hacerlos asomar al borde de un precipicio, o del cráter de un volcán, o de un espejo, o de la oscuridad de un laberinto, o de la insondable alma humana, que de todos los abismos contenidos en la obra de Borges probablemente sea el que más vértigo produce.
Parecía que no se tomaba en serio a sí mismo, pero abrazaba tal actitud con tanta convicción que terminaba haciéndolo. Aunque negaba con vehemencia tener vocación de maestro, es probable que muy pocos escritores del planeta hayan escapado a la influencia de su apabullante erudición, que resultaba, contra todo pronóstico, tremendamente entretenida y fascinante, para nada soporífera.
Hace 25 años que murió en Ginebra, Suiza, a punto de cumplir los 87, quizá feliz por haber hecho rabiar a más de uno con sus opiniones, brillantes y lúcidas un segundo, y al siguiente racistas, o sexistas, o fascistas o, para decirlo en una expresión que a él seguramente le habría obligado a lanzar un comentario ácido, políticamente incorrectas.
Borges era Borges y como él, ninguno. Por eso es mejor dejarlo hablar, como hizo el periodista argentino Esteban Peicovich, que recopiló sus opiniones, consignadas en diarios y revistas de todo el planeta, en El mundo según Borges, el palabrista (Icono, 2011). 
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Yo no me siento maestro. No puedo dejar un mensaje para generaciones futuras, puesto que yo mismo no he sabido gobernar mi vida, y ni siquiera sé si he sabido gobernar mi obra literaria.
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...yo sabía que me jugaba el premio Nobel cuando fui a Chile y el presidente (...) Pinochet me entregó la condecoración. Yo quiero mucho a Chile y entendía que me condecoraba la nación chilena, mis lectores chilenos.
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La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración general y se llama "viveza criolla".
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Mi fama basta para condenar a esta época.
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El vicio más incorregible de los argentinos es el nacionalismo, la manía de los primates.
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Me gustan los juegos solitarios: el ajedrez, la equitación, la natación. Detesto los deportes masivos como el fútbol y el cóctel.
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Cuando escribo, no pienso nunca en los lectores. Salvo en el sentido de no presentarles dificultades.
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Es absurdo suponer que todo el mundo puede opinar en política. De política entenderán algunas personas, entre las cuales hasta podríamos incluir a algún político.
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Nada sé de la literatura argentina actual. Hace tiempo que mis contemporáneos son los griegos.
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Hay dos cosas que quisiera reconstruir: el rostro de mi madre y la imagen de un caballo perdido en la pampa...
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Lo malo es que en la Argentina ganamos todas las guerras y perdemos todas las elecciones.
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No he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. Hablan con voz más alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda.
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De mi libro Historia universal de la infamia vendí 37 ejemplares en un año. Podía imaginar a mis 37 lectores. Pero 5.000, 10.000 lectores son ya la abstracción, la nada.
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Es triste tener que elegir entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Se parecen bastante y no miro con simpatía ninguno de los dos.
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Para mí la clase media es una clase superior. La aristocracia es muy parecida al pueblo. Los aristócratas son muy nacionalistas y el pueblo también lo es. Les da por las mismas cosas. Les interesa el lujo, las carreras.
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Generalmente, cuando se dice de una persona que es inteligente, lo que se quiere decir es que es ocurrente, esto es, que tiene algo que decir sobre un  tema inmediatamente. Pero esa persona puede no ser inteligente, ya que la inteligencia puede ser lenta. ¿Si yo soy inteligente? Si me dan algunos años, soy inteligente. Si me hacen la pregunta en forma inmediata, soy más bien estúpido.
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No podría definirme como ateo, porque declararme ateo corresponde a una certidumbre que no poseo. A fin de cuentas, el universo es tan extraño que todo es posible, hasta un Dios que es uno y es tres.
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Estoy sumamente alarmado pues la Biblia recomienda vivir hasta los 70 y, pasado de ahí, según las Sagradas Escrituras, todo es pesadumbre y tristeza. Mi corazón camina perfectamente, lo cual es malo, porque así no puedo esperar esa bendición que es un ataque cardíaco.
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Ese edificio pomposo es inútil. Sí, el Congreso.
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El mayor defecto del olvido es que a veces incluye la memoria.
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En mi juventud probé la mescalina y la cocaína pero enseguida me pasé a las pastillas de menta que me parecieron más estimulantes. Si las drogas producen el mismo efecto que el alcohol, no me interesan. Un borracho es evidentemente ridículo.
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Las dictaduras fomentan la opresión, las dictaduras fomentan el servilismo, las dictaduras fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomentan la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de líderes, vivas y mueras prefijados, muros exornados de nombres, ceremonias unánimes, la nueva disciplina usurpando el lugar de la lucidez... Combatir esas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor.
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El libro es ese instrumento sin el cual no puedo imaginar mi vida y que no es menos íntimo para mí que las manos o que los ojos.
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Soy un invento de los franceses porque ellos hicieron que yo sea visible. En mi país nadie se había fijado especialmente en mí. Vivía en función de otras personas, de mi madre, de mis abuelos, de mis bisabuelos. Entonces, cuando me dieron un premio en Francia empezaron: "Caramba, ¡un premio así a un argentino!". Porque nuestro país, desdichadamente, es muy nacionalista. Y entonces ya la gente sintió simpatía por mí, empezaron a fijarse en mí.
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Yo propondría que los políticos no fueran personajes públicos.
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La fama, como la ceguera, me fue llegando gradualmente. Fue como un lento atardecer de verano.
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Los ingleses también hicieron mucho mal al mundo. Por ejemplo, lo han llenado de estupideces, como el fútbol.
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Creo que a la libertad se le ha dado demasiada importancia. La mayoría de las personas no saben cómo ejercerla. La ejercen de un modo bobo.
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¿Qué clase de novela es esa que necesita documentarse? Eso es una forma de periodismo.
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Una de las peores cosas que le puede pasar a un escritor es que sea periodista, porque entonces está obligado a buscar los temas. Creo que los temas deben buscarlo a uno, que es un error proponerse un tema.
Rafael Baena
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