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Editorial: Bogotá sigue a la espera

Lo mínimo esperado es que los candidatos abran un espacio a las fórmulas para mejorar Bogotá.

    El año electoral arrancó en la capital del país con una energía inusitada. A nueve meses de la cita democrática en las urnas, la competencia política que desembocará en la elección del nuevo Alcalde Mayor de Bogotá está en pleno furor y generando noticias cada día.
    No es para menos. En contraste con campañas anteriores, la del segundo cargo de elección popular del país se perfila como una de las más competitivas de los últimos periodos. Dentro de los factores que explican un escenario tan abierto se cuenta, sin duda, la pobre aceptación entre los bogotanos de la gestión de gobierno del Polo Democrático. El burgomaestre 'amarillo', Samuel Moreno, alcanzó en la más reciente encuesta Gallup un histórico 78 por ciento de rechazo a su gestión -el más bajo registrado en esa medición desde hace más de década y media-.
    Otro aspecto que explica el actual dinamismo político es el sostenido crecimiento del partido de 'la U' en las urnas. Si de número de curules en el Concejo y en el Congreso se trata, el bloque uribista se convirtió en la mayor fuerza electoral capitalina. La paradoja está en que tan alto número de votos no se ha traducido en aspirantes sólidos para gobernar el Distrito.
    La campaña presidencial del año pasado dejó bien posicionado a un tercer actor: los 'verdes'. Al ser encabezado por tres reconocidos ex alcaldes de la ciudad, el partido más bisoño del escenario nacional tiene en la carrera por el Palacio Liévano un inevitable objetivo y una prueba de fuego para su futuro como organización política. Además, el liberalismo le apuesta al recambio generacional en cabeza de un respetado ex representante a la Cámara.
    La campaña del 2011 por la Alcaldía de Bogotá será de inmensa trascendencia para la ciudad. Lejanos están los tiempos en que las políticas locales de la capital servían de modelo a otras urbes del país y del exterior para resolver problemas como la movilidad, la seguridad y el espacio público. Si bien la ciudad goza de logros consolidados en áreas como educación y salud, la percepción generalizada de los habitantes es de desespero y desazón. En diciembre pasado, 64 por ciento de los bogotanos afirmó que en la capital "las cosas van empeorando". Hace tres años, ese indicador era sólo del 22 por ciento.
    Más que un llamado a la continuidad, los distintos sondeos revelan que Bogotá pide a gritos tanto un cambio de liderazgo que incluya la eliminación de prácticas corruptas como soluciones a los desafíos del transporte público y la seguridad ciudadana. Por ende, la campaña electoral del 2011 constituye una excelente oportunidad para que los bloques políticos discutan, de cara al electorado, sus propuestas para mejorar la calidad de vida urbana.
    A pesar de esta evidente necesidad, la actividad de campaña de días recientes no pasa del tradicional tira y afloja entre políticos y su lucha de egos. No se trata de negar que estas escaramuzas internas en 'la U', los 'verdes' y el Polo son vitales para asegurar apoyos, pues hacen parte del juego democrático. Pero el crítico estado de la ciudad obliga a que quienes aspiran a dirigirla por los próximos cuatro años comiencen ya a debatir ideas y propuestas tangibles.
    Sería un craso error asumir que un reciente triunfo electoral o las glorias de administraciones pasadas son suficientes para convencer a los votantes bogotanos. Con un escenario dinámico, paradigmas tradicionales en caída y un evidente anhelo de cambio, la campaña electoral en el Distrito seguramente traerá más de una sorpresa. Lo mínimo que la ciudad espera hoy es que candidatos y precandidatos les abran muy pronto un espacio a las fórmulas para mejorar a Bogotá.
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