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Historia / La gestación del mariscal

Presentación del segundo tomo de una trilogía sobre Gilberto Alzate, del historiador César A. Ayala. Bernardo Tovar Zambrano

Que un historiador se proponga abordar la trayectoria de un personaje en la secuencia articulada de una densa trilogía es un suceso historiográfico novedoso en nuestro país. El modelo de escritura histórica que implica el concepto de trilogía (la secuencia de tres obras de un mismo autor que conforman una unidad) no ha sido muy practicado en Colombia. Por ello, desde el punto de vista de los estudios biográficos, la apuesta investigativa de César Augusto Ayala constituye prácticamente el único caso conocido en la historiografía colombiana, por lo menos de los últimos tiempos.
Como sucede con toda novedad, el proyecto de largo aliento del historiador no parte de la nada, tiene sus antecedentes, o mejor, sus modelos de inspiración y, a la vez, de distanciamiento. En esto cuenta la temprana influencia que Ayala recibiera de la obra de Gerardo Molina 'Las ideas liberales en Colombia', escrita precisamente en un esquema de trilogía. Ayala entrevió, en aquella época de estudiante, que podía emprender una historia similar, pero no en el campo de las ideas liberales, sino en el de las conservadoras, tema en el cual se registraba un ostensible vacío historiográfico. Avanzando en esta perspectiva, Ayala comienza a bordear y a transitar la compleja temática relacionada con el Partido y las ideas conservadoras, con las influencias e irradiaciones que parten de ese campo de la ideología y de la política colombiana, con sus derivaciones y rupturas; campo no muy historiado ni conocido.
Al enfocar este ámbito desde la perspectiva de la historia de la cultura política, Ayala se distancia del tradicional modelo de historia de las ideas. Resultado de esta andadura historiográfica es su primer libro, titulado 'Oposición y resistencia al Frente Nacional. Los orígenes de la Alianza Nacional Popular', que marca su encuentro como historiador con el inquietante tema del alzatismo, del cual había tenido alguna percepción a través de los líderes de esta corriente en el Valle del Cauca.
Siguiendo este panorama, Ayala publica posteriormente el libro 'Nacionalismo y populismo. La Anapo y el discurso político de la oposición en Colombia'; la obra 'El populismo atrapado. La memoria y el miedo. El caso de las elecciones de 1970' (en 2006); y, finalmente, 'Exclusión, discriminación y abuso de poder en El Tiempo del Frente Nacional' (2008).
Un aspecto a destacar en estas investigaciones es la creciente convicción que el autor tiene acerca de la importancia central del alzatismo y de la figura de Alzate Avendaño, no sólo para el Partido y la ideología conservadora, sino para la cultura política del país, considerada desde los comienzos de la República Liberal hasta el Frente Nacional.
Para Ayala, por ejemplo, la Alianza Nacional Popular, surgida años después, era alzatista en su élite y gaitanista en su base. Los alzatistas eran populares y radicales, orientados hacia el pueblo. Algunos de ellos, en la década de 1960, intentaron organizar movimientos socialistas, como fue el caso de Elías Salazar García, en Cali.
A su vez, el fascismo de las décadas 1920 y 1930 tenía una raíz popular, un trasfondo revanchista que habría de trascender.
Este fenómeno de proyección social y política lleva al autor a ocuparse de la figura de Alzate, quien había formado a los dirigentes que ahora llevaban el alzatismo a otros movimientos. Como lo recuerda Ayala, el mismo Alzate estuvo en desacuerdo con la creación del Frente Nacional por considerarlo una forma de gobierno opuesta a la democracia burguesa que suponía el mecanismo de gobierno-oposición; con dicho Frente se haría imposible la existencia de un partido distinto al oficial, lo que llevaba a un sistema de exclusión. Además, Alzate veía en el Frente Nacional la llegada de los grandes gremios al poder; era así la ratificación del triunfo del capitalismo sobre formas económicas que no podrían competir. No obstante, Alzate, a la postre, decide ingresar al Frente Nacional, lo que fue recibido con entusiasmo por el establecimiento: ahora el Frente Nacional estaba imaginariamente "completo".
Como se ve, el camino recorrido en su investigación conduce a Ayala al encuentro con Gilberto Alzate Avendaño. Decide entonces erigirlo su objeto de estudio, no sólo por la importancia del personaje, sino porque a través de él, siguiendo su huella, podría estudiarse el derrotero de la historia política colombiana del siglo xx y comprender las razones que hicieron de Colombia un país acendradamente conservador.
Ayala reconoce una hegemonía de la historiografía escrita por plumas liberales, que ha construido e instituido el mito liberal como formador de la nación, invención reforzada por la historiografía proveniente de la izquierda.
Por contraste, la otra parte, la de los conservadores, ha estado prácticamente ausente. El conservatismo se conoce a partir de Laureano Gómez, pero no desde la otra fundamental vertiente, la de Gilberto Alzate Avendaño. El autor registró aquí un vacío historiográfico, un lugar de desconocimiento a partir del cual articulaba sus interrogantes sobre Alzate, el conservatismo y el entramado de la historia colombiana de la mayor parte del siglo xx. Resolvió, entonces, llenar ese vacío para contribuir al conocimiento y a la comprensión de un país notoriamente conservador.
En la exploración de su personaje, César Ayala ha encontrado otro Alzate: ni más ni menos conservador que los conspicuos liberales. Subraya que Alzate es el complemento en la construcción de la naturaleza de la democracia establecida en Colombia. Según afirma, Alzate fue en el fondo un hombre demócrata, que en su actuación impulsó la democracia, aunque a veces se expresara en su contra. La propuesta política de Alzate era un socialismo social-cristiano, como contraparte al comunismo de corte soviético. Su presencia en la arena política, permanente e intensa, lo puso en contacto con todos los hombres que se disputaban el poder. A partir de abril de 1948 y hasta 1960, la figura de Alzate estaría sin pausa en la cotidianidad política del país.
Ayala enfatiza el hecho de que el abordaje histórico de Alzate constituye un reto para alguien que, viniendo desde la otra orilla, la izquierda, intenta comprender a un hombre lejano ideológicamente; un reto que implica superar no pocas resistencias y velos ideológicos.
Ahora bien, la de Ayala es una historia compleja: el personaje, Alzate, es visto en el proceso de su tiempo; es él, sus contemporáneos (amigos y enemigos), sus redes sociales y el acontecer político, en esa continuidad entre lo individual y lo colectivo, entre la biografía de un hombre y la historia del país. Para dar cuenta de esta complejidad el autor optó, como se dijo, por la estrategia de la trilogía, en la cual se reconoce la influencia de la obra del historiador argentino Félix Luna, 'Perón y su tiempo'.
En desarrollo de su apuesta historiográfica, César Ayala entrega ahora al público lector el segundo volumen sobre Alzate, pues ya en el año 2007 había dado a conocer el primero, titulado 'El porvenir del pasado: Gilberto Alzate Avendaño, sensibilidad leoparda y democracia. La derecha colombiana de los años treinta'.
Este segundo volumen, 'Inventando al Mariscal: Gilberto Alzate Avendaño, circularidad ideológica y mimesis política', abarca el periodo comprendido entre 1939 y 1950. Trata, entre otros aspectos, del declive de la sensibilidad leoparda (estudiada en el primer volumen), para darle advenimiento a la sensibilidad alzatista; dicho de otra manera, se estudia el proceso de la configuración autónoma de Alzate y la consecuente conformación del alzatismo como la otra vertiente dentro del conservatismo, diferenciada de la corriente laureanista.
De este modo, como lo enfatiza el autor, en el seno del conservatismo se constituye una "pareja mimética", conformada por Laureano Gómez y Gilberto Alzate Avendaño. El fenómeno de la "pareja mimética" se presentaba no sólo al interior del Partido Conservador, sino también en el Partido Liberal y, por supuesto, entre estos dos partidos, fenómeno que conducía al "interesante problema de la crisis mimética".
Para estos planteamientos, el autor se apoya en las concepciones de René Girard sobre los "conflictos miméticos", que surgen cuando dos o más individuos desean la misma cosa (y desear lo que el otro desea está en el orden de la estructura del deseo). Al desear el mismo objeto surge la rivalidad, el conflicto entre los individuos, hasta el punto de que se obsesionan los unos por los otros en una lucha antagónica que lleva a la violencia recíproca. El objeto deseado es el poder, que se busca obtener con la exclusión de los otros rivales y antagonistas.
Para buscarle una salida a esta "crisis mimética", para conseguir la paz en la "guerra electoral" por el poder en que vivía el país, nada sirvió, expresa Ayala, ni la muerte de Gaitán, ni la de Gustavo Jiménez, ni la de los conservadores y liberales del común, ni el gobierno de la Unidad Nacional, ni la nueva hegemonía conservadora, ni el anticomunismo propuesto por el conservatismo como chivo expiatorio a raíz del 9 de abril de 1948.
Llama la atención la expresión "guerra electoral", porque corresponde a uno de los planteamientos destacados por el autor. Según su punto de vista, la política colombiana de los años 1930 a 1950 se desenvuelve en un proceso saturado del imaginario de la guerra, del eco de las guerras civiles decimonónicas, del léxico militar que se integra a las formas de hacer política, de la "guerra en la filigrana de la paz", como expresa Michel Foucault citado por Ayala. Colombia era así un país "atrapado en la cultura de la guerra" (incluso, el autor sugiere una relación entre las guerras civiles del siglo xix y la violencia del siglo xx). Una "cultura de la guerra" estaba presente en la "conciencia colectiva de los colombianos del siglo xx". El problema de este discurso de la guerra es que habría de convertirse en realidad, habría de pasar al acto, dando lugar a los acontecimientos de violencia en lo real.
Con el peso de aquel imaginario de la guerra se corresponden las siguientes palabras de Alzate evocadas por el historiador César Ayala: "Sobre mí gravita un ancestro guerrero. Tengo demasiados capitanes detrás. Yo me siento literalmente abrumado por la pesadumbre de tantos lauros marciales. Aunque yo soy la primera generación literaria de mi familia, en mi estilo existe una influencia atávica que me lleva a entender que la vida es milicia. En este tránsito familiar de las armas hacia las letras se me han quedado demasiados rastros guerrilleros. Lo que hago es combatir, aunque sea con palabras".
Esta imagen, este modo de verse a sí mismo y de hacerse ver por los otros presentándose con esta semblanza, contribuyó, al lado de otros elementos, para que el personaje Alzate fuese "inventado" como Mariscal. Debe considerarse también que en ese momento de la segunda posguerra circulaban en el imaginario colectivo las hazañas de "los Mariscales", entre los cuales estaban Tito, Stalin, Pétain, Rommel, Zhúkov y otros. Esto hacía que flotara en el ambiente el significante mariscal. En este contexto, el ascenso de Alzate como principal protagonista en el escenario de la política después del 9 de abril, y la imagen que él daba de sí mismo con la semblanza señalada, se debieron conjugar para dar origen a la significativa denominación de Mariscal, con la cual Alzate fue representado en adelante.
Pero la preocupación historiográfica por la invención de Alzate como Mariscal responde igualmente a otras preguntas: ¿cómo se forma un hombre de derecha en esa "generación medianera" que transita entre los viejos y los nuevos tiempos de la primera mitad del siglo xx?; ¿qué es y cómo se hace un dirigente de la derecha? Y, más generalmente, ¿cómo es la formación de un político?, ¿esta formación era la misma en una y otra ideología política de partido? La investigación de César Ayala explora posibles repuestas a estos interrogantes.
No pueden pasar desapercibidos otros conceptos que el autor emplea de modo sugestivo en su investigación, como son los de circularidad ideológica, una parodia que él hace ¿dice Ayala¿ del concepto de circularidad cultural de Mijaíl Bajtín, y la concepción de los líderes mosaicos y totémicos tomada de Serge Moscovici.
En virtud del primero, dicho brevemente, los liberales y conservadores, que se distanciaban ideológicamente en el ejercicio de la política, terminaban acercándose y "casi en idénticas maneras de concebir el desarrollo espiritual y material del país". Entre unos y otros circulaban procesos de mutua identificación, que problematizaban las fronteras ideológicas. En esta dinámica, los partidos terminarán pareciéndose, "y de tal proceso saldrá un país más conservador que liberal".
Para observar el ejercicio del liderazgo político, el autor tiene como punto de referencia la imagen del líder totémico, entregado al culto de su personalidad, y la del líder mosaico, que pone en primera escena, no su imagen, sino las ideas, la causa, el discurso que agencia. Una y otra categoría de liderazgo se percibía en el escenario político colombiano, donde a veces se mixturaban dando lugar, en los dirigentes, a momentos de liderazgo totémico y a instantes de liderazgo mosaico. En este orden, afirma el autor, Alzate ejerció el liderazgo totémico para imponerse en el Partido Conservador y para atraer nuevas masas a su colectividad.
Un fenómeno enfatizado en el libro es la centralidad de la política en Colombia, de la cual se afirma que es posible que no tenga parangón en el continente. La política era de cierta manera omnipresente; cualquier evento tendía a convertirse en político; la política constituía la pasión nacional y estaba en todas partes.
No obstante, para el ejercicio de la política entre los años 1940 a 1950 se contaba con unos dispositivos privilegiados: en primer lugar, la prensa escrita y, en segundo lugar, la radio. Era a través de los periódicos que se difundía el discurso y se daban las batallas políticas. Lo primero que tenía que hacer quien aspirara al poder era crear su propio medio de expresión impreso. Desde el punto de vista de la investigación, toda la prensa escrita, de diversas tendencias ideológicas, tanto de la capital como de la provincia, está en el horizonte documental consultado por el historiador Ayala.
Las campañas electorales, y no las simples elecciones, ocupan en el libro un lugar destacado como unidad de análisis. En esta óptica, se incorpora a la observación histórica la antropología de la política: las Convenciones nacionales y regionales, la ritualidad política expresada en las manifestaciones de la plaza pública, los banquetes y el surgimiento de la fiesta política, cuando se prohíbe el uso político de la calle, incluso antes del 9 de noviembre de 1949.
La investigación de Ayala en este segundo volumen llega hasta 1950, cuando Alzate, el Mariscal victorioso, es aclamado presidente del Directorio Nacional Conservador y consagrado como "gran personalidad de la política nacional". A partir de este momento la "sensibilidad leoparda cede el espacio a la configuración de la sensibilidad alzatista", desplazamiento que explica el origen del alzatismo. Esta tendencia al interior del conservatismo constituye, junto con la trayectoria de Gilberto Alzate Avendaño hasta el año de su muerte en 1960, la materia del tercer volumen de la trilogía.
Es imperativo reconocer, finalmente, que la presente obra del historiador César Augusto Ayala, resultado de una investigación paciente, minuciosa y rigurosa, representa un inocultable aporte a los nuevos estudios sobre la historia política de Colombia, obra que por sus planteamientos, en ocasiones osados, no dejará de suscitar más de un debate.
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* Bernardo Tovar Zambrano, profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia.
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