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Trabajar no es cosa de niños

Mañana se conmemora el día mundial contra el trabajo infantil. Un fenómeno que aunque hace parte integral de nuestro paisaje urbano y rural, en semáforos, buses y fincas, no deja de ser lamentable. Las cifras, según la ONU, son alarmantes: cerca de 158 millones de niños menores de 14 años en el planeta abandonan actividades propias de su edad, como la educación, forzados a desempeñar oficios con frecuencia extenuantes e inapropiados.
Aunque en el más reciente reporte se presentó una leve reducción de estos indicadores para América Latina y el Caribe, en Colombia el panorama no es el mejor: cerca de 800.000 niños trabajan, de los cuales un 29 por ciento son del género femenino. Son las niñas, además, quienes tienen una carga laboral pesada, ya que sobre sus jóvenes hombros recaen horas adicionales en el hogar.
En suma, entre los menores que salen a ganarse el pan y los que asumen tareas domésticas los guarismos de trabajo infantil superarían el millón y medio. Parte de ellos asociados a actividades como la guerra, el narcotráfico y la prostitución.
La triste tendencia, agravada por la pobreza y el conflicto armado, incrementa la deserción escolar en las zonas más marginales y vulnerables, como aquellas azotadas por la presencia de grupos al margen de la ley. Es precisamente el reclutamiento forzado de niños en las filas de la guerrilla y de los paramilitares una de las peores formas de trabajo infantil que se presentan en Colombia.
Por eso, dentro de las iniciativas de desmovilización, reparación y verdad no pueden faltar acciones que atiendan las necesidades de esos menores combatientes.
El país es firmante de una serie de convenios internacionales para la erradicación de este flagelo. Urge que tales compromisos se reflejen en el día a día de estos miles de niños, pues su desarrollo está en riesgo. Es importante recordar así mismo que la prevención depende no solo de las entidades gubernamentales, sino también de los responsables legales, como padres, familiares o hermanos. También hay que intensificar los programas que el gobierno colombiano ha desplegado para ayudar a los menores a seguir asistiendo a la escuela, alimentarse mejor y recibir atención en salud. A fin de cuentas, son esos años de crecimiento los más vitales en la formación del capital humano.
Es momento de romper la pobreza como razón para que los padres empujen a sus hijos a la vida laboral y les nieguen espacios para la educación y el juego. Solo así esta conmemoración llegará a ser obsoleta algún día, ojalá cercano.
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