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Habitantes de zona de Chapinero queman pólvora y producen humo para desviar vendaval

Residentes del barrio San Isidro narran cómo, cada año, deben evitar y protegerse de los fuertes vientos.

Suenan tiros, mechas de tejo y pólvora. Ruge el vendaval. Sí, vendaval en Chapinero. Un viento fuerte que visita, año tras año, con mayor o menor intensidad, a los residentes de San Isidro, un conglomerado de barrios ubicado en la ladera de los cerros orientales, en la vía a La Calera, que hace parte de nuestra localidad.
La leyenda varía de boca en boca. Dicen que se aparece el domingo de celebración de la Virgen del Carmen, que nace de un reloj encantado, que va a donde la gente está alejada de Dios o que llega cuando puede.
Sea cual sea la razón de su aparición, los residentes mantienen una tradición para cambiar el curso de la ventisca: 'totear' mechas de tejo, 'echar tiros' al aire y usar pólvora. La última balacera por esta causa ocurrió el pasado domingo 18 de abril.
"Yo no creía en eso, pero el viento comienza a patinar, coge por otro lado", cuenta Gloria Ballesteros, habitante de San Isidro.
"La creencia es que al dispararle, se asusta y se va", narra Olivia de Velandia, quien, con más de 50 años en el barrio, ha prendido mechas en la calle para ahuyentar el vendaval.
Y mientras personas como Olivia 'revientan' mechas, otras cierran puertas y ventanas de la casa, esconden niños y tendidos de ropa para que el viento no se los lleve, no levante tejas, ni destroce sus pertenencias.
Aunque los torbellinos han dejado de ser tan fuertes como hace 8 ó 10 años, según relatan algunos sanisidrinos, hay dos recuerdos que no se borran de sus cabezas: una res voladora y una docena de eucaliptos derribados sobre la capilla.
"Vi la bendita vaca volando. Fuimos a buscarla y la encontramos más abajo del retén, en Salitre, acostada en el pasto, viva, pero magullada, hace unos 35 años. -cuenta Gloria sobre ese día-. Mis papás me decían, 'no se vaya para allá que la levanta el viento'".
La otra corriente grabada en la memoria de San Isidro ocurrió hace 8 años, más o menos, cuando los árboles cayeron sobre la iglesia. "Parecía como si un gigante estuviera pisando los cultivos de mazorca -comenta Mónica Santacruz-. En esa época, el vendaval bramaba, ahora ya no. Sí hay sonido de viento, pero no es tan fuerte como antes".
Lola Velásquez, con más de 18 años en el barrio, apunta que, a pesar de haber crecido y vivido en el campo, nunca había experimentado la energía de un vendaval y tampoco conocía el método de los tiros para espantarlo. "La primera vez que supe de él venía en un bus y empezaron a caer pepas que debían ser las balas de la 'plomacera'", señala.
El mito y la ciencia
Delfina Ramos, de 98 años y habitante de San Isidro hace 60, no cree que haya una relación entre la fecha religiosa y el fenómeno natural. "Ese llega cuando puede y nace abajo, en un reloj encantado de color blanco, al que nadie puede acercarse, cerca de la capilla", indica.
Para Gloria, la ventisca obedece al choque de temperaturas frías con calientes, más que a un evento divino: "sucede cuando se termina el verano y empieza el invierno", apunta.
Su versión es similar a la del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia,(Ideam) entidad que asegura que los vendavales pueden responder a una "atmósfera inestable" en donde se da un "calentamiento excesivo y un giro rápido en el viento, con ráfagas de hasta 70 kilómetros por hora".
El Instituto explica que este tipo de fenómenos locales son imposibles de predecir por falta de la tecnología apropiada. Sobre la práctica para detener el avance de este fuerte viento, el Ideam prefirió no dar declaraciones.
La Dirección de Prevención y Atención de Emergencias (Dpae) no registra en su página vendavales en San Isidro, excepto el ocurrido en abril de este año.
Vanessa Ruggiero
Redactora El Tiempo Zona
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