Allí, entre cientos de osamentas de quienes no pudieron recuperar jamás su identidad se encuentran los restos de Antonio Cossimo Vulcano, un tupamaro que en la década de los 80 se unió al grupo guerrillero M-19 y murió en el rigor de la toma al municipio de Yumbo (Valle), una población bastante distante de su natal Montevideo, desde donde su familia no ha cesado en su búsqueda.
Precisamente, sin proponérselo, Sergio Vulcano, el mayor de los dos hijos del uruguayo, quien por una casualidad de la vida llegó a Colombia a mediados del 2009 y conoció a los compañeros de revolución de su padre, logró descongelar este proceso que ya dio los primeros resultados.
La pista, hallada a comienzos de este año por el ex director de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación en el Valle, Elmer Montaña, solicitada tras el cruce de cartas entre las cancillería de Colombia y Uruguay, revivió la esperanza de los Vulcano, de conocer por fin la suerte de quien para ellos fue un revolucionario idealista que trascendió fronteras y entregó su vida el 11 de agosto de 1984, en la toma de este municipio, a escasos 20 minutos de Cali, poco antes de firmar el acuerdo de paz con el Gobierno Nacional.
Ese día, 21 personas, entre civiles, militares e insurgentes murieron.
Y ahora, que las coordenadas apuntan al último rincón del camposanto empotrado en la ladera sur de la capital vallecaucana, comienza la verdadera tarea que implica identificar entre cientos de N.N. al uruguayo, e inicia una nueva espera para sus seres queridos que sueñan con llevarlo de regreso a su país.
"La búsqueda de los restos es un cierre y un principio, es decirle definitivamente adiós, es cerrar su inconclusión, pues si bien todos sabemos de su muerte, jurídicamente es un desaparecido, y para la historia es importante colocar las cosas en su lugar", dice Sergio Vulcano, quien entre recortes de prensa, fotos familiares y testimonios de quienes conocieron a su padre ha ido reconstruyendo su historia de vida.
Pero la tarea no es fácil advierte Eduardo Pizarro, director nacional de la CNRR, la investigación encontró que la fosa común número 180 donde reposaban los restos de Vulcano y cuatro personas más, fue removida en 1995 y tras una remodelación del jardín fueron enterrados a mayor profundidad y sobre ellas están ahora los cuerpos de niños.
"Este es un tema de enorme impacto porque al parecer varios miembros de los Tupamaros en Uruguay se vinieron a Colombia y murieron aquí. El hijo de Vulcano quiere su cuerpo y haremos lo posible por atender esta petición de la Comisión de la Verdad Histórica de Uruguay", dijo Pizarro, quien no oculta su preocupación porque no se frustre este sueño.
Lo que sigue ahora, explicó Pizarro, es buscar la fosa común y hacer pruebas de ADN de las osamentas en el lugar donde se supone que se encuentra.
"No es fácil la tarea. En Colombia los cementerios son manejados en su mayoría por la Iglesia, que después de cinco años envía los cuerpos sin identificar a una fosa común donde se mezclan con otros", dijo el director de la CNRR, quien considera indignante la situación en un país donde hay al menos 40.000 ó 50.000 desaparecidos.
Pizano, quien asegura que por lo menos en este caso es mucho lo que se ha avanzado, dice que ahora sigue la prueba de fuego para entidades como la Fiscalía, Medicina Legal y el Ministerio de Defensa para realizar una investigación a fondo que les permita cerrar el duelo a los Vulcano.
"Si esto resulta es posible que vengan más solicitudes", concluye.
Las huellas de un revolucionario internacional
Antonio Cossimo Vulcano, un uruguayo de casi dos metros de alto, era un activo militante del extinto MLN-Tupamaros, que exiliado de su país recorrió varias naciones de América Latina y Europa hasta llegar a Colombia donde simpatizó con las ideas del entonces M-19.
Sergio Vulcano, dedicado a reconstruir la memoria de su padre, relata que comenzó su militancia social a los 14 años apoyando a los sindicatos que se oponían al avance del terrorismo de Estado en Uruguay y se enroló en el MLN-Tupamaros, hasta cuando desaparece esta organización.
Sus lazos con el M-19 se inician en 1977 cuando viaja a Colombia y tras un periplo de cinco años por Europa regresa al país, pero es detenido. Al recuperar su libertad se desplaza a Centro América, desde donde mantiene el contacto hasta reaparecer en la toma de Yumbo donde es herido y muere a sus 32 años.