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Las pistas del caso Pizarro que la justicia ignoró por 20 años

La conexión de los 'paras' con el DAS era clara desde el primer momento, pero no se investigó.

Gerardo Gutiérrez Uribe, el sicario que mañana hará exactamente 20 años asesinó al jefe del M-19 y candidato presidencial Carlos Pizarro Leongómez, fue entrenado directamente por Carlos Castaño en su casa quinta del sector de El Poblado, en Medellín.
Fue en esa misma mansión donde semanas antes se planearon los últimos detalles del crimen, que hizo parte de un macabro plan de ultraderecha que se cocinó en Montería, en la finca Las Tangas, en una cumbre de 'paras' y narcos a la que supuestamente asistió también una docena de oficiales del Ejército.
Esos datos son algunos de los más recientes del expediente por ese magnicidio, que esta semana fue declarado crimen de lesa humanidad para evitar que la demora de la justicia impida seguir con la investigación. Los entregó un ex 'para' que estuvo con Castaño desde que este era el que cumplía las órdenes de su hermano Fidel hasta que se convirtió en el máximo jefe de las autodefensas.
El testigo dijo que Castaño entrenó al muchacho, primo y ex compañero de trabajo en una fábrica de tizas del sicario que un mes antes había matado al líder de la UP Bernardo Jaramillo, durante 20 días, y que en una sala de la casa se repitió una y otra vez cómo sería la muerte de Pizarro a bordo de un avión. También, que la ametralladora fue adaptada para que disparara en ráfaga. La víctima recibió 15 balazos en dos segundos.
Los hermanos Castaño fueron condenados en el 2002 como autores intelectuales del crimen de Pizarro, el hombre que llevó al M-19 a la paz con el gobierno Barco. Ahora, la Fiscalía mira hacia los sobrevivientes de la llamada 'Casa Castaño' para llegar hasta otros cerebros del crimen que, según les dijo el propio Fidel a dos ex jefes del M-19 que lo entrevistaron hace más de 15 años, fueron "muchos más; los de siempre".
Ellos podrían contar la verdad que Vicente, el mayor de los Castaño, le prometió a Eduardo Pizarro, presidente de la Comisión de Reparación y hermano del jefe del 'Eme', en un e-mail del 2006. Pero Vicente se fugó por esa época y no cumplió.
Además del ex Auc que ya está declarando, los fiscales emplazarán a Antonio de Jesús Roldán, el jefe 'para' 'Monoleche', cuñado de Carlos Castaño y su asesino en 2004, para que diga lo que sabe y mantenga así los beneficios de rebaja de pena que tiene por Justicia y Paz.
Entre las preguntas pendientes está la supuesta colaboración del entonces coronel Iván Ramírez con el grupo paramilitar de los Castaño. Es el mismo general (r.) Iván Ramírez que está llamado a juicio por el caso de los desaparecidos del Palacio de Justicia y que esta semana fue mencionado por el jefe 'para' Salvatore Mancuso como ficha de las autodefensas.
Desde diciembre, otros dos generales fueron llamados a declarar. A Harold Bedoya, entonces comandante de la Brigada en Medellín; y Óscar Peláez Carmona, ex jefe de la Dijín, les preguntaron por las actuaciones de las unidades bajo sus mandos en esa época. En el caso de Peláez se investiga una supuesta desviación de la investigación.
El mortal sello de los 'suizos'
Los procuradores y fiscales que investigan los magnicidios de Pizarro, Luis Carlos Galán (ordenado por el cartel de Medellín) y Jaramillo Ossa no dejan de sorprenderse porque las decisiones que ellos están tomando ahora no hubieran llegado hace años.
A Pizarro Leóngómez lo mató un 'suizo' el 26 de abril de 1990. 'Suizo' era una palabra clave para 'suicida'. Y les decían así no porque los sicarios estuvieran resignados a morir durante el atentado, sino porque parte del plan era que los mataran minutos después.
"El modus operandi utilizado en uno y otro magnicidios, en los que después de cometidos los crímenes se dispara contra los autores materiales con el fin de acallarlos, fue el mismo", dice el único fallo de la justicia colombiana sobre el crimen de Pizarro.
En 20 años, sin embargo, no se investigó a fondo esa conexión. La hipótesis que planteó el juez en el 2002 es que los infiltrados de Castaño en el organismo de seguridad no solo le informaban de los movimientos de sus protegidos, (los 'paras') podían contar con informantes del DAS que formaban parte de las escoltas asignadas", dice la sentencia, sino que tenían orden de asegurarse de que los asesinos murieran durante la reacción al ataque.
Por eso, todos los escoltas de Pizarro, incluidos los del M-19, serán llamados a declarar en el proceso. Pero la atención está puesta en Jaime Ernesto Gómez Muñoz, quien según testigos disparó contra el sicario cuando este estaba ya reducido y pedía por su vida.
El testigo que habló con la Fiscalía dice que, cuando supo los resultados, Carlos Castaño hizo fiesta. Dijo que fue un trabajo bien hecho porque 'murieron los que tenían que morir': Pizarro y el sicario.
Aunque el DAS y otras autoridades de la época hablaron de un sicario suicida, lo cierto es que el asesino contaba para salvarse con una norma que ese día, precisamente, se violó porque Pizarro llegó tarde: nadie debe ir armado en un avión comercial. Por el afán, los guardaespaldas no habrían entregado sus armas y sólo les quitaron los proveedores.
Una policía habló con el sicario
Veinte años después, las autoridades se preguntan por qué las investigaciones internas no terminaron en nada si el de Pizarro era el tercer magnicidio de personas cuya protección había sido asignada al DAS.
Sorprendentemente José A. Santamaría Cristancho estuvo asignado a los dos esquemas de seguridad días antes de los magnicidios.
Entre los dos crímenes pudo haber una conexión de alto nivel en el DAS, según indicios en manos de la Procuraduría; por eso pidió que el ex jefe de inteligencia Alberto Romero fuera llamado a declarar por los dos magnicidios, pues para la época él tenía contacto con un informante secreto que resultó ser Carlos Castaño.
Romero también fue señalado por el testigo que entregó la ubicación de la mansión de los Castaño en Medellín, cuya existencia ya fue comprobada por la Fiscalía.
Una policía del aeropuerto Eldorado que nunca fue llamada a declarar, a pesar de que siempre estuvo identificada, también puede dar luces en el proceso. Se llama Herminda Barragán García y, poco antes del despegue del fatídico vuelo 0532 de Avianca, entró a la sala de abordaje con la excusa de que un pasajero había olvidado un paquete al otro lado del puesto de control. El pasajero resultó ser Gerardo Gutiérrez Uribe, el sicario.
"Llevaba no sé si una revista y el muchacho la metió al maletín", dijo un testigo. Ese paquete pudo ser la subametralladora miniingram 380 que mató a Carlos Pizarro.
Tres retratos del 'comandante papito'
A. Navarro, otro ex jefe del 'eme', dice que Pizarro era mal bailarín
"Su forma de hablar era única, tenía mucha poesía. A pesar de lo tímido, tenía un encanto adicional: era apuesto y gran líder militar. Las mujeres se derretían por él y eso que era un bailarín terrible. Terminaba pisando a la que sacaba", dice Antonio Navarro, ex jefe del M-19 y actual Gobernador de Nariño. Sobre el crimen, señala: "Pizarro se confió de la protección que teníamos y se ha demostrado que esta protección fue cómplice, por lo menos parcialmente". "Carlos tomó la iniciativa de un proceso de paz. Incluso él y Fayad viajaron a Uribe (Meta) para convencer a las Farc de negociar juntos. No los convenció, pero no desistió de hacerlo solo".
Otty Patiño habla del líder sacrificado
"Lo grave del asesinato de Carlos es que no fue un crimen contra un can- didato a la Presidencia. También quisieron matar un proceso de paz", advierte Otty Patiño, ex integrante del M-19 que lideró una investigación por el crimen de Pizarro, acordada con el gobierno de Virgilio Barco. Según Patiño, quienes decidieron la muerte de Carlos no fueron solo los Castaño. Detrás de ellos hubo un grupo que se reunía en la terraza de un conocido hotel de Medellín. "A Bernardo Jaramillo y a Pizarro los mató 'la Terraza', no la banda de Medellín, sino un grupo de extrema derecha", dice. Patiño, que hoy trabaja con el Distrito, advierte que un avance importante en la investigación de la Fiscalía sería llegar a saber quién era la gente de la terraza del hotel. Su testimonio ha movido la investigación 20 años después del crimen.
Pardo habla del que hizo la paz
"Con Pizarro, el M-19 logró pasar de la guerra a la paz. Y el país le recom- pensó ese paso", dice Rafael Pardo, ex consejero presidencial de Paz del gobierno Barco y quien fue la contraparte del M-19 en la mesa de la paz entre 1989 y 1990. "Tuvimos un año largo de negociaciones muy intensas y decisivas. En ese escenario Carlos Pizarro fue leal y franco en la negociación y ejerció un liderazgo", señala Pardo, hoy candidato presidencial del partido Liberal. El desarme del 'Eme' se da en marzo de 1990, y la vida de su líder fue segada días después: "So- brevivió 20 años en la guerra y fue infortunadamente asesinado en unos pocos días de paz", dice Pardo. "Su muerte fue un retroceso, pero por fortuna el M-19 tuvo el liderazgo de Antonio Navarro para seguir con la paz y aportarle al país en la Asamblea Constituyente". A Pizarro lo recuer- da "directo, analítico, sincero y bueno para negociar, porque no tenía nada debajo de la manga".
Según el DAS, la escolta no falló
Aunque Carlos Pizarro fue el tercer candidato presidencial custodiado por el DAS asesinado en medio año -entre agosto de 1989 y abril de 1990-, la investigación interna de ese organismo no encontró mayores motivos de reproche para sus escoltas.
La investigación se cerró el 10 de agosto de 1990, a cuatro meses del crimen. Aunque el protegido murió, el inspector de seguridad del DAS consideró que no hubo ninguna falla y que la muerte del sicario "fue una acción hábil de la seguridad" del candidato.
El crimen, concluyeron, "no era previsible, ni siquiera con diligencia máxima", pues se trató de "un acto suicida por cuanto la audaz acción del agresor le costaría la vida con certeza absoluta".
En el informe no quedó registro de quién fue el agente del DAS que mató al sicario.
El sombrero, pieza de museo
La imagen de Carlos Pizarro el día de la firma del acuerdo de paz en Santo Domingo (Cauca), el 8 de marzo de 1990, es una de las más recordadas por los colombianos. También el sombrero blanco que usaba se convirtió en símbolo del 'Eme' en su momento.
María José, hija de Pizarro, es la heredera del sombrero de su papá que le fue devuelto desde la Casa Museo Quinta de Bolívar porque -según ellos- no tenía ningún valor histórico.
Con el sombrero en su equipaje, María José inició una serie de viajes que arrancaron en Suramérica y terminaron en España. Allí, 12 años después de la muerte de su padre, hizo por fin el luto que tenía reprimido desde la infancia.
Motivada por los procesos de memoria histórica que ese país hizo tras la dictadura de Franco, desempolvó el sombrero, empezó a hacer una compilación de objetos de su padre y entrevistas, que para ella se convirtieron en una forma de reconstruir las historias que ya nadie cuenta. "Mi papá no era perfecto. Pero no puede quedar como el gatillero y narquito de poca monta que Carlos Castaño describe en su libro. Tenía dignidad", dice la María José.
Esa dignidad la demostró Pizarro -según ella- cuando dejó de hablarle a su hermano, Hernando Pizarro, militante de una disidencia de las Farc responsable de la masacre de Tacueyó. Fueron 160 guerrilleros muertos acusados de ser infiltrados del Ejército. "Mi papá le dijo que por dignidad debía pegarse un tiro", relata.
En el proceso de recopilación María José se presentó en Casa de América, donde se inició con el proyecto que terminó en la exposición sobre Carlos Pizarro titulada 'Ya vuelvo'. Este trabajo será presentado en septiembre en el Museo Nacional de Bogotá.
REDACCIÓN JUSTICIA Y EL TIEMPO.COM
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