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Y ahora Ecuador

Hasta ahora, Ecuador ha seguido el ejemplo del chavismo en algunas cosas y con menor énfasis. Existe el discurso populista y acciones intervencionistas dirigidas contra el capital extranjero.

ALBERTO SCHLESINGER VÉLEZ Profesor Universidad Sergio Arboleda
La participación de Ecuador en el grupo extremista que lidera Chávez dentro de la izquierda latinoamericana, cuya estructura es el Foro de Sao Paulo, y como lo bautizaron en Brasil: 'el polo del atraso', junto con Bolivia y Nicaragua, obedece a razones muy particulares y a condiciones propias de la sociedad y economía ecuatoriana.
Si definimos al chavismo por sus componentes más evidentes, podemos decir que es un populismo epidérmico sin mayor profundidad, con acciones y estructuras de la más clara raigambre fascista tropical, donde el verdadero poder radica en los militares, con algunos visos de lenguaje marxista, comunista, castrista, según el estado de ánimo del líder, del auditorio y de las circunstancias.
El poder se concentra totalmente en un caudillo autocrático con la dominación y exclusión de cualquier tipo de oposición. La abolición de la separación de los poderes y la consiguiente ausencia de controles públicos. La lucha de clases y polarización extrema de la población. La politización y desprofesionalización de la fuerza armada desde su base. La desaparición del Estado de Derecho.
La intervención del régimen en forma creciente en la actividad económica, principalmente mediante controles como el de cambios y precios y las nacionalizaciones y controles a los flujos de capital, y la destrucción acelerada de la malla empresarial. Altos niveles de corrupción generalizada como medio de compra de adhesiones y un discurso 'antiimperialista', dirigido a Estados Unidos con una represión constante a los pocos medios de comunicación independientes.
Hasta ahora, Ecuador ha seguido el ejemplo del chavismo en algunas cosas y con menor énfasis. Existe el discurso populista y acciones intervencionistas dirigidas principalmente contra el capital extranjero en forma selectiva. El ataque antiimperialista también está presente y la Constitución fue modificada como paso inaugural dentro del guión del populismo latinoamericano. Su participación en la entelequia del Alba y de Unasur, así como su cercanía con Cuba e Irán también son de cuño chavista. La persecución a los medios de comunicación lo es igualmente.
Pero, y el pero es importante, las posibilidades de actuar autocráticamente como Chávez no son tan grandes. La izquierda ecuatoriana y la enorme población indígena con sus organizaciones son muy volátiles e inmanejables. Ya lo están acusando de no cumplir con los postulados con que lo llevaron al poder. La economía es muy frágil y la dependencia del petróleo y del sector privado es grande, y al estar dolarizada deja poco margen de acción para deteriorar más sus fuentes de ingreso externo, ya afectadas por la crisis internacional.
Subsiste la separación de los poderes y la capacidad de fiscalización. Además, existen partidos políticos, y el potencial de la oposición es mayor. La fuerza armada no ha sido infiltrada y politizada ni participa generalizadamente en la administración del poder y la distribución del botín.
Colombia ha actuado oportunamente y bien al tratar de separar su relación con Ecuador de Venezuela. Nuestra interdependencia es diferente, empezando, porque les suministramos un buen porcentaje de la energía eléctrica que consumen. Sin embargo, la presión de Chávez, el ego de Correa y su perfil mesiánico, así como un claro desequilibrio psicológico, no garantizan que las cosas no puedan volver a empeorar. Como el cuento de la rana que para hervirla hay que subir lentamente la temperatura del agua en la olla, como Chávez ha cocinado a los venezolanos en estos 10 años, el amigo Correa puede ser que hasta ahora esté empezando a poner el agua. Algo en lo que los demócratas de ese país deben pensar.
ALBERTO SCHLESINGER VÉLEZ Profesor Universidad Sergio Arboleda
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