"Dios le da pan al que no tiene dientes". La frase de cajón aplica en mi caso a la perfección, porque el pasado sábado 3 de julio, antes de las 6 de la tarde, hora colombiana (4 de la tarde en Los Ángeles), me convertí en uno más del millón 600 mil usuarios de Internet que buscaban una boleta para asistir al funeral de Michael Jackson en el Staples Center, este martes (7 de julio) a las 10 de la mañana.
El proceso fue sencillo. Correo, nombre, apellido, código postal, fecha de nacimiento y clic en el botón 'Enviar' en el sitio web www.staplescenter.com. Y olvidé el asunto. Al fin y al cabo, es una de esas apuestas imposibles que uno hace sólo por diversión, sin esperar ganar.
Pero de forma absurda, gané. A las 6:36 de la tarde del día siguiente, recibí la noticia en mi puesto de trabajo en eltiempo.com, donde soy editor nocturno. "Congratulations", decía el correo en mi bandeja de entrada de Gmail. Luego, había un código secreto y los pasos para acceder a la página de Ticketmaster donde se generaba el voucher. ¡Tenía en mis manos el grial, el objeto del deseo! Un papel que me permitiría reclamar dos boletos y dos manillas para el evento.
No obstante, la realidad se impuso a la emoción: era domingo en la tarde, tengo la visa vencida y el único vuelo de Bogotá a Los Ángeles del lunes partía a las 8 a.m. Así que, no hay de otra, lo veré por televisión. Pero lo confieso, tendré a mi lado, impreso, el archivo en PDF que me daba el derecho a estar allí. Gracias por invitarme Mike, asistiré de corazón.
En este momento, el voucher está en Los Ángeles con unos familiares que, espero, sabrán aprovecharlo, reclamar las boletas y acompañarlo, a mi nombre, en su despedida. Eso me produce alegría.
Ayer, una amiga me dijo que también pensó en inscribirse pero, en un alarde de altruismo, no lo hizo por pensar en los 'verdaderos fanáticos'. Allá ella. Para mí, tener el tiquete es una forma muy personal de recordar por siempre a quien acompañó mis años de infancia con su voz, mientras mi hermano y yo intentábamos imitar el paso del 'Caminante de la luna' bajo la mirada de mi abuelo, quien no veía la hora de quitarnos el disco de Thriller, sacarnos corriendo de la sala y volver a su meditación con Luciano Pavarotti. "Esa sí es una voz", solía decir. A mí, a los 8 años me gustaba también la de 'Mike'.
RAFAEL QUINTERO CERÓN
Periodista de eltiempo.com