En el último editorial de la revista Arcadia, titulado '¿Otra vez a cantar?', se cuestiona la enorme apuesta que hace el Ministerio de Cultura con la segunda edición del gran concierto nacional. El escrito señala que es contradictorio llevar a cabo un gigantesco festival musical en casi todos los municipios del país, mientras se cierran entidades culturales por falta de recursos, como el reciente caso de la Sinfónica Juvenil de Manizales. Un Gobierno que lleva a cabo el ambicioso plan educacional de música para la convivencia se contradice cuando dota de instrumentos y forma a nuevas generaciones mientras les clausura posibles espacios de trabajo, como la mencionada orquesta.
En el gran concierto también se dan situaciones absurdas. De la programación se deduce que la puesta en escena es un "todos contra todos", donde llevan las de perder las músicas instrumentales por su poca o inexistente divulgación por parte de los medios masivos y de las entidades oficiales. Es irónico que un espacio que pretende incluir todas las vertientes de la práctica musical en el país se anuncie con una vigorosa campaña de medios, donde solo se promociona a tres o cuatro exponentes de la música comercial, justo a los que menos lo necesitan. Un sistema de votación por Internet pone a los compositores clásicos de trayectoria a compartir tarima con niños sacados de Factor X.
En la edición anterior de este laboratorio de convivencia musical, los conciertos de Leticia y Bogotá coparon toda la atención de los medios, que pasaron por alto otros eventos quizás más entretenidos, pero menos llamativos por la falta de "famosos" en sus tarimas. Es imposible que un espectador entrenado para oír un solo tipo de música pueda digerir semejante revoltijo de tendencias que están presentes en la programación. Por eso, este año volverá a ocurrir lo mismo: las cámaras irán a las tres o cuatro ciudades donde la tarima tenga más cartel y pare de contar.
¿Y los otros 800 conciertos? Allí es posible que se instaure una práctica que ya se dio el año pasado: que el evento se convierta en un escenario donde el alcalde del remoto municipio saca pecho ante sus electores por montar semejante foforro. En esos casos, el esfuerzo y los recursos del Ministerio se convierten en una caja menor para fiestas, porque en muchas poblaciones el evento se concibe más como una parranda que como una oportunidad para apreciar la música. Se vislumbran presencias y ausencias notables en un gran concierto que, si bien ha abierto algunas puertas a la música popular, puede estar cerrándolas a otras tendencias de igual o mayor validez.
acevemus@yahoo.com
El revoltijo nacional
-
Regístrate o inicia sesión para seguir tus temas favoritos.
- Comentar
- Reportar
- Portada