La imagen, a fuerza de repetirse, se ha convertido en un arquetipo: un joven empleado de traje oscuro llega a su oficina para revisar, entre pestañeos ardientes y bostezos dispares, la torre de formularios que se acumula en la gaveta de su escritorio. Durante años, esta ha sido la imagen que la mayor parte del mundo ha tenido de Franz Kafka: la de un hombre cercado por el trajín de la vida de oficina y hundido hasta el cuello en un océano burocrático.
Sin embargo, la verdad parece estar hoy lejos del mito. De acuerdo con 'Franz Kafka: the office of writings', libro que acaba de publicar la Universidad de Princeton, el autor de 'La metamorfosis' y 'El castillo' no sólo brilló en todas las tareas que le fueron impuestas el tiempo en que trabajó como abogado para el Instituto de Seguros contra Accidentes de Trabajo con sede en Praga, desde 1908 hasta 1922, sino que fue parte sustancial de la empresa hasta el punto de ser, por momentos, una especie de presidente virtual.
"Kafka no fue un simple Bartleby", dicen Stanley Corngold, Jack Greenberg y Benno Wagner, autores del libro. "Por el contrario, fue un abogado y un oficial de alto nivel de una agencia muy importante de accidentes e indemnizaciones".
La mención de 'Bartleby', aquel divertido personaje creado por Melville en 1853 para dar cuenta de los intríngulis de la vida oficinesca (aunque también para recuperarse de la debacle inicial tras la publicación de su obra más importante y, a la postre, más ambiciosa, 'Moby Dick'), por supuesto, no es gratuita. Al hacerlo, los autores ponen de manifiesto el rol preponderante que Kafka tuvo en el Instituto, no sólo en la redacción acuciosa de los informes que debió entregar a sus jefes, sino en los discursos que pronunció, los artículos para las revistas que escribió y las campañas de propaganda que lideró en beneficio de, entre otras cosas, las mejoras en el tratamiento médico para los soldados heridos en combate durante la Gran Guerra.
A este respecto, escribe Kafka: "No debemos seguir alimentando la idea que el Estado y sus ciudadanos forman dos categorías diferentes. La guerra nos ha mostrado claramente que todos somos el Estado, que ninguno de nosotros está por fuera del concepto del Estado, que el éxito del Estado es el éxito de cada uno de nosotros y que un golpe en contra suya lo sentimos con la misma fuerza. Es por eso que no podemos justificar un rechazo a brindarles ayuda a los veteranos discapacitados con el argumento pobre que es trabajo del Estado hacerse cargo de ellos, que no es nuestro deber curar las heridas que ha dejado la guerra". (Traducción del autor de la nota). Su compromiso, como se ve, era rotundo. Su percepción de la realidad, humanista. "No escribió el grueso de su obra después de un día de ejercicios con sus dedos en una oficina anónima", aseguran los biógrafos, "sino después de escribir y dictar informes de una gran importancia social".
Una de las pruebas más sobresalientes para entender hasta qué punto Kafka estuvo compenetrado con su rol en el Instituto se halla en la confesión que le hizo a Hedwig Weiler a principios de 1907, en Viena, cuando rondaba los 24 años y se preparaba para entrar en el mundo de los seguros como abogado: "Guardo la esperanza de llegar a sentarme algún día en una oficina de un país distante, con los ojos puestos en la ventana, mirando los campos de azúcar.
El mundo de los seguros -dice Kafka- me produce un gran interés, aunque mi trabajo diario sea monótono". Esta confesión, que ha sido desatendida por los investigadores de su obra mucho tiempo, resulta para Wagner sorprendente. En ella es posible ver un Kafka distinto al que se conoce y, de paso, unir de una manera clara las dos puntas de un mismo lazo: el de su vida como escritor y como abogado. "Si Kafka estaba tan interesado en 'el mundo de los seguros', estamos obligados a ir más allá de las analogías entre su vida y su escritura. Antes de cruzar la entrada a su mundo literario, debemos recorrer su oficina". Este libro es, pues, la mejor ventana para asomarse a esa 'oficina' donde el hasta hoy ilustre y desconocido abogado Kafka trabajó con dedicación cerca de 14 años.
FRANZ KAFKA
(Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924)
Escritor checo en lengua alemana. Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos, Franz Kafka se formó en un ambiente cultural alemán, y se doctoró en Derecho. Pronto empezó a interesarse por la mística y la religión judías, que ejercieron sobre él una notable influencia y favorecieron su adhesión al sionismo. Alos 23 años obtiene el título de Doctor en Derecho y trabaja como empleado en varias compañías de seguros. La sombría imagen de un ser permanentemente angustiado y triste es legendaria y totalmente incierta. Kafka era un ser alegre, bromista, cordial y profundamente comunicativo.
Fue dueño de una vigorosa alegría de vivir y enfrentó con poderosa fuerza interior las angustias de su difícil vida familiar. El 3 de julio de 1924, muere víctima de tuberculosis en el sanatorio de Kierling, cerca de Viena. Su más íntimo amigo, el crítico y escritor Max Brod, hace caso omiso de su última voluntad y en lugar de destruir sus obras, da a conocer al mundo su genio literario.
Por Mauricio Becerra
Washington
Biografía/ Kafka, ¿Burócatra?
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