En el ejercicio administrativo se percibe gran preocupación y miedo en la toma de decisiones que le corresponden a los servidores públicos.
No es difícil encontrar la respuesta a tal temor. Parece ser que en la mayoría de las actuaciones administrativas a sus autores los embargan la inseguridad o la debilidad.
Somos los humanos susceptibles a temores infundados y nos encomendamos a todos los santos, a Dios y a la Virgen, no echamos la bendición y normalmente escuchamos decir: "qué sea lo que Dios quiera" y tomamos la decisión, nos echamos al agua.
En la parte pública la seguridad debe provenir del conocimiento de lo que se hace, de la seguridad de saber hacerlas, de aplicar principios humanos de honestidad, transparencia, libertad, y principios constitucionales de pluralidad, celeridad, economía, imparcialidad, entre otros. Las actuaciones administrativas con estos ingredientes no pueden generar temor.
Sin embargo, donde hay un asomo generador de miedo, temor, debilidad, susto o como se quiera llamar es a un aspecto que pone a caminar a los funcionarios 'en el filo de la navaja'; me refiero al acompañamiento de las peticiones o solicitudes a los funcionarios con la advertencia de la presencia de la Procuraduría, la Fiscalía, o la Contraloría, respetables organismos, con funciones muy definidas.
Estamos condicionando a los servidores públicos a 'amenazarlos con..., o cumple o..., trabaja o...., hace o...., es decir les estamos mostrando 'el garrote', 'la espada', los estamos atemorizando.
Esa permanente ansiedad hace temblar el pulso, no deja pensar, no deja actuar y, seguramente, está convirtiendo la administración pública en una rueda lenta y obsoleta moviendo un mundo dinámico y ágil.
El respeto por las instituciones 'ías' se hace mayor en tanto se actué conforme a la ley y a los principios constitucionales; por lo tanto no es necesaria la presión anticipada, para ejercer una conducta oficial recta y vertical.
Por Erwin Armando Cortés Páez
Administrador público municipal y regional.