En el Congreso de Bioética que se realiza en Bogotá, este brasileño -considerado uno de los bioeticistas más importantes del continente-, afirma que además de soluciones técnicas es necesario apelar a la ética para que la población tome conciencia sobre el deterioro de los ecosistemas.
"No creo mucho que los adultos de esta época caigan en razón. La clave está en sembrar la semilla en las nuevas generaciones", afirma el sacerdote.
Y más que eso, piensa que es urgente establecer políticas públicas que regulen los hábitos de consumo como se está ensayando actualmente en Europa. El consumo desenfrenado, de acuerdo con Junges, es el que más contaminación genera. Entrevista.
Si no cree que esta generación tome conciencia sobre el tema, ¿qué hacer?
Las catástrofes van a ser tan horribles, y por eso hay que crear miedo para ver si la persona se despierta y tome conciencia. Hay que acudir a la estrategia del miedo para mostrar lo que puede pasar.
Políticas de consumo, ¿para qué?
La gente usa cada vez más productos descartables. La ropa y los muebles de la casa se cambian simplemente porque pasan de moda. Los centros comerciales están reemplazando a las iglesias. Salir de compras es un acto religioso que sirve para llenar los vacíos interiores.
¿Y esas políticas de consumo, para quién?
Serían particularmente para los ricos, que en Latinoamérica consumen como si estuvieran en Europa. Los ricos son los que más consumen y contaminan. Eso es injusto social y ambientalmente.
¿Y cómo funcionarían?
Por ejemplo, incrementar los impuestos para aquel que quiera comprar automóviles, joyas o artículos muy costosos. Hay que controlar más el uso de vehículos. Es imperdonable que cada persona tenga un vehículo solo para su uso.
¿Qué más habría que regular?
Por ejemplo, controlar el consumo de carne. La crianza de animales genera un gran desgaste ambiental. Comemos más carne de la que necesitamos. Hay que prohibir las bolsas en los supermercados y crear bancos de alimentos con el sobrante de comida de los supermercados, para que les llegue a los más pobres.
¿Y todo eso sí sería posible?
Sería lo ideal, pero es muy complicado. Qué gobernante se atrevería a poner leyes que regulen el consumo y transforme las costumbres de la gente. Eso no da votos, no es popular. Pero hay que pensarlo y habrá que hacerlo.
¿Y mientras tanto?
La población debe preguntarse si es necesario consumir tanto. Hay que promover el no uso de cosas que no son indispensables para tener una vida con bienestar. Hay que aprender a llevar una vida sobria: sin restricciones, pero sin despilfarrar.
JOSÉ ALBERTO MOJÍCA PATIÑO
REDACTOR DE EL TIEMPO