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200 monos aulladores tienen su santuario en El Ocaso, en Quimbaya (Quindío)

Este primate de unos 80 centímetros de cabeza a cola que no llega a pesar diez kilos. Es el amo y señor de los inmensos árboles que conforman las 106 hectáreas de la Reserva Natural La Montaña.

El lugar alberga cerca de 12 manadas, lo que hace de esta reserva una especie de sitio sagrado de esta especie, en una esquina donde confluyen los ríos Roble y La Vieja, en pleno corazón del Quindío.
"Estos son sus dominios y se busca que siga siendo un espacio protegido para ellos", dice Gómez, vinculado a la Universidad del Quindío y quien tiene a su cargo el manejo de esta reserva de flora y fauna situada en medio de fincas cafeteras y ganaderas.
La reserva es el resultado de una iniciativa del profesor Carlos Alberto Agudelo, quien atraído por la riqueza biológica del lugar logró que el Municipio hiciera una exención tributaria a los propietarios de una finca de casi 1.000 hectáreas a cambio de que ellos la mantuvieran intacta.
Mediante un comodato en el 2000, la Universidad del Quindío, a través del Centro de Biodiversidad Cibuq, asumió el manejo técnico y científico del área en busca de tres objetivos: manejo de la reserva, conservación y educación ambiental e investigación.
El aullido primero asusta, luego agrada
Un sonido como el rugido del viento se escucha entre los gigantescos árboles, rastrojos y troncos caídos. Los pájaros se acallan. A primera vista no se ve nada, pero el estruendo retumba en la montaña.
No han faltado quienes lo comparan con un espanto, pero ese sonido gutural les produce alegría al guardabosques Daniel Rodríguez y al biólogo Germán Gómez.
"Puede ser una advertencia de un macho alfa a otros o un llamado a las hembras. Lo hacen entre las 8 y las 10 de la mañana y de 2 a 4 de la tarde", explica Rodríguez, que lleva seis de sus 33 años atento a esos sonidos.
Explica que el fuerte sonido se origina en un desarrollado hueso hioides que amplifica los gritos del animal. Se escuchan hasta a tres kilómetros. Algunos afirman que solo lo supera el rugido del león.
Cazadores son despiadados con la especie
Contrario a lo que sucede en El Ocaso, en la cuenca del río Barbas, entre Quindío y Risaralda, los cazadores tienen en jaque esta especie.
El animal es perseguido para su venta como especie exótica. Matan a la madre y atrapan a la cría. También lo usan para rituales con el hueso hioides.
La deforestación para ganadería y otros cultivos es otra de las amenazas. La alarma la dan el ecologista Álvaro Camargo Bonilla, de Filandia (Quindío), y Nelson Losada, presidente de las ONG ambientalistas de Risaralda.
En esta zona, el Instituto Alexander Von Humboldt, la Agencia Alemana de Cooperación GTZ y la Corporación Autónoma Regional del Quindío ejecutan un proyecto para lograr un corredor de monos aulladores entre la reserva Bremen y la cuenca del río Barbas.
Por su alimentación, basada además de hojas en frutas, esta especie de mono cumple un importante papel como dispersor de semillas, por lo que con su muerte se hace un doble daño ecológico.
El comodato de Uniquindío y los dueño de El Ocaso vence en el 2010, pero se espera que sea renovado para preservarlo como zona de interés mundial.
Avistarlos, una maravilla
Desde la distancia su color amarillo rojizo en la parte superior destaca entre la diversidad de tonos verdes del bosque. No huyen ante el hombre, pero permanecen inmóviles, los ojos fijos, atentos.
Se valen de su cola prensil para sujetarse en las ramas mientras devoran hojas de yarumo y de otro árbol que los expertos no identifican.
A unos 30 metros de altura corren y saltan ágiles de rama en rama. Su destreza no les permite evitar a veces su depredador natural, el cara caro, un ave rapaz grande que en ocasiones atrapa ejemplares juveniles.
El riesgo en otros lugares es la caza con fines comerciales como mascota, y la extinción de su hábitat.
Por eso, a corto y mediano plazo la Universidad busca establecer corredores biológicos hacia otros fragmentos de bosque en predios cercanos.
A largo plazo, pretende lograr conectividad hacia la cuenca del río Barbas, a unos 40 km., en límites de Quindío y Risaralda, donde también hay presencia de esta especie, aun cuando están en peligro.
"Si no se logra, existe el riesgo de endogamia o entrecruce familiar. Ante una enfermedad grave morirían muchos por la falta de variabilidad genética y hasta se podrían presentar deformaciones", dice Gómez.
Pero prefiere pensar que cada día se está logrando más conciencia sobre la necesidad de conservar esta especie que si bien no está en peligro de extinción, sí está amenazada.
El propósito es que la Reserva Natural La Montaña El Ocaso sea una fuente de reproducción de esta especie y desde aquí se de el repoblamiento de monos aulladores hacia otros reductos de bosque en el norte del Valle y Risaralda.
Mes a mes se hace énfasis en un elemento. Junio es para el mono aullador, pero igual pueden ser ardillas, la pava caucana, insectos, aves o especies vegetales como la guadua o las siete heliconias identificadas en el lugar, entre la variada flora y fauna.
Mariposas, ciempiés de color naranja de hasta 15 centímetros, la humedad del lugar, el crujido de las ramas que caen o diversidad de cantos de unas 180 especies de aves hacen que recorrer este lugar sea un deleite para la vista, los oídos, el olfato y la piel.
También hay que estar atentos a los riesgos. No faltan las caídas en puntos empinados, hay que evitar agarrar la uña de gato -un bejuco con fuertes y cortas espinas- o los punzones de la palma de corozo, que hieren como largas y delgadas agujas.
Precisamente la espesura del bosque, el manejo de Uniquindío y la labor del guardabosque, que como única arma se vale de argumentos ante eventuales intrusos, hacen de esta reserva un espacio único para los aulladores.
IVÁN NOGUERA
ENVIADO ESPECIAL DE EL TIEMPO
QUIMBAYA (QUINDÍO)
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