La capital del Vaupés siempre había sido una población tranquila. A pesar de los constantes rumores sobre la toma, los habitantes veían lejana la posibilidad. Sin embargo, hoy todos creen que hubieran podido evitarse ese sufrimiento.
Pero no hubo tiempo de nada. Los cilindros detonaron con toda su potencia.
"Mija, se tomaron el pueblo", fue lo único que atinó a decir el esposo de Ayryn Williams, enfermera del hospital, quien hasta 20 días antes de la toma vivía enseguida de la estación y decidió trastearse a su finca. Allí se centró una de las partes más dramáticas de la toma.
"Todos en el pueblo escuchamos los estallidos. Yo pensé en irme para la estación a apoyar, pero, ¿qué podía hacer? Era un simple auxiliar bachiller sin armamento", recuerda César Augusto Díaz Braga, uno de los 61 policías que las Farc secuestraron ese día.
"A las 6 de la mañana llegaron los guerrilleros a mi casa. Cuando mi hermana abrió preguntaron por mí, me sacaron, me hicieron arrodillar y después me llevaron hacia la cancha", dice.
Entre tanto, su madre, doña Gilma Braga, se apretaba el estómago con los brazos, como para contener el dolor que tenía.
"César me buscó, me dijo que lo llevaban a una reunión, que ya volvía, pero yo sabía que no lo volvería a ver. Así fue, solo tres años después lo pude abrazar y besar", asegura la señora.
Diez horas más tarde cayó el comando de Policía y el coronel Luis Mendieta y sus 60 hombres fueron llevados en fila hacia las afueras de Mitú, que estaba en ruinas.
Ayryn fue llamada esa misma noche a atender a los militares que resultaron heridos cuando eran desembarcados en su finca. "Muchos se murieron en mi cama", dice.
Sobrevivieron, pero no ha sido fácil reconstruir sus vidas: César fue liberado en el 2001 y hoy intenta terminar su carrera de derecho, pese a su precaria situación.
Entre tanto, Ayryn se familiariza otra vez con la realidad. Estuvo durante 8 años en un hospital siquiátrico. Allí la visitaban, en sus alucinaciones, los soldados mutilados que le pedían a gritos que nos los dejara morir.
Ahora tiene que tomar todos los días 5 miligramos de Rivotril y 150 de Clonacepina: "Las pepas me sirven dizque para vivir, pero ese primero de noviembre me mataron el corazón, nos mataron el corazón a todos".
TEXTOS: JINETH BEDOYA L.
FOTOS: MAURICIO MORENO