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Réquiem por un sueño

Bienestar Familiar tiene bajo su protección a 7.500 niños mayores de ocho años a los que nadie quiere adoptar.

"ME ABANDONARON cuando era niña y en menos de un año, cuando sea mayor de edad, me volverán a dejar, tendré que irme de aquí", dice Julia, de 17 años, y quien desde hace siete vive en uno de los hogares de protección de una de las ocho  instituciones que, con la autorización del Instituto de Bienestar Familiar, ICBF, realizan procesos de adopcion en Colombia.
Cuenta que llora mucho, pero que lo hace a escondidas para que no se den cuenta de su sufrimiento. "Siempre quise una familia que me quisiera, que me apoyara, pero ya perdí las esperanzas, y a pesar de que aquí me han apoyado muchísimo, hoy me siento sola, muy sola...", dice Julia.
Camilo, de 13 años, y quien lleva seis en un centro de protección, se pregunta una y otra vez: "¿Por qué una familia no me adopta? ¿Qué tengo de malo? ¿A quién le he hecho daño?". Se hace estas preguntas con sobradas razones: hace cuatro años, una familia extranjera adoptó a su hermano; hace dos, su hermana también fue adoptada y el año pasado su mejor amigo encontró un hogar.  Pero él, el mayor, sigue ahí, esperando a que alguien, algún día, quiera darle una  familia. "No pierdo las esperanzas -dice-.
Sé que pronto tendré un papá que me contará cuentos antes de dormir, como pasa en las películas".
Cada noche, antes de acostarse, Juan Carlos, de 14 años, se encomienda a Dios y le pide en silencio que algún día no muy lejano alguna persona abra su corazón y decida adoptarlo. "Aunque es muy difícil que eso pase porque tengo 14 años, no pierdo los ánimos -asegura-. Por eso en cada oración pido siempre una familia".
Ángela, de 13 años, abriga la misma ilusión y por eso todas las mañanas se levanta temprano, mira al cielo y pide con toda su alma que se vuelva realidad su sueño. "Sé que es difícil encontrar un papá o una mamá que me llamen hija -señala-. Pero una vez alguien me dijo que había que desear con mucha fuerza lo que uno quería para que se cumpla, y eso es lo que hago todos los días". Angie Carolina, de 9 años y a quien le gusta pintar y cantar música romántica, dice: "Mi sueño es poder compartir con una familia todo el amor que tengo y que ellos hagan lo mismo conmigo".
Ellos forman parte del grupo de 7.500 niños mayores de ocho años que viven en centros de protección oficial y que nadie ha querido adoptar. El ICBF los llama niños de difícil adopción. De ellos, el 46% corresponde a grupos de hermanos y el 54% tiene algún problema físico o mental. Son niños que, en promedio, duran nueve años en esos hogares sin que nadie se interese por su suerte.  "Hace año y medio teníamos 4.000 y por eso parece que el número hubiera aumentado, pero es que no se llevaba un control de los menores de difícil adopción -dice Elvira Forero, directora del ICBF-. Hemos avanzado en el tema y hoy sabemos cuántos hay y dónde están".
Es casi un milagro que una familia pida en adopción a uno de estos 7.500 menores que sueñan con un hogar. "Es difícil que ellos tengan ya un entorno familiar pero de todas formas nosotros no bajamos la guardia porque sabemos lo importante que es para un ser humano tener una familia", agrega Forero. Mientras tanto, 3.000 familias extranjeras y 300 colombianas esperan meses y hasta años para que, después de un riguroso proceso de selección, les den en adopción un bebé o un pequeño que no haya pasado la barrera de los ocho años.
Prejuicios
Según la experiencia de los centros de protección, las principales razones por las cuales los niños mayores de ocho años no son "atractivos" se derivan de creencias sin fundamento: que tienen dificultades para adaptarse, que presentan desórdenes psicológicos, que tienen mañas y están dañados por la vida, y que es difícil vivir con ellos.
Según la psicóloga Ruth Guana, jefe del Programa de Protección de Hogares Club Michín, que lleva 50 años de trabajo social con niños, esos son mitos que se han afianzado en algunos sectores sociales y han contribuido a que el problema avance. "Son creencias totalmente infundadas -asegura-. Debido a ellas, a muchos niños se les va la adolescencia en los centros de protección cuando han podido recibir afecto en una familia".
Javier y Fernanda, padres adoptivos de una niña de 11 años, dan fe de lo absurdo de esas ideas que condenan a tantos menores a vivir sin posibilidades de tener familia. "Nosotros hemos sido muy felices -dicen-. Damos gracias todos los días a Dios por darnos esta bendición". Una bendición que se niegan a recibir muchas familias, cuyos prejuicios les impiden abrir las puertas de sus hogares a esos niños.
Cosa muy distinta sucede en Estados Unidos y Europa, de donde son la mayoría de los adoptantes de estos niños. "Allá no los estigmatizan porque tienen otros conceptos culturales -afirma Martha Segura, directora de Kidsave Colombia-. Son siempre bien recibidos sin importar su edad o condición porque para ellos un niño es una bendición". De hecho, de cada 10 niños colombianos mayores de ocho años adoptados, nueve lo son por familias extranjeras.
Parece obvio afirmar que es mucho mejor una institución oficial que una mala familia, pero los expertos sostienen que, pese al buen trato y al afecto que reciben, a los niños que crecen en estos centros les resulta difícil formar su propia familia en la edad adulta, pues nunca tuvieron una. "En la familia se adquieren valores, principios, seguridad y un legado cultural que son difíciles de recibir en una institución -sostiene el psicólogo de familia Carlos Ramírez-.
¿Cómo pedirles que enseñen algo que nunca han recibido?".
Por su parte, el sociólogo Juan Ricaurte señala: "Es tan importante la familia, que al analizar el perfil de los delincuentes que tanto daño le hacen a la sociedad se descubre que la mayoría no tenía un entorno de padre y madre definido". Y agrega que otra sería su historia si en el camino de su vida hubieran recibido "el amor, el cariño y todos los valores que brinda una familia consolidada".
Para contrarrestar esta situación, las instituciones que tienen a su cargo niños de difícil adopción desarrollan programas para promover vínculos afectivos entre ellos y familias o personas voluntarias que quieren apoyarlos en la construcción de un proyecto de vida. Se trata de una iniciativa que está orientada a que estos menores desarrollen sus habilidades personales y sociales. "Buscamos que los acojan los fines de semana, que los inviten a su casa o compartan una salida a un parque -dice la Directora de Kidsave Colombia-. Hoy nos acompañan familias de todos los estratos y ya hay 20 menores que han logrado establecer un vínculo afectivo con ellas".
Los expertos son enfáticos en afirmar que esos niños lo que buscan es amor y compañía y por eso hay que brindarles todas las condiciones para que en el futuro puedan llegar a ser mejores personas.
Pero, ¿qué pasa con los que cumplen la mayoría de edad? Por política, los centros del ICBF los empiezan a preparar desde los 14 años para que puedan asumir su futuro. Y cuando llegan a los 18 ingresan, de manera temporal, a hogares de transición para que puedan impulsar su proyecto de vida. "Los capacitamos en los temas que les gustan y hacemos actividades para que desarrollen competencias productivas que les permitan tener una vida independiente y autónoma", explica la Directora del ICBF.
Algunos lo han logrado, pero la mayoría de los más de 7.000 menores de difícil adopción se acuestan todas las noches con la necesidad de afecto de una familia que no han tenido y la débil esperanza de que alguien, por fin y como respuesta a sus súplicas y oraciones, les abra su corazón y los acoja para poner fin a su soledad. No pierden la ilusión de tener algún día un papá y una mamá que los quiera y los llame hijos.  
54% DE LOS NIÑOS de difícil adopción, bajo la tutela del ICBF, tienen algún problema físico o mental.
LAS RAZONES
Según los estudios y la experiencia del ICBF, las principales razones por las cuales ingresan los niños al sistema de protección son:
- Maltrato físico o sexual: ocho de cada 10
- Negligencia y descuido: uno de cada 10
- Peligro físico y moral por la zona donde viven con sus padres: uno de cada 10.
En cuanto a condiciones socioeconómicas, nueve de cada 10  menores provienen de clases bajas y uno de clase media.  "Estamos ante una calamidad porque muchos de estos abandonos se producen por la pobreza extrema, el desplazamiento forzado y el desarraigo cultural", dice el psicólogo de familia Carlos Ramírez.
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