"Llegué a Colombia el 17 de abril de 1958, por amor".
Así empieza la historia del mexicano Alfonso Regla y para muchos la de La Playa. Nació hace 70 años en Guadalajara y, a pesar de estudiar litografía, desde siempre toca el guitarrón.
Cuando llegó a la capital, en busca de Hilda Moreno, con la que se casó y tuvo tres hijos, trabajó tres años en la revista Cromos. "Por esa época un paisano que se llamaba Alberto tenía un restaurante que se llamaba México Lindo en la calle 55 con Caracas. Cuando salíamos del trabajo todos los mexicanos llegábamos ahí", recuerda.
Dice que en la época no había muchos restaurantes con música en vivo y que solo se veían tríos de boleros y eso. "Mi señora me decía que acá a la gente no le interesaba las rancheras, que solo les gustaba a las muchachas del servicio y a los obreros".
Tiempos después se inauguró otro restaurante mexicano que se llamaba Rafael. "Quedaba en la 13 con 59, y mi señora le contó a Alicia, que era la dueña, que yo era mariachi. Fue ahí cuando esa señora con la que entablé una buena amistad me propuso que armara un mariachi. Pero yo de dónde claveles. Iba a estar muy difícil porque no había con quien".
"Sí Alfonso, échale ganas", le decían sus amigos hasta que aceptó.
Primero se consiguió tres violines. "Eso fue fácil pero las trompetas se me dificultaron, porque todos tenían su orquestita por ahí y me decían que no les gustaba la música mexicana".
Por fin consiguió a uno que le gustaba. "Lo llamaban 'El loco Martínez'. Duramos ensayando como dos meses y yo cantaba al principio, luego la dueña del restaurante también cantó".
El primer mariachi se llamó Tapatío, y fue tal el éxito que a la rumba que se formaba entre los mexicanos empezaron a llegar los colombianos.
"Había tríos en el sector y el paisano de México Lindo les dijo que empezaran a cantar ranchera y ahí fue empezando. Así se comenzó a desarrollar La Playa. Aunque, en realidad, no se a quién se le ocurrió ponerle ese nombre porque de playa no tiene nada", dice el mexicano.
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