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Una hija desaparecida, permanentes insultos y amenazas conforman la otra cara de Piedad Córdoba

"Negra", "comunista", "apátrida", son algunas de palabras que le dicen para insultarla. Como ella misma lo admite sin inmutarse: "Lo mínimo que me han dicho es negra hijue...".

Son reacciones que surgen por varias razones: porque les ha pedido a los países del mundo que rompan relaciones con Colombia (hecho que le generó la descalificación de sus propios copartidarios), porque habla de la existencia de un régimen mafioso, o porque asegura que su partido, el liberal, va rumbo al barranco.
Piedad no deja 'títere con cabeza': en su carrera política no solo ha recibido insultos, sino que también ha usado un fuerte lenguaje para atacar a sus contradictores. Algunos creen que le saca provecho a esa beligerancia para hacerse más visible políticamente.
En todo caso, ha salido milagrosamente ilesa de las trifulcas que ha provocado.
Todo por defender una posición que pocos comparten y que le ha ocasionado un alto costo: hoy es una mujer separada y alejada de sus hijos, que se traga las lágrimas en un inmenso apartamento del centro de Bogotá.
Sin familia
Sus primeros problemas comenzaron a mediados de 1995, cuando atacó directamente a Sergio Naranjo, el entonces Alcalde de Medellín. Piedad lo acusó de recibir financiación de la mafia (afirmación que Naranjo desmintió).
En ese entonces, tres bombas acabaron con las tabernas de música salsa que su familia había montado en Medellín. Ella tuvo que atender una demanda por injuria y calumnia y casi pierde su investidura como representante a la Cámara.
Su familia, molesta con estas posturas y con el hecho de que 7 hermanos pierdan sus puestos cada vez que descubrían el parentesco, empezó a pedirle un viraje.
"Voy a hacer una cosa -les dijo ella-: voy a quitarme el apellido Córdoba y hagan de cuenta de que yo no existo, porque es muy difícil que yo cambie mi modo de pensar".
Después, trató de congraciarse con su mamá, Lía, una maestra de escuela de tez blanca y cabello canoso; obsequiándole un disco de Ana Belén que tenía como título el mismo nombre de su madre.
Su mamá, con el humor que le caracteriza, le dijo: "Ay, hija. Yo me llamo Lía y vos te llamás líos".
Secuestro y exilio
Entre 1999 y el 2001, Piedad vivió dos desgracias: fue secuestrada por Carlos Castaño (jefe las Auc) durante 16 días y tuvo que irse exiliada con sus cuatro hijos a Canadá. Para ese entonces, su esposo, Luis, ya se había separado de ella. "¿A qué tipo le va a gustar una vieja que no hace sino joder?", dice ella.
Durante el secuestro, Castaño la acusó de ser tesorera del Eln y estuvo a punto de perder la vida. Dispuesta a morir, le escribió una carta a su mamá en la que le pedía "perdón por esa y otras cagadas que iban a aparecer después".
Castaño retiró la orden de matarla, recobró la libertad y meses después se exilió en Montreal, donde terminó de empleada doméstica.
"Una señora que me había ayudado a sacar del país a otros colombianos nos recibió. Nos dio hospedaje en el garaje. Después nos recibió otra familia y allá terminé de empleada doméstica. ¿Quién lo va a tener a uno gratis?".
Hija desaparecida
Pero el golpe más duro que haya podido recibir, más que la extraña muerte de su asesor Jaime Gómez en el 2006, o perder su credencial de senadora en el 2005, es que a su regreso del exilio, perdió el rastro de su hija menor, Natalia, desaparecida hace tres años.
La última pista fue que ingresó a México, un viaje que no estaba en los planes de la familia.
-¿Qué le dice su corazón de madre?, le pregunto.
- Que no está viva. No hay nada en ella que no hubiera hecho posible que no hubiera llamado a nadie de mi casa.
Con toda esta cadena de hechos adversos, la pregunta obligada es si ha valido la pena ser Piedad Córdoba. Ella improvisa una respuesta:
"Yo puedo servir de guía turística en el infierno, pero todo lo que me ha pasado me ha acercado más al dolor de la gente. Hace rato debí entregarme, pero no lo haré".
JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZ
REDACTOR DE EL TIEMPO
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