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"Sólo me quedan la música y mis hijos"

Víctor Campaz, el otrora ídolo del fútbol nacional, vive enfermo, en la pobreza y en el completo olvido.

Umberto Laverde
Víctor Campaz, una de las grandes figuras del fútbol colombiano, pasa por uno de los peores momentos de su vida. El 14 de julio, muy cerca del supermercado Olímpica de la 23, en Cali, un carro lo atropelló y la pierna izquierda recibió todo el impacto. Lo han tenido que operar en tres ocasiones. Ahora anda en muletas y su extremidad tiene un tutor: un enrejado de varillas metálicas que reemplaza los siete centímetros de hueso que le cortaron entre la tibia y el peroné.
Debe seguir una dieta equilibrada y realizar sesiones regulares de rehabilitación. Campaz soporta el dolor con estoicismo, pues ya en 1983 sufrió un cáncer glandular por el cual le hicieron cuatro cirugías y perdió parte de la mandíbula, lo que le afectó su manera de hablar. En esa ocasión nadie lo ayudó ni estuvo a su lado.
A Campaz le quedan la música, el equipo de sonido y sus dos hijos: Miguel Andrés, de 15 años; y Diana Victoria, de 20, que se fue con su mamá a Medellín. La casa donde vive queda en el barrio Porvenir, por la carrera 2a con calle 31 A. Es un inmueble viejo y deteriorado en su fachada y en el interior. Salvo un equipo de sonido de tres cuerpos, a la antigua, como acostumbra la gente de Buenaventura, todo evidencia pobreza.
Es uno de los 11 hijos, seis mujeres y cinco hombres, de Teófilo Campaz y Leticia Rengifo. De los hombres, Teófilo y Víctor llegaron al profesionalismo y Harrison, que fue de la Selección Valle, debido a sus ideas radicales y convicciones políticas, nunca quiso ir a la primera división.
Campaz empezó a jugar en el equipo de su calle, llamado Sor Vásquez, en Buenaventura. Después pasó al Pacífico, patrocinado por el América, del cual empezó a formar parte en 1967 cuando era dirigido por Julio Tocker, quien enfermó y fue sustituido por Porfirio Rolón,  mientras contrataban a Ángel Perucca. Campaz era muy joven, apenas superaba los 17 años. Compartió con Riascos, Gilberto Cuero, Barby Ortiz, Migone, San Lorenzo y Londero. Fue uno de los equipos que más ha gustado en la historia de los Diablos Rojos. Campaz alcanzó a jugar unos 10 partidos.
Después vino un extenso recorrido por otros equipos: Pereira en 1969, con López Fretes. Fue segundo en la tabla de goleadores, siguiendo a Londero. Lo vendieron al Caldas pero nunca quiso ir allá y lo trasladaron para Santa Fe, inicialmente con Toza y posteriormente con Popovic. Luego lo transfirieron al Standard de Lieja, pero se aburrió, le dio "mamitis" y regresó a jugar en el Nacional por tres temporadas. Fue campeón con el equipo de Medellín y también jugó para el Junior y Estudiantes de Mérida. Retornó en 1977 al América, en un comienzo con Adolfo Pedernera y más tarde con Pedro Nel Ospina. Volvió por el Pereira, Tolima y Bucaramanga, la última camiseta que vistió. No precisa si tenía 29 o 30 años cuando se retiró.
Goles para recordar
Durante su vida deportiva, Campaz siempre fue convocado a la Selección Colombia, bajo la dirección técnica de Caimán Sánchez, Toza y López Fretes. Participó en la célebre Selección de 1975 y jugó como titular la final contra Perú en Caracas. Convivió con lo mejor del fútbol nacional en esa década, porque era un jugador de mucho dominio de pelota, aunque reconoce que exageradamente individualista porque le gustaba "dar melo" y hacer taquitos.
Entre sus mejores goles recuerda tres que le hizo a Santa Fe cuando jugaba con Nacional. En uno de ellos se sacó a la defensa y al arquero Sankovic y lo metió de taco. También le hizo otro a Santoro, en Copa Libertadores, de media volea fuera del área. Un golazo al Cruceiro, con la camiseta del Nacional, al que le ganaron 3-2. Lóndero marcó dos goles y Campaz uno, finalizando con su sello personal de taco y saludando al público, hecho que provocó la reacción de la hinchada brasileña. Por último, un gol al Cali, en un clásico, cuando compartía con Pinino Mas, Olmedo y Pascuttini, en una gran noche que concluyó 5-3.
Participó en todos los intentos de conformar una asociación de jugadores en defensa de sus derechos laborales, con Alejandro Brand, Héctor Céspedes y Willington Ortiz. A todos los presionaron y se fueron haciendo a un lado. "No hubo colaboración por parte de los jugadores que se acobardaron", dice.  Esos intentos fallidos le crearon fama de disociador, pendenciero e indisciplinado. ¿Cómo ve hoy la asociación de futbolistas profesionales? "Hay que preguntarle a Agatha Christie o al inspector Poirot", responde.
En este momento de dificultad ha recibido ayuda de algunas personas que viven en Estados Unidos y el respaldo de la prensa deportiva de Cali y Bogotá. A veces lo visitan ex compañeros como Barby Ortiz, Riascos, Chaparro, Cuero y Gerardo Jiménez. El resto se ha olvidado de él y de sus penurias.
La música es su mejor compañía. Se define como semicoleccionista, pues dice que "para ser coleccionista se necesita plata". Es amante de la vieja música cubana, desde Beny Moré, pasando por Tito Gómez, Arsenio Rodríguez, Pío Leyva, Chapottin, Miguelito Cuni, el Trío Matamoros, el Septeto Nacional y la Sonora Matancera con todos sus cantantes, hasta la generación de la Fania All Stars. Sus ídolos: Ismael Rivera, Beny Moré y Chivirico Dávila.
Víctor Campaz nació en Buenaventura el 20 de mayo de 1949.  La inspiración de su fútbol creció admirando a Nicolás Lobatón y a Barby Ortiz. Le aprendió mucho a Sekularac, cuando vistió con él la camiseta del Santa Fe. Marcó más o menos 120 goles en su vida profesional.
Pero ese es el pasado glorioso del cual no quedan ni fotos. No hay resentimiento en su conversación, ni quejumbre, ni llanto, y recuerda con orgullo sus éxitos, aunque, quizás, comete imprecisiones en las fechas. Nada grave frente a lo que fue su vida profesional. Ahora vive pobremente y con mucha dignidad. Una cama y una salita en la que graba su propia música es lo único que tiene.
Umberto Laverde
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