-Señora, acabamos de encontrar a un bebé en Suba, en el norte. Creemos que es el suyo. Vamos a recogerla para que venga y lo vea. Eran las 12:05 de la madrugada.
Leyda se zafó la pijama con impaciencia y se puso lo primero que encontró. Le dijo a su esposo, Nelson Gutiérrez, que se quedara con los otros dos hijos.
Diez minutos después, se subió a la patrulla. Iba angustiada, sudando, miraba para todos los lados. Llevaba el corazón en la mano.
Nelson la llamaba al celular cada cinco minutos y le preguntaba dónde iba. Ella atravesaba la ciudad.
Salió de la carrera 12 con calle 16 sur, rumbo a la calle 137 con carrera 104, al CAI de Aures. Allí, la teniente Mabel Arroyo tenía a un bebé grande y cachetón entre sus brazos, arropado con una bufanda blanca y un saco amarillo.
Mabel estaba en la estación, dentro de una camioneta de la Policía, esperando la llegada de Leyda. El niño, de 18 meses, no lloraba. Solo miraba a los agentes que lo rodeaban y le tocaban la cabecita. A veces les sonreía.
En la patrulla, a Leyda le contaron que el pequeño había sido encontrado muy cerca del CAI, acostado frente a una casa de familia, de dos pisos y puerta verde.
Un joven, Carlos Manzur, pasó por el sector a la medianoche, vio la escena y marcó al 112 de la Policía. A Orlando Burbano, un sargento alto y moreno, le ordenaron ir a mirar de qué se trataba.
Cuando Burbano tomó al niño, se comunicó a la central por radio y dio un reporte cargado de felicidad: "Oiga, yo creo que este es el niñito que todos estamos buscando en Bogotá. Está bien, está calientico...".
Todos los policías de la capital habían recibido la orden de encontrarlo. Hicieron retenes, lo buscaron en el aeropuerto y en el terminal, en el norte y en el sur.
Un encuentro conmovedor
Cada agente tenía la fotografía del bebé en la memoria, pues los familiares la habían llevado a todos los medios y la habían pegado en carteles a lo largo y ancho de la ciudad.
Veinte minutos después de salir de casa, Leyda llegó por fin al CAI. Hubiese querido entrar corriendo de la emoción para saber si era Luis Felipe, el niño que una mujer le había arrebatado hacía 11 días y que ayer se entregó a la Fiscalía.
Pero Leyda se tranquilizó. Entró despacio y un policía la llevó hasta la camioneta, a donde la teniente Mabel. Luis Felipe estaba de espaldas y Leyda solo pudo mirarlo de lado. Mientras se le acercaba, decía: "Ay, ay, Dios mío, yo creo que sí es..."
Cuando Mabel lo volteó y el niño quedó de frente, Leyda le cogió la carita, le quitó la bufanda, lo reconoció, lo besó, lo abrazó fuertemente, estalló en lágrimas, se arrodilló con su bebé y miró al cielo para darle gracias a Dios.
-¡Es mi bebé!, ¡Dios mío!, ¡graciasss...!
Los médicos del hospital de Suba le hicieron un examen médico y lo encontraron bien de salud.
Ya dentro del CAI, el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, general Daniel Castiblanco, tomó al pequeño y se lo entregó oficialmente a Leyda, de 34 años.
Ella se comunicó con su esposo y le transmitió la feliz noticia. Nelson Gutiérrez llegó minutos después al sitio, también a bordo de una patrulla.
En Ciudad Jardín, algunos vecinos se despertaron y salieron a esperar a Leyda y a Nelson con 'Pipe'.
Los recibieron con aplausos y regalos. Ayer, en la sala de los Gutiérrez Díaz, seguía encendida una vela en una mesa donde reposaba la imagen de la Virgen del Carmen y el Sagrado Corazón de Jesús.
Luis Felipe salió en todos los noticieros, sonriendo.
Sus familiares le cantaron con maracas: "Tutaina tuturuma, Tutaina tuturumaina. Los pastores de Belén vienen a adorar el niño...". 'Pipe' había vuelto a nacer.
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YESID LANCHEROS
REDACTOR DE EL TIEMPO